Juguetes.

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El peluche de mi infancia me está observando.

Ha abandonado su lugar en mi cama para aparecer en la puerta y seguirme a donde vaya.

Siento sus ojos de plástico tras mi espalda.

Se da cuenta que puedo verlo y corre hasta la cama para iniciar a llamarme con su llanto.

Llanto de bebé que amenaza con romper los vidrios de la casa.

Tengo que taparme los oídos.

Me espera sobre mi almohada y cuando estoy a punto de atraparlo se desmorona como un castillo de arena, transformándose en un líquidoque se esparce por mi cama.

Su llanto cambia a risa

Cae al piso y sujeta mis piernas transformándose en cemento.

Quiero moverme.
No puedo

Grito hasta que me duele la garganta.
Nadie acude.

Los juguetes a mi alrededor se mueven para intentar salvarme y en cuestión de segundos la sangre pinta la habitación.

Me recuerda a la batalla del cascanueces.

Los soldados de madera son los primeros, intentan capturar a osito en una red pero salen volando por los aires.

Los trenecitos que transportan los heridos chocan cuando osito los golpea con su mano.

Una chispa brota y la agonía de los cuerpos de madera quemándose se extiende, miles de quejidos se arrastran a mis pies hasta que el humo cubre la habitación por completo.

No hay sobrevivientes.

Las muñecas intentan romper el cemento de mis piernas pero son alcanzadas por las flamas.

Se derriten mirándome con sus caras deformadas, las lágrimas se mezclan con el plástico y los ojos ruedan por montones explotando por el calor.

Junto a osito se desata el caos.

Cabezas de peluche ruedan bajo su espada y las entrañas de algodón salpican su cara.
Osito es demasiado fuerte.

Se come el relleno del corazón quitándoles la vida para siempre.

Mi infancia destruida en una imagen.

Observo a la novia de osito moverse con solo la mitad del cuerpo, sus manos de peluche se arrastran por el piso dejando su relleno atrás.

"Despiertate" Susurra antes de que osito le dé el golpe de gracia.

Abro los ojos de golpe y me incorporo de la cama para encender las luces.

Todos mis juguetes están intactos en su lugar.

Osito me mira con sus ojos de plástico desde mi almohada.

Lo tiro en la basura y vuelvo a acostarme.

Estoy conciliando el sueño cuando unas manos de felpa que he sostenido toda mi vida me tapan la boca para evitar que grite.

Un paseo por lo macabroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora