18. No es una mentira.

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El río arrastró sin piedad a Takeshi, Elowen y Aelarion, haciéndolos retroceder todo lo que habían caminado con anterioridad. Los golpeó con fuerza y los arrojó por una cascada, donde lucharon desesperadamente por salir antes de caer. El impacto fue brutal, pero afortunadamente no chocaron contra las rocas. Inconscientes, flotaron hasta la orilla del lago, donde fueron descubiertos por unos elfos que emergieron del bosque.

Una hora después, Takeshi recobró el conocimiento. Abrió lentamente los ojos, su visión borrosa se fue aclarando poco a poco. Se encontraba en el suelo, entre hojas dispersas, frente a él se alzaban raíces gruesas que parecían barrotes, con una luz tenue filtrándose detrás de ellas.

Desorientado, escudriñó a su alrededor y se dio cuenta de que estaba aprisionado entre las costillas de un árbol. Un dolor punzante le atravesó la muñeca derecha al intentar moverla. Al sentarse con cuidado, descubrió que estaba atado con lianas espinosas que le hacían sangrar cada vez que intentaba liberarse.

Decidió no forcejear con las lianas al percatarse de que solo empeoraría su situación.

Escuchó pasos acercarse y, más allá de las raíces, se presentó Elowen con atuendos finos. A su izquierda estaba Aelarion junto a otros elfos que llevaban armas consigo, y todos lo miraban con odio y desprecio.

—Elowen...—intentó decir algo, pero las miradas filosas lo detuvieron.

—Ya sabemos que eres Takeshi, sucio reptil.—acusó Elowen. Su odio era palpable en cada una de sus palabras.

—¿Hasta cuándo planeabas engañarnos y qué pretendías hacer con nosotros?—reclamó Aelarion.

Takeshi sintió como cada palabra lanzada por Elowen y Aelarion se clavaba en lo más profundo de su ser, como afiladas dagas que le recordaban su supuesto engaño. El miedo y la incertidumbre lo paralizaban, envolviéndolo en una neblina de confusión. Por un instante, el alivio al ver a Elowen se desvaneció ante el odio que reflejaban sus ojos, recordándole las miradas y palabras crueles de su reino natal.

Intentó articular una respuesta, pero el miedo le robó la voz. Las acusaciones lo golpeaban como un vendaval, y aunque el enojo bullía en su interior, sabía que no podía permitirse empeorar su situación. Con calma, intentó explicarse: —Yo no pretendía hacerles nada, y ustedes no lo habían descubierto hasta ahora...

Sin embargo, las acusaciones persistían. Elowen lo interrumpió con desdén, desechando sus palabras como mentiras.

—¡Elowen! si hubiese querido matarte lo habría hecho cuando luchamos. Pero mí único plan con ustedes era llevarlos a donde pedían y luego desaparecer.

Elowen, con una expresión de repudio dijo: —cállate, no pienso creerte ni tenerte compasión. Más bien, estoy feliz de que Ren y Kit... No, de que Hikaru y Kattie por fin se hayan librado de ti. De seguro la separación en el templo fue una gran oportunidad para ellos y ahora están por allí disfrutando de la libertad que les haz quitado.

La mención de Hikaru y Kattie le causó un dolor punzante en el pecho. Quiso defender la lealtad de sus amigos, pero la duda se apoderó de él. Los sentimientos de culpabilidad lo abrumaron hasta olvidar por completo el dolor punzante en su mano.

Con sinceridad dolorosa, confesó: —Si se fueron y rehacen sus vidas, estaré muy feliz... nunca quise que fueran partícipes de este peligroso destino incierto.

Elowen se marchó con odio en sus ojos, mientras Aelarion sentenció: —Elowen ya te ha condenado. Mañana serás ejecutado como mereces. Con esas palabras resonando en su mente, Takeshi quedó sumido en una confusión abrumadora.

Las palabras y el peso de su situación lo hacían sentir entre la espada y la pared, pero aunque fuera en vano, intentaría escapar, porque le aterra pensar en dejar a Nadia, dejarla con Zephyr. Por eso, aunque los guardias que lo custodiaban le gritaban que se quedara quieto o lo amenazaran; aunque el dolor en su muñeca ya era insoportable con cada movimiento, luchó por salir, pateaba, jalaba, intentaba romper y buscaba algún punto débil por donde escapar, así fue por horas, hasta que finalmente cedió por el cansancio y el dolor. Pero incapaz de poder dormir, se quedó acostado observando el sol salir.

Luang. De Lord a plebeyo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora