.Extras.

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Mayl caminaba por todas partes como era normal, hasta que un día decidió entrar junto a las sirvientas a su camerino, mostrando una sonrisa gatuna y una mirada curiosa.

—¿Qué desea señorita?—preguntaron.

—¿Puedo ponerme su uniforme?—ensanchó su sonrisa.

—No señorita, esto es para las sirvientas.

—Anda vamos, trabajaré como ustedes en ese tiempo.

—No creo que sea prudente, señorita, usted es invitada del señor Zen.—hizo una reverencia y se marchó junto a las demás.

Mayl salió cabizbaja fingiendo que se iba, pero se quedó cerca esperando a que todas se perdieran de su vista para entrar y buscar un uniforme sobrante.

Por suerte encontró varios sobrantes y rápidamente se vistió con uno. Vestido simple negro opaco que le llegaba hasta el tobillo, delantal blanco que cubría toda la parte del frente, se sujetó bien su cabello en una pequeña coleta y una cinta dejando solo dos mechones que caían en su rostro. Con una sonrisa juguetona caminó entre los pasillos hasta llegar a la cocina siendo solicitada inmediatamente para que comenzara a trabajar.

«Jejejeje tan ocupados están que ni reconocen a sus sirvientas, jejejeje».

Llevando los platillos hasta el comedor, se encontró con Kattie quién luego de mirarla por unos minutos, desvió la mirada con los ojos bien abiertos y con una sonrisa incómoda se hizo de la vista gorda.

«Jejeje ya quiero que Takeshi me vea jejeje».

Llegó con la comida hasta el comedor, donde estaba Takeshi y Zen. Mayl se acercó y colocó la comida en su sitio aunque éste ni la miró. Luego caminó hacia Zen para colocar su plato, al instante Takeshi desvió inevitablemente su mirada hacia ella, entrecerrando los ojos con las cejas alzadas.

Sin decir una palabra Mayl hizo una reverencia y salió de su presencia, dejándolo bastante aturdido.

—¿Takeshi?—llamó Zen—, ¿estás bien?

Respiró profundo tratando de ignorar lo que vio, y volviendo su mirada a Zen junto a una sonrisa forzada asintió rápidamente.

Mayl hizo de las suyas todo el rato hasta la noche, fue vista por exactamente todos, y todos reaccionaban diferente pero a la vez querían transmitir la misma pregunta al verla: Eva inclinó la cabeza mientras sonreía con intriga, Hikaru puso cara de póker, negó con la cabeza y Cyrus ocultó su rostro con el libro sobre etiquetas que leía.

Aprovechó esa ocasión para entrar en cada una de las salas del palacio, salas prohibidas a las que podía acceder para limpiarlas.

En la noche se guardó para ella ese uniforme en vez de devolverlo, pensando en usarlo luego o esconderlo y volver por el en algún momento. En su habitación se sentó a orillas de la ventana, aprovechando la fría noche entre el umbral de estrellas después de un acalorado día. Sus pies colgando hacia el vacío mientras la brisa empujaba su cabello hacia un lado. Sonriente por recordar lo hecho en el día y feliz de haberse sentido más que hermosa con ese uniforme, sus pensamientos le trajeron el recuerdo de una persona que hizo que su corazón latiera de una forma extraña, muy rápida e impaciente.

Recostó su cabeza del marco de la ventana suspirando con melancolía y tristeza, hasta que de sus labios se escapó un suspiro y un trozo de sus pensamientos: —Ryuko...—cerró los ojos lentamente—, ¿qué me haz hecho imbécil..? Ryuko.

En su estado de pensamientos melancólicos y distracción, alguien formaba una sonrisa burlona detrás de ella sin que se percatara.—¿así que la ladrona pervertida también puede enamorarse?—su voz gélida la alertó de inmediato, y al girarse rápidamente mientras se sujetaba con fuerza para evitar caer, se asustó de ver el rostro de Takeshi.

Luang. De Lord a plebeyo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora