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Caminaron en silencio por el espeso bosque, estresados de saber que eso ya lo habían caminado con anterioridad. Cada quien (menos Kattie) tenía heridas físicas que resultaban dolorosas y agotadoras como para caminar tantos kilómetros. Sin embargo, después de un buen rato, nuevamente llegaron al puente de Zifkar al anochecer.
La noche los favorecía, y, aprovechando tal ventaja, decidieron intentar negociar un pase por el puente.
—Ya es muy de noche para cruzar el desierto, y de día es infernal—comentó Takeshi—, si el problema es que no podemos cruzar Zifkar, pasaremos por el sendero de la derecha, lo rodearemos varios kilómetros lejos.
—Que tenemos órdenes estrictas de no dejar pasar a nadie.—refutaron.
Takeshi suspiró con hastío y optó por los juegos sucios.—okay, y si le damos esto—mostró una bolsita de monedas, eran las mismas que les había quitado a sus compañeros días atrás—, cruzamos por el sendero, no diremos que ustedes nos permitieron el acceso y así ustedes están a salvo y con beneficios. ¿Qué me dicen?
—Que sea una así para cada uno.
—Aceptaría si con eso acceso a Zifkar.
—Hacen rondas por los senderos, si los descubren estaríamos en problemas.
—Que pasen por el bosque de las penas.—debatió el otro guardia.
—bajaré en un diez porciento la calidad de esta bolsa si cruzamos por allí.
Los guardias lo pensaron un poco, vieron el buen bulto que mostraba la bolsa, después de debatirlo por unos minutos accedieron.
Takeshi intercambió una mirada cómplice con su equipo antes de esbozar una sonrisa triunfante, aguardando con paciencia a que el puente se desplegara lentamente.
Con un estruendo metálico de las cadenas y el crujir de las tablas al tocar el suelo, el puente levantó una leve nube de polvo que se disipó rápidamente. Con paso firme y cierto aire de arrogancia, todos cruzaron el puente, entregaron la bolsa con la reducción del diez porciento y continuaron por el sendero a la izquierda, bordeando el peñasco.
A lo lejos, las luces resplandecientes de Zifkar se vislumbraban, un reino tanto peligroso como seductor, marcado por diferencias políticas irresueltas con el reino Luang.
Una vez alejados de Zifkar y del puente, más allá del peñasco, descubrieron una pequeña cueva entre montones de rocas lisas. Con la noche ya avanzada, decidieron adentrarse en ella llevando consigo una antorcha improvisada para explorar su interior.
Al iluminar la cueva, una bandada de murciélagos salió aleteando frenéticamente, emitiendo sus característicos chillidos antes de perderse en la oscuridad en dirección a la luna, como sombras nocturnas.
Después de la partida de los murciélagos, la cueva quedó en silencio y mostró ser poco profunda en su fondo. Satisfechos al encontrar un refugio aparentemente seguro para descansar, Takeshi y Hikaru salieron en busca de trozos de madera para encender una pequeña fogata. Con habilidad, apilaron piedras alrededor y prendieron fuego a la madera con una flecha encendida.
La noche se volvió más acogedora con el crepitar del fuego, aunque los sonidos exteriores les recordaban la necesidad de mantenerse alerta. Al no sentirse cansada en lo absoluto, Kattie se ofreció voluntaria para iniciar el turno de guardia y estaba decidida a no aceptar un no por respuesta.
Durante tres horas, Kattie vigiló atenta mientras Takeshi y Hikaru se acurrucaban cada uno en un extremo de la fogata. La brisa fría amenazaba con apagar las llamas, pero Kattie se aseguraba de mantenerlas vivas.
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Luang. De Lord a plebeyo.
Aventura¿Conoces la traición? Puede que sí, ¿pero conoces la verdadera traición? Una traición que va más allá de lo emocional o simple rechazo. Takeshi experimento tal traición de parte de su pueblo, quien a pesar de su diligencia, exigencia y esfuerzo para...