48. Entrada de renovación.

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Nuevamente juntos a la luz de la luna, donde los ojos de Lilith se abren en su totalidad y puede apreciar la belleza del mundo humano. Ambos hablaban a solas acerca de lo que había dicho Aris, mientras Lilith se comía un muslo de pollo, extasiada por la comida de los humanos no le dio ni importancia a los modales.

—Mmm claramente es un problema eso de que si lo matamos renazca.—le dio un mordisco más grande.

—Realmente... eso complica demasiado...—tensó su cuerpo mientras en ira hería sus propias manos con sus uñas.

Lilith sostuvo su manos mientras enfatizaba una sonrisa amigable.—cálmate, hay que pensar en la mejor manera para matarlo y sobretodo que tu no mueras—ensanchó su sonrisa—, recuerda que tienes que ayudarme.

—Tu amabilidad es solo conveniencia.

—Por supuesto, de igual forma una parte de ti me odia pero me tiene por conveniencia, ¿o me equivoco?

—No... no te equivocas.

—Como altos mandos que somos tenemos la costumbre de entablar vínculos con los que nos conviene.

—Así es... de no necesitarlos...—su mirada se oscureció mientras formaba una sonrisa siniestra—por eso a los útiles hay que estimularlos a mejorar, ayudarlos a superar, para que puedan darte toda su devoción...

—Vaya... creí que te impulsabas por el poder de la amistad o algo así—rió entre dientes, pero al ver sus ojos solo encontró una mirada sin vida—, pero creo que no es así...

—Eso solo es una fachada—se levantó mirando un punto fijo hasta que se volvió a ella—¿Cuántas personas tuviese ahorita si a todas las tratara como se merecen?—entrecerró los ojos—, a veces solo hay que jugar con el estatus para hacerles creer a la plebe que eres diferente, supongo que lo entiendes.—se marchó sin decir más y sin esperar una respuesta.

—S-sí....—su voz apenas fue un susurro cargado de vaho.

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~¡Todos evacuen, rápido!~

~No hay tiempo ¡Ya, ya!~

El aire estaba saturado por la tensión, la neblina espesa que influía en la conciencia de las personas con el miedo y el terror, les impedía ver el hermoso día. Las carretas corrían con rapidez sin romper las filas custodiadas por los guardias, los devotos a Takeshi no necesitaron la señal ya que se fueron junto al grupo de evacuación.

La risa juguetona de la torre estuvo acompañada de una melódica música mientras las bestias emergían. A su vez, la voz pasó de ser una simple risa a palabras que resonaban en el cielo directo hacia Luang.

—¡¡Finalmente!! ¡la verdadera emoción! ¡Lo que he estado esperando por tanto tiempo!—sus palabras parecían romper el tiempo, dejando perplejos a todo el que la escuchó.

Zephyr se encontraba en el rincón más sombrío de la prisión, donde la luz apenas se atrevían a entrar. A su lado, Nadia yacía en el frío y sucio suelo, encadenada a la pared, con sus manos atadas a la espalda. Su cuerpo estaba marcado por múltiples heridas, y sus ojos, cansados y desvaídos, apenas lograban mantenerse abiertos. Él, en un arrebato de ira, sujetaba su rostro con brutalidad, obligándola a mirarlo mientras sus palabras caían como golpes sobre ella. La desesperación en su mirada era palpable, reflejando no solo su dolor físico, sino también la angustia de una alma atrapada en la oscuridad.

Luang. De Lord a plebeyo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora