40. El secreto del abuelo.

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Siguieron el acantilado hasta que disminuyera su altura.

«Solo hay que seguir el río»—pensaba Hikaru, viendo el hermoso y cristalino río salir al mar.

—¡Que hermoso es este lugar!—exclamó Eva.

—Me parece conocido pero... um...—Mayl apoyó su mentón en su brazo para pensar.

—Falta poco.—informó Takeshi, viendo mayormente a Hikaru quien se mantuvo en completo silencio.

Finalmente, desde lo lejos se observó una pequeña barricada casi completamente destruida y desgastada. Hikaru tomó la delantera, avanzando con paso firme hacia la barricada. A medida que se acercaban, su corazón latía con fuerza, recordando los momentos felices que solía vivir en ese lugar. Sin embargo, al ver la devastación y el abandono, una profunda tristeza invadió su corazón, aunque no la expresó y se mantuvo sereno al respecto.

El grupo avanzó, saltando las rocas sobre el río, y al instante se encontraron con varias casas aún en pie, pero otras con sus bases dañadas. Las barcas, que solían ser una parte vital de la vida en la tribu, yacían destrozadas. El ambiente era desolador, y el silencio reinaba en el aire, sus pasos se hundían en la abandonada tierra muerta. No hubo vida después de la masacre.

—Recuerdo este lugar...—Mayl habló para sí misma.—antes era tal como Kazu.

Con pasos lentos y en silencio, Hikaru se acercó al destruido muelle. Allí, sonrió levemente antes de alzar la mirada y dirigirse a Takeshi, compartiendo un recuerdo significativo: —En este lugar te conocí, Takeshi. Se volvió mi lugar favorito desde entonces.—Las palabras de Hikaru resonaron en el aire, evocando recuerdos de tiempos más felices. Takeshi asintió con comprensión, recordando los momentos compartidos en ese mismo lugar.

—¿Qué le hicieron a este lugar cuando dejé de verlo?—susurró, agachándose allí aunque las tablas amenazaban con romperse, para tocar el agua con su dedo. Estaba tan sucia que ni un pez se podía acercar.

Evangeline caminó un poco mientras observaba el entorno.—no siento vida aquí... como si hubiesen envenenado la tierra.

Cyrus, al percibir la melancolía en la mirada de Hikaru, supo que era el momento perfecto para actuar. Sin apartar la vista del agua contaminada, se acercó a él y extrajo con cuidado un pequeño frasco de cristal de la gema en su bastón. Con voz suave y llena de empatía, le ofreció su creación: —Hikaru, quizás no tenga suficiente para sanar este lugar, pero espero que esto pueda hacerte sentir mejor.—Con un gesto certero, dejó caer el líquido verde claro en el agua, desencadenando una reacción luminosa que se expandió rápidamente.

Las palabras se quedaron atrapadas en la garganta de Hikaru al presenciar el resplandor que iluminaba su rostro. El brillo cesó, llevándose consigo la contaminación y el veneno del entorno, devolviendo la vitalidad al agua y a las plantas circundantes, como si un milagro se hubiera obrado ante sus ojos.

—Es un prototipo de corto alcance y aún está en fase beta, pero este purificador que creé hace años ha demostrado su poder sanador—explicó Cyrus con humildad.

Hikaru permaneció inmóvil, con la mirada fija en la escena ante él, reviviendo en su mente momentos felices que una vez compartió en ese lugar especial. Finalmente, dirigió una sonrisa sincera a Cyrus y pronunció con gratitud un simple: —Gracias.

Miró la belleza de la zona restaurada, los recuerdos agradables paseaban por su mente aliviando su alma.—los he vengado.—murmuró con una sonrisa, recordando el último suspiro de su enemigo.

Luang. De Lord a plebeyo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora