Cap larguito
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Para Hikaru toda esperanza había acabado allí, pensó que lo asesinarían o lo dejarían morir de hambre, frío y de una enfermedad.
Ya llevaba allí una semana y nunca dejó de pensar en sus padres, en su abuelo, en su amiga, en la tribu y en su promesa rota.
Pero un día, ante él se acercó un soldado; un guardia que lo veía con repudio pero burla a la vez.—: levantate escoria.—exigió abriendo la celda.
Hikaru no tenía fuerzas, estaba hambriento, pero a ellos no les importó tomarlo a la fuerza casi a rastras, y soltarlo frente al Marqués, que estaba sentado mirándolo con malicia mientras sonreía cruelmente. El chico débil hizo su mejor esfuerzo para al menos sentarse y mirarlo. No podía ocultar el miedo pero sobre todo el odio, el odio que le producía ver esa cara repugnante llena de maldad y violencia.
—Me gustan los esclavos, sucios, cansado y sin brillo, así reflejan lo que realmente son.—comentó el Marqués con una maldad anormal.
Hikaru no dijo nada, no sabía que decir y no quería enfadarlo ahora, él ya había asimilado la situación y sabe que no tiene salida.
─Denle de comer, no puede ni caminar. Pero no lo consientan, denle lo mismo que a los demás esclavos.─ordenó.
Siguiendo las órdenes volvieron a tomarlo de los brazos, lo llevaron por un pasillo similar al de la prisión y lo dejaron allí.
El chico asustado vio el entorno, habían molinos, telar, martillos, barro entre otras cosas, además de que habían muchas personas que estaban en su misma condición; hombres y mujeres usaban los artefactos con cansancio y pesar, no podían parar porque los capataces los tenían vigilados con látigos en sus manos.
─¡Eh mocoso, ven aca!─gritó uno de los capataces. Pero al ver que no se acercaba fue directo a él dispuesto a reprenderlo.
En vista de que alzó su látigo, Hikaru cubrió su rostro cruzando sus brazos.─: el Marqués... ¡su jefe! Ordenó que me dieran de comer lo mismo que a los demás, porque estoy débil y no puedo mantenerme en pie.─explicó, casi sin aliento pero se forzó a hablar. Se mantuvo en esa pose esperando el impacto, pero no hubo uno. Mas bien, nuevamente con brusquedad lo llevaron hasta una esquina, allí le dieron dos panes secos y un tarrón de agua.
─Come rápido.─exigió y se fue a ocupar su puesto.
Hikaru con desespero comió y bebió, llevaba dias sin comer y aunque eso no iba a bastar para saciarlo, al menos le daría las fuerzas para levantarse y moverse. Aunque aún tiene puestos los grilletes, las cadenas no estaban tan cortas como para limitarle demasiado sus movimientos y, en vista de eso, le asignaron un trabajo forzado: mover los ladrillos que sacaban de horno y colocarlo en orden uno encima de otro, tenía que hacerlo rápido, tenía que hacerlo bien, si se le caía y rompía algún ladrillo sería castigado con rudeza y violencia.
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Mientras tanto en el Palacio Luang, ausente de todo lo que le ocurría a aquel chico que conoció, Takeshi estaba estudiando como siempre, lleno de presión por todos los libros y las advertencias de su maestra.
Ellos sabían que hace una semana la tribu fue atacada, pero no tienen rastro ni idea de quien hizo eso. Por eso el rey mandaba soldados a investigar, pero nadie sabía nada.
Para Takeshi, aquel chico estaba muerto, ya que al llegar los que llevaban los suministros vieron un mar de sangre y escombros, el fuego se había tragado hasta los cuerpos. Para el rey y la reina no fue mas que una pérdida económica, pero para Takeshi fue una pérdida lamentable, fue una raza completa la que se murió; se extinguió, y con ella, alguien carismático al que había conocido.
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Luang. De Lord a plebeyo.
Pertualangan¿Conoces la traición? Puede que sí, ¿pero conoces la verdadera traición? Una traición que va más allá de lo emocional o simple rechazo. Takeshi experimento tal traición de parte de su pueblo, quien a pesar de su diligencia, exigencia y esfuerzo para...