35. Tal como aquella vez.

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«Mayl, quien imaginaría que la dulce Mayl sería una ladrona tan buscada. Incluso a mí me engañó, la admiro, debo admitirlo».

—¡¿Mayl?! ¡¿Es Mayl?!

—Las huérfanas siempre son ladronas.

—Y su tono de piel... ya decía mucho.

—Deben capturarla, pero ni el pueblo reunido ha podido, usa la noche a su favor.

—Pero Mayl... siempre ha sido amable, y así como roba, regala.

—¡¡Ella defendía a Takeshi, un rey era amigo de esta ladrona a sabiendas!! Que desgracia...

«Corre, corre pequeña Mayl, pero no hay escapatoria para ti; no podrás escapar».

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Tal como aquella vez, una brisa fría rodeaba mí espalda pero el calor abrazaba mí rostro y cuerpo, en mis ojos se reflejaba ese incendio, las ramas se partían y caían casi echas cenizas.

—Mamá... papá...—las lágrimas salían como un torrente sin detenerse. La razón de aquel incendio fue solo un misterio.

Yo siempre había dicho que era huérfana de nacimiento, que mi padre murió antes de yo nacer y mí madre en el parto, pero no es así.

Murieron en un incendio cuando tenía solo tres años.

Era una fría noche a pesar de ser verano, estábamos preparando una comida pero faltaba un ingrediente. Mí padre decidió comprarlo al mercader más cercano, un hombre que trabajaba hasta muy tarde y era muy amigo de mí padre. Esa noche pedí acompañarlo así que me vistieron con algo abrigado y mí padre me llevó en sus brazos.

El hombre muy dadivoso nos atendió, aunque yo no entendía mucho de lo que hablaban, miraba interesada todo el lugar mientras apoyaba mí rostro de su hombro.

—Gracias amigo, vuelve pronto.—dijo el amigo.

—Claro.—se despidió con una mano. Cuando salimos, escuchamos unos llamados de él mismo quien salía de su tienda acordándose de decir algo.

—Por cierto, Javier. ¿Entonces mañana hacemos la broma?

—¿Qué broma?

—Ya sabes...—me miró haciendo una sonrisa incómoda—, si lo digo puede que se lo diga... Pero ya sabes, el ANÍ con el señor VERSA en el RÍO.

—Ani.... con... aaaaah ya ya, sí sí. Jaja es que tengo muchas bromas y me confundí. Pero claro hombre, mañana temprano.—mi padre sonrió incómodamente.

Como no entendía nada de lo que hablaban, suspiré y nuevamente apoyé mí cabeza de su hombro. Desde aquí podía ver mí casa, y extrañamente estaba siendo iluminada un poco con tonos naranjas.

—Papá... ¿qué le pasa a nuestra casa?—pregunté interponiéndome entre él y su amigo.

—¿Cómo que qué le pasa?—se giró. Al hacerlo, abrió sus ojos completamente y sus labios comenzaron a temblar. La bolsa de compras cayó al piso y el me entregó a su amigo antes de correr.

—¡Fuego!—gritó su amigo.

—¡¡Papááá!!—grité mientras lo veía alejarse.

Su amigo conmigo en brazos corrió hacia él, pero mí papá era más rápido. Mí corazón latía con fuerza y me aferraba a ese señor mientras mis lágrimas salían por el miedo.

Luang. De Lord a plebeyo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora