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Transcurrieron varios días desde que lograron salir del bosque. La aldea que no cruzaba ni cerca de Zifkar estaba bastante lejos de su posición actual. Aún así, era la más cerca. Necesitaban con urgencia conseguir más suministros.
Sin embargo, aunque a veces era un cansancio inmenso, y dormir al aire libre llegaba a ser tedioso si se hacía con tanta frecuencia. La luz del sol era un consuelo para todos, sobre todo para Evangeline, quien no dejaba de admirar cada cosa con asombro como si fuese la primera vez que lo veía. —¡mira las hojas verdes! ¡el cielo! ¡las flores!
—Evangeline—llamó Takeshi—¡cállate! Créeme que soy alguien con mucha paciencia, ¡pero ya basta! Llevas días en eso.
—Lo siento lo siento. Es que cuarenta miserables años. ¡Ahora me siento viva!—expresó, dando varias vueltas en el aire.
—¡Evangeline!—Hikaru la sostuvo por el pie y la haló de nuevo al piso. Alguien en una carreta se acercaba, no la vio, pero sintió vibraciones y escuchó un leve sonido del rechinar de un caballo—. No seas tan despreocupada. Alguien se acerca y te puede ver.
—Pero eso es bueno, podrían ayudarnos a llegar más rápido.
—No, Eva. Lo que pasa es que nosotros no podemos ser reconocidos, y exponernos tanto tiempo podría ser peligroso—aclaró Takeshi.
—¡Pero exactamente que hicieron! Nunca me lo terminan de decir.
Siguieron su camino y como era de esperarse, sí se acercaban muchos jinetes. Se mantuvieron en silencio caminando, esperando a que el grupo siguiera de largo sin darles mucha importancia, mientras que Evangeline se mantenía impaciente.
Los pesos de los caballos cada vez se escuchaban más cerca—¡oigan!— llamaron, deteniéndose al lado de ellos—, ¿Saben por dónde queda el bosque de los enanos?—preguntaron paseando la mirada entre todos. Era un grupo de ocho, apariencia de mercenarios, o de cazadores de tesoros.
—No, no sabemos.—respondió Hikaru.
Los jinetes los miraron por unos segundos con los ojos entre cerrados, a uno por uno hasta que sonrieron—okay, está bien. Muchas gracias—y siguieron cabalgando hasta la lejanía.
—Medio raros—comentó Kattie.
Miradas sospechosas, pero al ver lo lejos que se habían ido decidieron ignorarlos.
La tarde transcurría sin piedad, volviendo el camino más agitado y tedioso. Cuando anocheció, casi a orillas de un camino, por uno alterno, se visualizaba una construcción de piedras musgosas y agrietadas, ventanas rotas y hierbas alrededor.
Se miraron las caras y atentos decidieron entrar. Con un poco de esfuerzo la puerta deteriorada y trancada por enredaderas, cedió, mostrando la suciedad y la oscuridad.
—¿Qué es... este lugar?—preguntó Kattie.
—Creo que es el refugio...—observando su interior con la poca luz externa.—: así quedó después de cuarenta años...
Nuevamente, hicieron una antorcha improvisada para iluminar el interior. Iluminaron las linternas del lugar rebelando con mayor claridad el abandono del lugar. Telarañas y arañas era lo que más abundaba, junto al polvo que hacía estornudar a todos.
Con cuidado subieron las escaleras, pisando las cucarachas que salían de las tablas.
Llegaron al segundo y último piso, donde al fondo había una chimenea junto a varias camas. Takeshi se acercó y lanzó la antorcha dentro de la chimenea. Con dificultad por las maderas húmedas, encendió, trasmitiendo un calor acogedor al ambiente frío y húmedo.
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Luang. De Lord a plebeyo.
Macera¿Conoces la traición? Puede que sí, ¿pero conoces la verdadera traición? Una traición que va más allá de lo emocional o simple rechazo. Takeshi experimento tal traición de parte de su pueblo, quien a pesar de su diligencia, exigencia y esfuerzo para...