55. La despedida y un nuevo inicio.

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Los pueblerinos al llegar quedaron tan impactados como aterrorizados, esperaban ver a su rey deseado. Con temor se arrodillaron ante él, pero se escuchaba los jadeos entre la multitud, temblando por lo que estaba por venir.

Takeshi prohibió las salidas y entradas al reino, los soldados vigilaban meticulosamente los muros rotos mientas eran reparados. También arregló las casas pero todo era para tener en buen estado ese reino que ahora sería la prisión de todos sus habitantes.

Cuando acabaron con todos aquellos soldados que se oponían, Hikaru y Kattie se encargaron de hablar con la mayoría y dar la recompensa.

Los enanos estaban en perfecto estado, las ninfas se fueron enseguida todo acabo, pero antes de eso Flor se acercó a Evangeline, sujetó sus mejillas con ambas manos y dijo:

—Espero que vuelvas a tu hogar pronto, te seguiré esperando hasta entonces.—y desapareció sin esperar respuestas, dejando solo un pétalo de cerezo revoloteando en el aire.

Kattie miró a Elowen en la cima de una de las casas, abrazando sus rodillas con fuerza, Thalassar y Galadriel estaban recostados abajo en la pared, con una mirada pesada. Al ver su tristeza se acercó con la cabeza inclinada.

—La guerra terminó... ¿por qué se ven tan tristes?

Galadriel la miró mientras Thalassar desviaba la mirada, suspiró y decidió responder acercandose a ella para hablar en voz baja.

—Lo que pasa es que... Aelarion... él...—apretó los labios.

—Ya, no tienes que seguir.—puso una mano en su hombro para consolarlo, y de un gran solto cayó en el tejado atrás de Elowen. Al frente de ella estaba el cuerpo de Aelarion tumbado en el suelo con una marca oscura en su pecho que se expandía como una infección.

Sin necesidad de que dijera algo, Elowen sola se expresó con dolor.—Él... recibió la flecha de Vespera que iba hacia mí... luego de eso escapó...

Aunque Kattie no sabía a quién se refería, se sentó a su lado en un silencio pesado, sin encontrar las palabras adecuadas. Su corazón se estrujó aún más cuando Elowen levantó la mano, revelando un reluciente anillo de compromiso.

—Yo...—murmuró, ocultando su rostro entre los brazos—, íbamos a casarnos... pero esa zorra negra... por eso no son de confiar.

Kattie inclinó la cabeza, confundida. Observó el cuerpo de Aelarion y sintió un ligero pulso bajo sus dedos. Con urgencia, exclamó: —¡¿lo llevaste con alguna ninfa?!

—Sí... las más curativas... pero no funcionó...

Frunciendo el ceño, recordó las palabras de Evangeline sobre la diferencia entre curar y revitalizar; solo las ninfas del agua podían quitar malezas.

—¡Espera aquí!—gritó de inmediato y, desafiando su propio cansancio, corrió en busca de Evangeline. La encontró descansando junto a la fuente del palacio y, sin pensarlo dos veces, la levantó como si fuera un saco y corrió de regreso.

—¡¡¿KATTIE QUE TE PASA?!!—protestó Evangeline débilmente mientras era cargada.

—¡Alguien te necesita!

—¡Pero es que estoy agotada..!

Sin prestar atención a sus quejas, Kattie corrió con todas sus fuerzas, saltó alto y regresó al tejado donde Elowen lloraba desconsoladamente.

Con los ojos hinchados y llenos de lágrimas, Elowen se levantó molesta y gritó: —¡Te dije que ya no hay nada que se pueda hacer! ¡¡él.. él está..!!

Luang. De Lord a plebeyo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora