Capitulo 58: Tres Días ....

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El golpe de calidez que el entorno emanó fue suficiente para que el chico castaño pudiera expulsar de su boca, un pequeño suspiro. La tibieza de una acogedora sala lo llenó inmediatamente de gratificantes sensaciones, mismas que un leve olor a cereza se encargó de aumentar. El suave aroma de aquel reconocido perfume aún permanecía en el aire de la estancia, razón suficiente para que las fosas nasales de un hombre absorto en la nostalgia, no pasaran desapercibida ante dicha y dulce esencia.

Una mano viajó hasta a la altura de su tórax con el único propósito de tranquilizar mediante suaves frotes el galope de unos desbocados latidos queriendo traspasar abruptamente su pecho. No obstante, y sin dejar que las emociones le ganaran a su razonamiento, se concentró lo suficiente para no ceder a los impulsos de un hombre en demasía enamorado, puesto que el motivo de su visita era totalmente ajeno a lo visceral.

Realizó en varias ocasiones unos cuantos ejercicios de respiración, siendo estos el canal perfecto que trasladaría a una paz un tanto momentánea.

—Tome asiento si gusta ―habló la mujer, sacando al castaño de su juicioso letargo — ¿Desea tomar algo?

—Un té estaría bien — contestó con amabilidad, a la vez su cuerpo descendía lentamente hacia el amaderado y algo antaño sillón.

Por su parte, la fémina contrajo sus facciones en una clara señal de desconcierto ante tal petición, debido a que ese hombre delante suyo no aparentaba malestar físico alguno.

—¿Le duele algo? —preguntó con un deje de prudencia en su voz, mientras sus ojos no dejaban de curiosear superficialmente el sobre amarillo que permanecía en las manos de aquel guapo europeo.

«¿Qué traerá ahí ese chico?».

—¿Disculpe? —respondió el ojiazul, dejando en evidencia su confusión por tan inesperada interrogante

—¿Qué? — cuestionó un poco nerviosa al

creer que su imprudente pensamiento había salido a la superficie.

—Es que... Preguntó si me dolía algo — repuso entre tímidas risas.

—Me pidió un té ―retomó de manera veloz el hilo de sus pensamientos —. Entonces, quizá usted se siente mal, tal vez el viaje le ocasionó náuseas.

En el momento que esas conclusiones salieron de los labios de la mujer, Louis no pudo evitar que una pequeña sonrisa se escapara de sí mismo. Había olvidado por completo en qué lugar se encontraba y la cultura distinta de éste. Por ello, y de forma veloz, negó con la cabeza; haciendo consciente de su bienestar mediante ese gesto a una rubia que observaba atenta todos sus movimientos.

—En Inglaterra, bebemos té en vez de café o chocolate ―aclaró con dulzura.

Amelia, al escuchar aquello tan distintivamente inglés, dibujó en su rostro una avergonzada sonrisa. Sintió a través de ese gesto cómo sus mejillas poco a poco iban calentándose.

—Ay, lo olvidé. Soy una tonta.

—No se preocupe —intentó por medio de

calmadas palabras que la mujer dejara de padecer los indicios de un fuerte bochorno.

—Me preocupo porque no tengo té.

—Así estoy bien, Amelia. Muchas gracias —dijo, mientras sus bonitos ojos hacían conexión con la mujer del enfrente, misma que le transmitió una inusitada tranquilidad.

La mujer no respondió nada más, solamente optó por tomar asiento justo a lado del muchacho. Con una veloz mirada, analizó a detalle cada una de esas aparentemente sinceras facciones, mismas que al momento parecían lucir cansadas.

Sobre Hielo [ Larry stylinson] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora