Capitulo 47: Pedazos de cristal...

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Ni siquiera la lluvia que descendía con fuerza de un oscuro firmamento pudo mermar el increíble bullicio del cual el Ice Hearthstone estaba siendo testigo en esos momentos.

En una gélida estancia, bajo la atención de cientos de espectadores y seis respectivos jueces, se realizaba la Gran Final de las Olimpiadas del patinaje artístico sobre hielo Londres 2018. Y solamente uno de esos cuatro talentosos chicos sería merecedor de portar a la altura de su pecho, el tan anhelado oro olímpico.

Adrien Belanger fue el primero en demostrarle al jurado cuán capacitado se encontraba para llevarse el oro a su natal Francia. Con giros perfectos y secuencias que rayaron en la excelencia, colocó en tela de juicio el gane de un inglés favorito. Sin embargo, la supremacía artística ejecutada a través de My heart will go on, no brindó los frutos suficientes para considerarse un campeón olímpico. Tres caídas antes de su cierre coreográfico le hicieron conocedor que esa medalla dorada no colgaría en su cuello.

Con sumo profesionalismo se levantó de la fría superficie, manteniendo siempre el margen de la situación. Su semblante intentaba demostrar tranquilidad, pero un ahogante grito interno amenazaba con formar su perceptible decepción.

El francés había dado el todo por el todo, obteniendo como resultado un puntaje que podría quizá, ponerlo como peleador de una consoladora plata.

El siguiente en manifestarse con mera elegancia en ese duro y helado concreto, fue Louis Tomlinson.

Su sola presencia levantó suspiros de propios y ajenos. Esa noche, al parecer se había esforzado al máximo por lucir verdaderamente espléndido. Aunque la realidad estaba muy alejada de cualquier enamorado pensamiento, debido a que su simplicidad natural era la protagonista de aquel traje totalmente negro. Una camisa manga tres cuartos sobre su torso; siendo esta adornada por unos tirantes de un rojo escarlata que produjeron en Tomlinson, más distinción en cuanto a su figura.

También un detalle poco perceptible ante la vista del público; era un pequeño prendedor en forma de una rosa color azul situado al lado del cuello de su fina prenda, dando uno de los significados más bonitos que tienen las rosas azules, ya que son el símbolo de que los sueños imposibles se pueden alcanzar. Asimismo, simbolizan sentimientos liberadores de confianza, esa que imperaba en su interior como un potente fuego. Además, representan el amor eterno y la esperanza de lograr una meta difícil o imposible de alcanzar. Ese hermoso amuleto mostraba de forma vívida la cumbre de lo que apenas sería la cima.

Algo que también llamó la atención en su ajuar; fue ese perfecto par de patines color negro, cubriendo un lado de la bota, el diseño estampado a mano de unas hermosas guitarras eléctricas.

Eran los calces que su amado Harry, un mes atrás, le había obsequiado. Un regalo que atesoró en lo más profundo de su corazón, ya que el dibujo allí plasmado representaba para su vida algo verdaderamente importante, un hermoso trace que inundó su alma con la grata sensación de un maravilloso recuerdo: Su papá.

Era como si en ese oscuro par de afiladas botas permaneciera un pedacito de su amado padre; ese conductor perfecto para cada uno de sus movimientos, mismos que serían abrazados por aquella cálida compañía, guiando mediante una imaginativa remembranza cada trasiego ejecutado en su tan amado hielo.

Y con la memoria de su papá prensada en su centro, Louis comenzó la travesía de una magnífica rutina.

Era su momento de brillar. Louis Tomlinson debía demostrar sus cualidades artísticas; esas que sobresalían mediante sus refinados desplazamientos. Cada desliz era una caricia para ese público que quedaba cautivo gracias a su notable excelencia.

Reachin’ for heaven representaba en su máximo esplendor lo maravilloso de un intachable programa largo, siendo sus melodías las responsables de los majestuosos movimientos realizados en cada poderoso e inducido resbale. Lo sentía. Louis fue capaz de palpar con los propios latidos de su corazón qué tan cerca se encontraba de besar el cielo, puesto que cada elevación, seguida de una perfectamente ejecutada pirueta, le limpiaban más y más el camino a la victoria. No obstante, no fue la algarabía de una extraordinaria rutina que posicionó al castaño en las puertas de un precioso firmamento, sino lo que había más allá de él: Un color verde, cuya luz repleta de un sincero amor le irradiaba armonía a cada resuello de su existir.

Sobre Hielo [ Larry stylinson] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora