24 de diciembre, cementerio Brompton.
Fechas difíciles para quienes han perdido a un ser amado. Quizá para el resto de las personas tal época del año tenga mayor relevancia o sea de absoluta felicidad, pero para los demás, tal vez sean días dolorosos, ya que probablemente les haga falta alguien importante, alguien que extrañan con todo el corazón; una ausencia que invita a las lágrimas recorrer al menor estímulo, siendo estas las culpables de nostálgicas punzadas que llegan como una caricia al alma.
Y ese era el caso de Louis Tomlinson.
Ese veinticuatro de diciembre era la novena navidad con la ausencia física de su padre; sin embargo, la inexperiencia para sobrellevar el dolor en esas fechas parecía no darle tregua. Por lo que él frágil inglés hacía su mayor esfuerzo para aparentar valentía, intentaba realmente despejar su mente de la realidad que día a día lo cobijaba con pesadumbre. De verdad que trataba, pero siempre el fracaso se interponía en su camino, puesto que los recuerdos se agolpaban en su mente y el dolor invadía su corazón.
“Claro que viajaré hasta Italia para ver triunfar a mi estrella favorita”.
“Te lo prometo, mi niño”.
Fue la última vez que escuchó la voz de su amado padre, antes que la desgracia lo atrapará en una agónica y oscura nochebuena del año dos mil nueve.
Las gélidas ráfagas de viento que producía la intemperie, lograron que la presencia del castaño temblara a cada frío azote decembrino; muy por debajo de su cálido abrigo, quien no pudo pelear una justa batalla con tal feroz invierno.
Su cuerpo se hizo espacio entre la helada tumba, sentándose en la orilla de esta, mientras que su acolchonada mano retiraba una considerable cantidad de nieve que cubría en totalidad aquella fina lápida de mármol. Esta misma impedía con gruesos copos que sus cristalizados ojos leyeran una vez más, como cada veinticuatro de diciembre, aquel epitafio plasmado en unas dolorosas líneas que él mismo había redactado
“Ahora tendremos que abrazarnos desde lugares diferentes, y aunque tu ausencia está en mi mente, tu presencia sigue aquí en mi corazón. Te amo mucho, papá”.
Sus empapados iris leyeron lentamente esas palabras tan vividas para su espíritu; sus latidos golpeaban fuerte cada que posaba su mirada en la desoladora frase, porque nunca dejaría de sentir el fuerte impacto que esta sometía a su ser. Aquella ausencia física se mantenía incrustada en existir; no obstante, luchaba día a día para que el dolor no se manifestara de forma estacionaria en su cabeza… Pero no pudo bloquear con éxito el malestar de su corazón.
—Hola, papi. —Su labio tembló ligeramente debido a la abundante capa de lágrimas que sus ojos se acumularon; y los espasmos del dolor en sus músculos, hicieron perfecta combinación con las reacciones de su cuerpo al medio ambiente.
—Realmente — sorbió su enrojecida nariz en un intento por controlar la húmeda secreción que el llanto le provocaba, — no tienes ni la menor idea de cuanto detesto esta fecha. La odio, ¡la odio mucho!
El farfullo lleno de cólera e impotencia se filtró de su pecho a su estrangulada garganta, esta ganó un poco de fuerza; y de esa manera, salió en forma de sollozos a su exterior, siendo sus gimoteos el canal que le permitiera a su dolor cruzar el límite de la fingida valentía. No lo soportó más, entonces comenzó a llorar. Dejó que las lágrimas surcaran sus mejillas, quizá y de ese modo, el peso de la desolación ya no lo agobiaría más.
Mark lo observaba desde una banca, sintiendo unos deseos terribles de correr a abrazarlo y transmitirle a través de su calidez, que al menos aún lo tenía a él... que ya no le llorara más a un simple pedazo de piedra. Pero, ¿acaso podía culparlo? Por supuesto que no, ya que esa lúgubre losa representaba para Louis, un lugar donde poder llorar.
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Sobre Hielo [ Larry stylinson]
Fanfic"Desde su adolescencia, Harry ha estado secretamente enamorado de Louis, un exitoso patinador profesional. Inspirado por este amor de juventud, decide seguir sus pasos en el mundo del patinaje artístico, sin imaginar lo que pasaría después. A medi...