Capitulo 43: Una vida sin ti ....

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El helado concreto de una invernal ciudad, era testigo de los magníficos trasiegos que un chico de apenas dieciséis años realizaba a través de toda esa lisa humedad. Simplemente portaba un talento único; brindado por el divino cielo, ese que en cuyos momentos permanecía grisáceo gracias al mermo clima que descendía del mismo.

Mark y William admiraban a su niño desde el frío muelle de aquel congelado lago. Amaban verlo sonreír por el disfrute que cada movimiento le otorgaba; ese que lo hacía elevarse con la supremacía de un ángel.

—¿Crees que gane la medalla? — preguntó un curioso hombre castaño, mientras su mirada se mantenía prensada en aquel vivaz muchacho.

—Estoy seguro —respondió Edwards —.Lo he preparado para este momento.

—Un momento que deseo ver.

—Y lo verás…

El mayor de los Tomlinson calló por unos instantes, permitiendo que la fresca brisa de noviembre se filtrara por medio de sus fosas nasales, amando en silencio el acendrado aroma que esta le regalaba. William amaba los olores que le brindaran a su olfato las frías sensaciones del invierno. Era como si su tibio interior experimentara una increíble erupción de temperies.

—Si algún día falto, prométeme que cuidarás de él.

La desagradable pesadez fue lo máximo que imperó en el pecho de su pareja. Escuchar esa frase tan lúgubre sin razón de ser expresada, le provocó a su estabilidad un severo llamado de alerta.

—¿Por qué carajos dices algo así?

—Porque nunca sabemos qué nos espera mañana.

Y fue entonces que Mark negó con rapidez, rechazando con ese gesto cualquier cantidad de malas vibras.

—Pues a ti, a Louis y a mí… Nos espera un gran porvenir —afirmó, entrelazando su acolchonada mano con la de su amante —Pero de todos modos, si algún día tú llegases a faltar, cosa que no deseo, no te preocupes… Yo cuidaré de él.

❄️

Su piel fría…

Esa gélidez que perfectamente podría contratarse con las bajas temperaturas que sucumbían la lúgubre noche de una silenciosa Londres.

Su faz pálida…

La lividez similar a la luz de la amarga luna; esa que durante muchas noches los abrazó con un fraternal resplandor.

Sus párpados cerrados en una plena pasividad; misma que se veía claramente expuesta en su quieta respiración. No había movimiento alguno... Louis se encontraba sumergido en un entero sosiego.

Ya no habían lágrimas por parte del hombre que se hallaba de pie justo al frente de aquella dormida presencia; solamente una mirada calmosa, intentando rememorar en cada aletargado vaivén visual, al ser humano más bueno que la vida a través de los años pudo haberle puesto en el camino.

¿En qué momento ocurrió todo?

Hasta hacía un par de horas, Louis era una persona en demasía incandescente; y esa brillosidad humana salía a la superficie por medio de sus ocurrencias, mismas que siempre lograban hacerle sonreír en los momentos más difíciles de su existencia. Pero ahora, su adorado niño estaba allí, tan frágil como una transparente burbuja de jabón.

—Louis —Con un delicado movimiento de su mano, fue enterrando sus dedos en los lacios cabellos que descansaban esparcidos sobre la suavidad de una blanca almohada— Despierta, mi niño… despierta por favor. Sin tú también me llegases a faltar…

Y como si de una fuerte e inconsciente conexión se tratara; aquellos blandos pliegues de piel que resguardaban en su interior el bonito brillo turquesa, comenzaron a removerse entre toda la quietud en la cual hacía una media hora se encontraban inmerso.

Sobre Hielo [ Larry stylinson] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora