Cuando perdemos a una persona que amamos, queremos que el mundo se detenga y reanude su curso una vez que nos sintamos listos para seguir adelante. Pero no lo hace. A mí ni siquiera me da tiempo para respirar y mucho menos espera a que haya aprendido a sobrevivir sin ella para arrojarme a nuevos laberintos. La luz que solía guiarme lejos de la oscuridad se ha apagado para siempre, así que me encuentro solo.
Transcurre un mes desde la última vez que la vi. Un mes desde el último abrazo y el último beso. Un mes desde la última conversación con mi novia. Es extraño, porque han ocurrido tantas cosas que parecen haber pasado años, y al mismo tiempo pareciera que fue ayer que todo sucedió.
Nada volverá ser como antes, aunque nada en el mundo ha cambiado. Para cuando Alai, Jake y yo abandonamos la ciudad, las manifestaciones continúan, ya que la policía aún no captura al culpable. Nos preocupa que el caso quede impune, pero no viajemos solos y eso hace que nos sintamos menos intranquilos.
Los padres de Alai, el señor Belmont y mi papá vienen con nosotros. Tanto ella como Jake necesitarán todo el apoyo posible en la competencia. Sobre todo porque las cosas dan un giro inesperado durante la emisión del programa. Al día siguiente, siguen sin procesarlo. Cada uno tira hacia una dirección opuesta y yo estoy atrapado en el medio.
—No voy a hacer esto. No puedo. Sabía que no debía venir aquí.
—¿Puedes dejar de decir que no?
Las pocas personas que deambulan a esta hora por los pasillos del set de televisión tardan más de lo necesario en pedir comida de la máquina expendedora. Presiento que se debe a la curiosidad que les genera la discusión. Yo finjo estar concentrado en la revista que cogí de la mesa, aunque ni siquiera entiendo si va sobre moda o viajes. Por un momento pienso en marcharme con la excusa de buscar el baño. Pero el lugar es tan grande que me asusta perderme e irrumpir en un programa en vivo.
—No competiré contigo. Fin de la discusión.
—¿Entonces qué? ¿Renunciarás? —le increpa Jake. Levanto la mirada instintivamente ante el silencio de Alai y vuelvo a esconderme tras la revista cuando él se gira hacia mí—. Por favor dime que no lo estás considerando. No puedes echarte para atrás justo ahora.
—Claro que puedo, ¿no me has oído? Abandonaré el concurso. Te llevarás tú el premio y el contrato con la discográfica, ¿qué más quieres aparte de eso?
—Quiero que tengas las mismas oportunidades que yo de cumplir tu sueño. Quiero ganar porque me lo merezca, no porque te retires de la competencia y no quede nadie más.
—No tiene caso, Jake. El público te elegirá a ti de todos modos.
Con miedo de asomarme al exterior, bajo la revista con lentitud y la devuelvo a la mesa. Jamás había visto a Alai antes. Supongo que cuando una situación excede nuestros límites, estallar es inevitable.
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Escúchame cantar
ChickLitCristel está cansada de vivir con miedo. Miedo de salir de casa y no volver. Miedo de perder a una de sus amigas. Miedo de adentrarse en una historia de amor y que esta se convierta en una de terror. De hecho, esto ya sucedió la última vez. Sin emba...