Capitulo 42:

97 5 1
                                    

Narra Roberta:
Miré la hora en mi celular y sentí que la angustia se multiplicaba en mi pecho. Habían pasado más de dos horas desde que Diego se fue de la habitación de manera brutal y no sabía nada de él. Ni siquiera podía imaginar dónde podía estar...

Me levanté como pude, y es que si, yo seguía en el piso; pero así como me levanté del piso me dejé caer sobre la cama. La angustia y la culpa no desaparecían y se sentían como puñaladas en todo mi cuerpo.

Fue entonces cuando me dí cuenta de que debía levantarme e ir a buscarlo cuanto antes. Había pasado mucho tiempo, de modo que él ya había tenido tiempo de pensar a solas; además solo quería encontrarlo, abrazarlo y pedirle perdón...
Sabía que él estaba enojado, que posiblemente me rechazaría y que también me volvería a gritar.. pero no podía quedarme sentada y esperando, se sentía terrible.

Abrí la puerta de la habitación y salí despacio, mientras me limpiaba las lágrimas de la cara e intentaba borrar cualquier rastros del llanto desconsolado. Claro que no logré nada en absoluto porque mi cara más que la cara de una chica parecía un tomate, pero al menos lo intenté.

Como era de esperarse, él no contestó el teléfono, así que simplemente caminé sin ningún tipo de rumbo por las largas calles del lugar.

No recuerdo exactamente en qué momento fue, pero de pronto mi cabeza se iluminó y recordé que sabía de un posible lugar en el que podría llegar a estar.

Un día, cuando paseábamos por la playa al atardecer, encontramos algo así como una cueva entre unas rocas, estaba apartada y era fría y oscura. Diego en su momento dijo que no dudaría ni un segundo en correr a esconderse ahí si tuviera ganas de estar solo... Quizás en cierto modo predijo lo que terminó sucediendo.

Tardé por lo menos veinte minutos en llegar ahí, pero de todos modos los sentí como si hubieran sido las horas más largas de mi vida.
Me asomé despacio, y ví la sombra de una persona. A penas tuve que hacer un par de pasos más, para verlo sentado de espaldas a la entrada de la cueva.

Entré intentando no hacer ruido y me quedé quieta a una distancia considerable. El ni siquiera parecía notar que yo estaba ahí, y si lo hizo, no le importó mucho la verdad.

Roberta: Diego... tenemos que hablar, por favor.
Diego: Si estoy acá es porque quiero estar solo. Me harías el favor de irte?
Roberta: No.. ya estuviste solo y en silencio demasiado tiempo.
Diego: No quiero gritarte Roberta, no quiero tratarte mal... dejame que me aleje y cuando esté más calmado hablamos.
Roberta: Pero claro que no... (me acerqué y me senté al lado suyo) Si querés gritarme, hacelo, realmente no me molesta...
Diego: No quiero hacerlo, ahí está el problema.

No supe qué más agregar. Simplemente me quedé en silencio, mirando hacia abajo, buscando en mi interior algún tipo de valor para poder volver a mirarlo a los ojos y hablarle.

Él tampoco parecía tener intenciones de romper el silencio. Escuchar solo el sonido de su respiración me estaba desesperando... Quería que me hable, no me importaba si me gritaba, simplemente quería escucharlo.

Siguiendo un impulso, lo tomé de las mejillas, giré su cara y uní mis labios con los suyos. Creo que ese fue el primer beso frío que me dió desde que nos conocimos; y claro que mi corazón se hizo pedazos al instante.
Corrí la cara, avergonzada, y deseando estar muerte en ese mismo momento.

Diego: No vas a arreglar las cosas de ese modo..
Roberta: Pensé que... en realidad no quería arreglar las cosas así, es solo que lo necesitaba.
Diego: Y yo necesito que rompas ese estúpido trato, por favor.
Roberta: No puedo..
Diego: Si que podés, simplemente no cumplas con tu palabra y se acabó.
Roberta: ¿Vos querés que me manden a un internado en Italia? Y te aseguro que si eso pasa si que no nos volvemos a ver nunca más..
Diego: Yo lo único que quiero es no perderte.
Roberta: No me vas a perder.. es solo por un tiempo.
Diego: Por un tiempo.. (repitió) En un tiempo pueden pasar demasiadas cosas, sabías?
Roberta: Yo no me voy a olvidar de vos, Diego, por favor..
Diego: No me pidas por favor nada, Roberta. Eso decís ahora, pero sabés qué? Vos tenés talento, y vas a triunfar, te vas a convertir en una estrella y entonces... yo voy a dejar de importarte.
Roberta: Eso nunca va a pasar.
Diego: Eso si va a pasar, y no te molestes en negármelo más.

(...)

El resto del día fue una verdadera porquería, y por la tarde, llegó el momento de irnos.
Yo no había podido dejar de llorar todo el tiempo, las lágrimas se me escapaban de los ojos e intentaba ocultar mi cara para que él no lo notara... Pero tampoco es como si él me estuviera mirando..

Me ignoró todo el día, y eso me dolió más que cualquier cosa.

Subí al auto por fin, después de meter todos los bolsos en el baúl y me hundí en mi asiento. Diego se deslizó a mi lado, al volante y recién entonces, me miró.

Diego: El cinturón de seguridad, Roberta.
Roberta: ¿No vas a dejar de tratarme como si fuera un pedazo de basura en todo el día, Diego?
Diego: (devolvió la vista al frente)
Roberta: Entiendo.. quizás después de hoy no nos veamos en muchos días, y vos la mejor idea que tenés es ignorarme y arruinarlo todo..
Diego: Yo no fui el estúpido que hizo un tonto trato, si? Así que no intentés culparme a mi por todo esto!

Nuevamente un grito. Y nuevamente los pedazos ya rotos de mi corazón se rompieron...

Él no paraba de hacerme sentir mal... y de verdad me dolía que nuestro último día juntos se fuera a la basura de este modo.

Comencé a llorar y sollozar como una nena pequeña, sintiéndome sola, indefensa y despreciada. Fue entonces cuando Diego detuvo el auto y estiró su mano, para tomarme del mentón y levantar mi cabeza.

Diego: Perdoname... sé que me estoy comportando como una bestia.
Roberta: ...
Diego: Roberta por favor, perdoname si te hice sentir mal.
Roberta: ...
Diego: No quise, de verdad no quise...
Roberta: Yo no quise arruinarlo todo, Diego.
Diego: Ya lo sé.. (murmuró)
Roberta: Entonces si ya lo sabés, por favor no me culpés.. yo... creí que estaba haciendo lo mejor, lo único que podía hacer.
Diego: No pensaste bien las cosas..
Roberta: ¿De verdad creés que no estoy arrepentida por eso? No necesito que me lo recuerdes...
Diego: Esta es... la peor forma de terminar nuestras vacaciones.
Roberta: Esto es mi culpa.
Diego: Quizás... pero creo que.. va a ser mejor que me olvide de eso y...
Roberta: Perdoname, por favor.
Diego: Estás perdonada, preciosa...

Se desabrochó el cinturón de seguridad y se acercó a mi hasta unir sus labios con los mios.

¿Nunca les pasó que están llorando y cuando alguien las besa o abraza lloran aún más? Bien, eso, exactamente eso me pasó a mi en ese mismo momento.

Horas Después:
Deslizé mi valija por el largo pasillo de entrada, hasta la puerta de mi casa. Diego caminaba a mi lado, sosteniendo con fuerza mi mano libre.
Los ojos me ardían y la cabeza me daba punzadas... ¿por qué tuve que llorar tanto?

Antes de que pueda poner un dedo sobre el timbre, la puerta se abrió y mi mamá se lanzó sobre mi para abrazarme como si no me hubiera visto en años.

Alma: Roberta, hija! Por fin estás acá.. no sabés lo preocupada que estaba.
Roberta: Te envíaba mensajes todas las noches..
Alma: No es lo mismo que tenerte acá y escuchar tu voz.. (miró a Diego) Gracias por cuidarla.
Diego: No podía ser de otra forma, señora Pardo.
Roberta: ¿Dónde está papá?
Alma: Tu padre fue a firmar las últimas cositas para arreglar todo para tu viaje a Europa..
Roberta: (asentí) Entonces es cierto que nos vamos en un día..
Alma: Si, siempre lo fue.
Diego: Creo que es mejor que me vaya antes de que llegue...
Roberta: Si llega o no llega mi papá no importa (lo interrumpí) Hoy es el último día que tenemos para estar los dos juntos acá.. quiero que te quedes.
Diego: Roberta, mi amor.. a mi me encantaría, pero no creo que sea una buena idea..
Alma: A mi me parece una buena idea. (dijo, de repente) Si querés, si de verdad querés, podés quedarte y almorzar con nosotros hoy..
Diego: ¿De verdad?
Alma: Completamente.

Sonreí. Este último día lo pasaría con él y no me importaba nada. Estaba sin dormir, cansada de tanto viaje y casi segura de que a mi papá no le iba a gustar para nada la idea de tenerlo almorzando con nosotras...

Pero, ¿saben qué? No me importaba. No me interesaba.

Continuará...

Don't Forget MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora