Narra Roberta:
Los nervios se habían instalado en mi cuerpo y no parecían tener intenciones de dejarlo, mientras el avión iba levantando vuelo.
Mis padres estaban en los asientos detrás de los mios, y a mi lado se sentó un chico que a penas se apoyó en el asiento se puso los auriculares y enterró la nariz en un enorme y pesado libro.
Suspiré y comencé a juguetear con mis manos, mientras tarareaba una canción para calmarme.
Separarme de Diego minutos antes para subir a esta enorme nave había sido una de las cosas más difíciles que me tocó vivir. Y en este preciso momento, lo que más deseaba era tenerlo al lado mio porque sabía muy bien que solo él podía calmar mis nervios.
El viaje se sintión realmente largo. Mi cabeza iba de un lado a otro todo el tiempo, así que realmente no dormí nada. Pueden imaginarse que tenía unas ojeras por el piso cuando anunciaron que estábamos próximos a aterrizar.
Había llegado el momento de comenzar esta aventura que podía ser el primer paso de una carrera artística, que esperaba, fuera exitosa.
Dos semanas después:
La casa en la que nos estábamos quedando desde hacía exactamente catorce días era hermosa. Nuestro primer destino era Inglaterra, pero mis padres me habían confirmado que en caso de que tuviera suerte, recorreríamos muchos más países de Europa.
Los días eran largos y agotadores. Iba a muchas de clases de canto, de baile e incluso actuación. Además debía estudiar, porque no me dejaban dejar de lado el estudio ni por chiste.
Fui a muchos lugares para provarme antes de hacer el casting para el que había viajado. Un representante de bandas y solistas famosos me vería y decidiría si estaba o no estaba apta para este mundo tan escandaloso.
Lo cierto es que me dolían los pies y la cabeza y esto a penas estaba comenzando.
Intentaba contactarme con Mia, pero mis padres casi no me dejaban usar mis redes sociales, y incluso comenzar a pedirme que las cerrara antes de hacerme conocida y abriera otras cuentas para los fanáticos.
Yo me negaba a hacerlo. Primero porque no tenía fanáticos aún, y segundo, porque tenía mis cuentas desde los doce años y no pensaba borrar todos esos recuerdos.
De Diego no sabía mucho. Las pocas veces que hablé con Mia (que fueron exactamente tres) le pregunté por él, pero solo me dijo que estaba bien y que lo había visto unas pocas veces dando vueltas por ahí.
Le pedí que le dijera de mi parte que lo amaba y extrañaba, aunque estaba violando el trato con mis padres.
El día de la prueba difícil llegó bastante rápido, y ese día supe lo que eran los nervios y el sentir que el cuerpo no puede tolerar más presiones.
Terminé agotada, y temblando como una hoja. Mis papás dijeron que estuve bien, el tipo que me representaría, un tal Dixon Miller, solo me observó con cara de nada y se puso a hacer anotaciones mientras me tenía ahí esperando.
Al cabo de una media hora interminable, Dixon, que por cierto era alto, de hombros anchos, espalda grante, pelo negro oscuro y ojos celestes; decidió que si quería representarme.
Supe, desde un primer momento, que me costaría horrores hacerme un lugar en el mundo artístico.
Cuatro Años Después:
Narra Diego:
Dicen que algunas experiencias traumáticas cambian por completo a los hombres. Por mi parte, puedo decir que eso es cierto.
Desde que dejé ir a Roberta y perdí contacto con ella, me dediqué a salir con mis amigos durante noches enteras, beber alcohol hasta perder la conciencia, fumar y muchas veces incorporar drogas a mi organismo.
Estaba perdiendo el control. Comencé a correr más seguido, incluso hubo noches en que me subía a la moto alcoholizado y estuve con otras mujeres.
Todavía me averguenza el haber estado con otras, pero me bastaba con mirar la televisión y leer revistas para darme cuenta de que Roberta estaba haciendo lo mismo.
Su nombre artístico era "The Queen", o "La Reina" para quienes sean brutos como yo en el inglés. Tenía millones y millones de fanáticos por todo Europa, y poco a poco los ganaba acá también, aunque en menor medida.
Sabía que había hecho mucho más dinero del que ya tenía, y en solo cuatro años, la vincularon con tres cantantes del momento.
Según una revista que leí la noche anterior a esta mañana, ella estaba en una feliz relación con (Imaginesen ustedes), un gringo que cantaba igual que ella y que pertenecia a su "vida de lujos".
Me crucé con Mia, la amiga de Roberta, muchas veces durante estos cuatro largos años. Incluso la ví cruzar cuando yo salía de hoteles con varias mujeres diferentes. Ella solo me miraba de reojo y no me decía ni una palabra.
Siempre tuve la duda sobre si le decía o no le decía a Roberta sobre lo que estaba pasando conmigo.
De todos modos, si le decía o no le decía sobre mi, parecía no ser importante. Estaba bastante seguro de que quedé desplazado de la vida de esa joven hermosa y llena de talento que una vez amé más de lo que me amaba a mi mismo.
Pensé muchas veces en lo estúpido que estaba siendo al descontrolar mi vida de ese modo, pero luego recordaba que mi Roberta, la chica dulce y sencilla que yo amaba, ya no existía y se me pasaba.
Ví muchas de sus presentaciones por Internet y por la televisión. La chica hablaba un inglés perfecto, y tenía un estilo sensual y atrevido que volvía loco a más de uno.
Cantaba y movía su cuerpo al ritmo de sus canciones y dejaba bien en claro que comenzó hacía unos pocos años atrás, era ahora toda una mujer.
Mi Roberta ya no existía. Y su Diego tampoco.
(...)
Llegué al trabajo unos minutos tarde. La cabeza me daba punzadas por la noche anterior, pero no me quejé porque no quería dar explicaciones sobre por qué llegaba un martes por la mañana con resaca al trabajo a las siete de la mañana.
Si se preguntan cómo es que hago para mantenerme a mi mismo y para pagar mis exesos, es fácil. Mi hermano, ese me prohibió entrar en la propiedad que era de ambos durante mucho tiempo, se acercó un día a mi departamento, me pidió disculpas y me arrastró a vivir con él.
Resulta que durante el tiempo que no tuve contacto con él, tuve dos sobrinos varones, Bastian y Valentino, de 5 y 3 años. Y también tenía una cuñada, por supuesto.
Esta mujer, muy bonita la verdad, tenía un padre que ganaba una fortuna vendiendo autos, y ahí fue donde dijeron "¿Por qué no ponemos al inservible de tu hermano menor a firmar cheques detrás de un escritorio?".
Igual no me quejo. El trabajo era fácil, mucho más que el lavadero de autos donde trabajé durante un año entero.
Además, tenía tiempo que mi hermano esperaba que usara para estudiar, pero al cual yo le dedicaba a las salidas y a dormir.
-¡Tenés 26 años Diego! Es hora de que madures!- Esa eran sus palabras cada vez que me encontraba en mi habitación durmiendo y con aspeco de haber venido directo de la tercera guerra mundial.
Yo solía ser un chico con pensamientos bonitos, si. Es más, creo que una vez se lo prometí a Roberta; pero ya no era eso y estaba bastante seguro de que nunca lo sería.
¿Amor? Eso se murió el día que leí la primer noticia que afirmaba el noviazgo de Roberta con un tipo de nombre inglés que no recuerdo en este momento. Lo peor fue que la noticia vino acompañada por una foto como prueba de que salieron juntos y estaban tomados de las manos.
Además de llevarse a mi antiguo yo, Roberta se llevó mi capacidad de amar y entregarme a alguien.
Todo se lo llevó ella. Todo.
En el escritorio de cada mañana me esperaba una pila enorme de papeles y Martín Moyano, el único compañero de trabajo con el que había entablado una relación, se estaba ocupando de hacer el trabajo por mi, debido a mi tardanza.
Él era un tipo grandote. Un oso, en simples palabras. Pero en lo personal, era como una criatura y yo con mi baja estatura era más agresivo e impulsivo que él, a quien solo le bastaría fruncir las cejas para parecer una amenaza. El tamaño ya lo tenía.
Martin: ¿Te caíste tarde la cama hoy o me parece a mi?
Diego: Anoche... se me fue la mano.
Martin: Como cada vez que salís.. (murmuró)
Diego: Digamos.
Roberta: Bueno tomá, seguí con estó.
Diego: Gracias por cubrirme.
Martin: No hay de qué. Hoy por ti, mañana por mi, no?
Diego: Si algún día me levanto temprano, lo prometo.
Martin: (rió) Y hablando de eso, mi hermanita Flor está como loca porque hoy llega al país la pelirroja esa que ella tanto ama.
Diego: ¿La pelirroja esa? Quién?
Martin: La Reina, la que era tu novia según vos, aunque nadie te crea... (rió)
Diego: Ya te dije miles de veces que es verdad.
Martin: Mirá si esa flor de mina te va a dar bola, por favor..
Diego: Tengo fotos que lo prueban. Solo que está.. más chica en ellas.
Martin: Bueno no importa, la cuestión es que mi hermanita quiere que la acompañe a verla en el primer show que va a dar, y la tengo que acompañar. No quiero ir solo a un concierto lleno de adolescentes locas cantando canciones en inglés, me harías el favor de...?
Diego: No quiero ir a verla, Martin. (lo interrumpí)
Martin: Ay por favor, si ella ni siquiera te va a ver, el estadio va a estar repleto de personas..
Diego: Mirá si yo voy a pagar una entrada para ver a mi ex cantando sobre un escenario, por favor.
Martin: Las entradas las pago yo, vos solo deberías hacerme el favor.
Diego: (rodé los ojos)
Martin: Tomo eso como un si.
El se fue muy feliz y yo me quedé mirando con enojo a la chica rubia, de baja estatura y ojos achinados que sonreía en el cuadro que Martin tenía sobre su escritorio en la otra punta de la habitación.
Su hermanita, Florencia Moyano, era su debilidad, y aunque tenía 16 años la trataba como si tuviera 11 y no la dejaba ir a ningún lado si él no la acompañaba.
Lo peor era que la muy hija de su madre era fanática de Roberta. Y cuando digo fanática me refiero a esas minas que están todo el día pendientes de sus ídolos, los acosan por las redes, los tienen pegados por todas las paredes de su casa, tienen los celulares y lo que sea llenos de música y fotos de ellos, y ni hablar de los discos y videos de los conciertos, pueden llenar disquerías enteras.
No quería ir. Encontraría una forma para no tener que ir.
Narra Roberta:
-Es importante que sigas las reglas, Roberta. Todo lo que hagas puede jugar en contra de tu carrera y recién estás comenzando, tenés que cuidarte.
Dixon me miró con sus ojos de vigilante, mientras yo me comía una manzana verde sentada con las rodillas a la altura del pecho.
Ya me sabía su discurso de memoria. Pero estaba harta de vivir a agua, manzanas y cereales. Quería algo más. Eso no era cuidar la imagen, era desnutrirse.
Había aprendido a hablar inglés de corrido y con ese idioma me manejaba con él. Pero cuando me enojaba le gritaba en el Español más argentino que conocía y lo dejaba pasmado.
Roberta: ¿Podrías irte y cerrar la puerta con llave por favor?
Dixon: No hay tiempo.
Roberta: ¿En cuánto sale el avión?
Dixon: En dos horas. Tus padres te esperan en el aeropuerto.
Roberta: ¿En qué momento llegaron al país?
Dixon: Hace pocas horas... apurate con tus cosas, vamos a vivir un largo tiempo en tu país natal, che pelirroja.
"Che Pelirroja". Así es cómo él me llamaba, en su extraño español. Está bien claro que el "Che" es porque yo al principio no podía dejar de decir esa maldita palabra cada vez que iniciaba una oración; y el pelirroja bueno, no creo que sea necesario aclarar sobre eso.
Mi vida era perfecta para cualquiera que lo viera desde afuera, pero en realidad estaba bien lejos de ser así.
Amaba la música, la gente que me daba todo su cariño, este hermoso país en el que me logré hacer un lugar, a este tipo que aunque al principio era serio y duro como una roca ahora era como un padre para mi... Pero de verdad deseaba volver. Reencontrarme con todo lo que dejé atrás, incluyendo a mis padres que se volvieron a penas yo cumplí los 18.
Ahora tenía 20, y creo haber madurado bastante más. Incluso más de lo que esperaba madurar.
Respeté el trato con mis padres todo el tiempo, no sabía absolutamente nada de Diego, y es que él tampoco intentó ponerse en contacto conmigo de ninguna manera.
Quizás me encontrara con él cuando llegara, o quizás no... a esta altura, sentía que en vez de cuatro años, habían pasado 50.
Continuará...