Capitulo 45:

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Narra Roberta:
No me gustaban los aviones. Me daban una sensación horrible de inseguridad. Me sentía como un pez dentro de una pecera; cualquier cosa que le pasara a mi pecera y yo estaba muerta sin lugar a dudas.
Aunque con todos mis shows y demás me había acostumbrado bastante a eso de los aviones, eso no significaba que me gustaran o que no me dieran miedo.

Dixon se sentó en el asiento que estaba al lado del mio, y tomó un sorbo de su bebida. Yo entrelacé los dedos de mis manos y miré por la ventana. A cada segundo estaba más y más cerca y no sabía con qué me encontraría.
Mis padres estaban dentro del avión también, pero por lo que podía ver, estaban dormidos.

El hecho de tener un avión privado me ponía incluso más nerviosa, porque el silencio era insoportable.

Dixon: ¿Qué es lo que te tiene tan inquieta?
Roberta: No sé qué va a pasar allá.
Dixon: Vas a triunfar como triunfaste acá.
Roberta: Si, en realidad no me refería a eso.
Dixon: ¿Entonces?
Roberta: Estaba pensando en todo lo que dejé atrás cuando me vine para Europa. Mis amistades, el colegio, mi casa, y mi novio.
Dixon: Nunca me habías hablado de ningún novio.
Roberta: Se suponía que era un secreto, pero ahora que ya estamos volviendo no tiene sentido seguir ocultándolo.
Dixon: ¿Por qué lo ocultaste?
Roberta: Mis padres nunca lo quisieron, y para dejarme pasar tiempo con él antes de venirme para acá hicimos un trato en el que yo me comprometía a perder contacto con él durante todo lo que durara este... sueño.
Dixon: ¿Y pudiste simplemente estar lejos de él sin que te pase nada? Eso es increíble.
Roberta: Por dentro me moría los primeros meses...
Dixon: ¿Y ahora?
Roberta: Me acostumbré a estar sin él, eso es lo que pasa; pero muero por volverlo a ver...

Me preguntaba si él había visto alguna de mis presentaciones por televisión o por Internet. Estaba bastante segura de que tenía que haber buscado algo, al menos tendría que haber tenido algo de curiosidad por saber qué era de mi.
Deseaba que las cosas siguieran iguales a cómo eran cuando me subí al avión hacía cuatro años atrás, siendo nada más que una adolescente con muchas dudas.

Lo extrañaba.
Me había acostumbrado a su ausencia, porque por muy duro que sea todos terminamos acostumbrándonos al dolor en algún momento; pero sabía que cuando volviera a verlo, ya no querría separarme de él nunca más.

(...)

Bajé del avión en el aeropuerto y por fin, después de tanto tiempo, pude pisar suelo. Tenía un nudo en el estómago, mientras avanzaba en medio de mis padres y con Dixon detrás mio cuidándome la espalda todo el tiempo.

Me crucé directamente con algunas fans cuando intentábamos ir hacia el auto, y me quedé sacándome fotos con ellas y conversando. Era muy lindo tener ese contacto tan directo con ellas. Ese amor que te da un fanático no se compara con ninguno, porque ellos te están dando su amor y su apoyo incondicional sin conocerte, y aún así aseguran que te aman y que te van a seguir a todos lados. Si eso no es amor, entonces no sé qué será.

También habían algunas cámaras y micrófonos de periodistas que me hicieron algunas preguntas, pero Dixon me tenía prohíbido dar notas, a menos que fuera para promocionar algún show y para hacer donaciones y demás. Decía que los medios eran una porquería, y que lo único que buscaban con sus notas era distorcionar nuestras palabras y hacernos quedar mal para ponernos en contra a la gente.

Yo, por mi parte, disfrutaba del hecho de poder conocer gente agradable e ignorar las preguntas incómodas de los incansables periodistas que lo único que deseaban eran detalles de mi vida privada que jamás les daría, ni por chiste.

Por fin, después de perder más de una hora en el aeropuerto, logramos llegar al auto y este arrancó hacia mi casa... mi antigua casa.

Alma: ¿Estás nerviosa por volver, hija?
Roberta: Si, bastante.
Martin: Esperemos que no nos crucemos con un mundo de gente ahí también.
Roberta: No creo, no muchos sabian que venía hoy.
Dixon: No sé cómo hacen, pero se enteran de todo.
Roberta: Si, me dí cuenta por lo del aeropuerto...
Alma: Pero a vos te encanta eso, lo veo en tus ojitos..
Roberta: Es una sensación hermosa ma, ¿entendés que tengo fans? (dije, emocionada)
Alma: (rió) Y te los merecés, mi chiquita...

Me besó la frente y seguimos el viaje.

Por suerte, en la puerta de nuestra casa no había ningún periodista ni nada; y todo eso era mérito de los guardias de seguridad que habían en el portón, ya que eran ellos quienes los espantaron, seguramente.

Arrastré mi valija por el pasillo, sintiendo nervios como si fuera la primera vez que pisaba el piso de esa casa cuando en realidad me había críado ahí dentro.

Los recuerdos me llegaban como pantallazos, en ellos podía ver a Diego, Mia, Nora, incluso a Javier y Paula... lo que era mi mundo antes de hacerme conocida delante de las cámaras.... Y por primera vez fui consciente del todo de lo mucho que las cosas habían cambiado.

A penas abrí la puerta, me sorprendí al ver que habían puesto globos y adornos por todo el living. Mia estaba ahí, que corrió hacia mi y me abrazó con fuerza... Con toda la fuerza que al parecer se había estado guardando desde hacía un tiempo.
Estaba Miguel, su novio, también y algunos otros antiguos amigos de la escuela. También algunos familiares; todos ellos me recibieron con amor.

Busqué con la mirada a Diego en alguna parte de la habitación. La esperanza palpitaba dentro mio, mientras buscaba su rostro... Pero no lo encontré. Él no estaba ahí.

(...)

Esa noche Mia se quedó conmigo, y me ayudó a desempacar porque yo me negué a que Nora lo hiciera por mi. Eso era algo que me había enseñado Diego y también algo que mantuve presente durante cada día en Europa.
Yo tenía manos y mi propia movilidad, podía hacerme cargo de las cosas que eran para mi; no podía todo el tiempo depender de alguien más...

Parecía que podía escuchar la voz de Diego pidiéndome que lavara mi plato de comida y me veía a mi misma, como toda una nena inmadura, discutiéndole lo indiscutible.

Mia también había cambiado. Estaba terminando sus estudios en la universidad, quería ser contadora y estaba realmente cerca de lograrlo. Además, tenía la facilidad de tener unos padres que podían darle un puesto de trabajo a penas ella terminara de cursar.
Estaba madura. Su relación con Miguel era realmente seria y hasta planeaban irse a vivir juntos cuando terminaran de estudiar y cada uno consiguiera su propio trabajo.

Mirándola bien, a ella y a toda su vida, me dí cuenta que no hubiera estado tan mal para mi hacer lo mismo. Y es que quizás, si me quedaba, hoy por hoy podía estar muy bien y feliz con Diego.

Aprovechando que estábamos a solas en mi habitación, yo me armé de valor para preguntarle lo que quería preguntarle desde que puse un pie dentro de la casa.

Roberta: Mia...
Mia: ¿Qué pasa?
Roberta: Quiero.. hacerte una pregunta.
Mia: Hablema con acento porteño por Dios, no soporto sentir que hablás como un inglesa.
Roberta: Perdón, pero es que se me pega. (reí) De todos modos extrañaba hablar español de corrido, y con una persona que también lo hable, claro.
Mia: ¿Ese Dixon no lo habla?
Roberta: No de corrido. Además no es lo mismo como hablamos nosotros que el español todo formal que él seguramente aprendió en algún instituto.
Mia: Bien, no nos desviemos por el tema de los idiomas que no viene al caso. ¿Qué es lo que quería preguntarme?
Roberta: ¿Dónde está Diego, Mia?

Todo lo que vino después, me gustaría poder olvidarlo. Las cosas que Mia me contó sobre él no parecían ciertas... parecía que me estaba hablando de otra persona. Yo no creía que mi Diego fuera capaz de todo eso, y las lágrimas caían por mis mejillas mientras iba escuchando más y más sobre todo lo que me había perdido.
Lo que más me dolió fue su falta de palabra. Me prometió que estudiaría, que obtendría un trabajo de lo que le gustaba y que me sería fiel... pero no hizo nada de eso. Tampoco dejó las carreras, otra cosa que le había pedido por favor que hiciera.

De pronto parecía que me habían cambiado de vida por completo. Y no creía poder soportar y aceptar que ese era el nuevo Diego. Que él se había convertido en eso.

Narra Diego:
Martin apagó la televisión por fin, y su hermana salió corriendo como una loca hacia su habitación, feliz de la vida.

Acababan de dar una nota en la que se veía a "la estrella del momento" bajando del avión y conversando con algunas fanáticas. La muy "diva" no daba notas y se dedicaba a sonreír todo el tiempo.

Me daba rabia verla así. Me sentía olvidado... sentía que de verdad había dejado de existir para esa chica. Si hasta hacía un tiempo, ya era mucha la diferencia entre nosotros, ahora que era incluso más millonaria y estaba más llena de lujos, yo debería no ser nada para ella.

Martin: Podrías disimular el desagrado por lo menos...
Diego: ¿Vos creés que se acuerda de mi?
Martin: Yo creo que aunque se acuerde cuando te le acerques te va a pegar una patada voladora.
Diego: ¿Por qué? ¿Porque soy pobre?
Martin: No Diego, no me dijiste que ella no era el tipo de gente que mide a los demás por su situación económica? Yo me refiero a lo que sos ahora. Mirate nada más, hasta le metiste lo cuernos... qué esperás? Que te reciba feliz de la vida? Eso no va a pasar.
Diego: Ella tampoco fue una santa.
Martin: Mucho menos, entonces.

Era triste que todo se viera arruinado de esa manera, cuando lo único que los dos habíamos deseado antes de despedirnos, era no olvidarnos.

Continuará...

Don't Forget MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora