Narra Roberta:
Puse la caja de cartón con fotografías delante de Diego y lo miré con una sonrisa en los labios. El me devolvió la sonrisa y quitó sus manos de sus bolsillos para agarrar la caja y abrirla.
Roberta: Acá están todas las fotos de mi infancia...
Diego: A ver, mostrame vos.
Roberta: Miralas vos, fuiste vos el que me las pidió con tanta insistencia.
Diego: Quiero que vos me las muestres.
Roberta: Bien...
Me senté en frente de él y saqué una de las fotos. Mi primer día en la escuela primaria. Me faltaba un diente y se notaba los nervios y ansias en mi cara. Diego agarró la foto y sonrió.
Roberta: Estaba horrible, bueno.. solo tenía seis...
Diego: Estabas hermosa. Dejame decirte que eras un verdadera ternura de pequeña.
Roberta: ¿Solo de pequeña?
Diego: (rodó los ojos) Si ya sabés que creo que sos una princesa, Roberta, no hagas preguntas tontas.
Roberta: (reí) Es que me gusta que me lo confirmes.
Seguí sacando fotos y mostrándolas. Estábamos solos en el living, pero sabía muy bien que mi mamá andaba dando vueltas mirándonos con intriga, y ni hablar de Nora que era incluso peor que ella.
No voy a negar que sentía nervios porque sabía que mi papá estaría en casa en cualquier momento, pero lo disimulaba muy bien, para ser sincera.
El que no lo podía disimular sin dudas era Diego. Lo conocía tanto... hasta el punto de saber que cuando sus mejillas se tensaban de cierta manera era porque estaba nervioso u a punto de explotar.
Dejé la caja de fotos a un lado y estiré mis manos hasta tomar las suyas. El levantó la mirada y nuestros ojos se encontraron.
Sentí un pinchazo en el estómago. ¿Cómo haría para vivir sin estos momentos? Ya no podría tomar sus manos, ni mirar sus ojos, ni siquiera escuchar su voz...
Roberta: Estás nervioso, verdad?
Diego: En realidad tengo miedo de que tu papá me dé una patada cuando me vea acá adentro..
Roberta: Él no va a hacer eso, y si lo hace..
Diego: ¿Qué vas a hacer? (me interrumpió) Mi amor, es mejor que me vaya de verdad, hablamos por teléfono después, así ahorramos un mal momento...
Roberta: No va a pasar nada malo, y si pasa, simplemente pasa; no quiero perder estas últimas horas que tenemos para estar juntos.
Diego: De todos modos si él no me quiere acá, me voy a tener que ir.
Roberta: Pero al menos vamos a haberlo intentado, y en ese caso.. yo me voy con vos. (sonreí)
Diego: ¿Tanto me querés? (preguntó, con el tono de voz más sincero que escuché en mi vida)
Roberta: Y si, claro que te quiero, mucho, mucho.. demasiado...
Diego: Pero me refiero a que... me querés tanto hasta el punto de ponerte en contra de tu familia? De verdad creés que valgo la pena?
Roberta: ¿A qué se deben todas estas preguntas?
Diego: Es que tengo curiosidad.
Su curiosidad me estaban poniendo nerviosa. Estaba logrando hacerme pensar que lo que él quería era convencerme de que en verdad no lo quería tanto como pensaba.
Pero eso no iba a pasar, porque si de algo estaba segura, era de cuánto lo quería y cuánto estaba dispuesta a dar por él.
Roberta: De repente te agarra la curiosidad a vos?
Diego: No te pongas nerviosa, es solo una pregunta.
Roberta: Claro que te quiero, y si que valés la pena. ¿Vos me querés a mi?
Diego: Por supuesto. Como nunca quise a nadie.
Roberta: Entonces no tenemos por qué estar dudando. Los dos sabemos que nos amamos, Diego, basta de preguntas.
Diego: El amor que tengo es fuerte... muy fuerte, pero...
Roberta: Siempre tiene que haber un pero, verdad?
Diego: Si... como en todo...
Roberta: ¿Cuál es el problema si hay tanto amor cómo vos decís?
Diego: Hay amores que.. no importa lo fuerte que sean, no soportan la distancia, entendés?
Roberta: Diego, que estemos lejos no va a lograr que yo deje de amarte. (suspiré) Si lo que querés es terminar conmigo, podés hacerlo.
Diego: No quiero terminar con vos, por qué decís eso?
Roberta: Porque me hacés pensarlo.
Diego: Lo único que quiero es que sepas que... no es seguro que las cosas salgan siempre con un final feliz, Roberta.
Roberta: Eso ya lo sé. Pero quiero intentarlo, vos no?
Diego: Por vos, haría cualquier cosa.
Roberta: Entonces abrazame fuerte y dejá de pensar en lo mal que todo puede salir.
Me levanté y me senté a su lado. Sus grandes brazos no tardaron en rodearme por completo, apretándome contra su pecho, donde pude sentir su perfume. Ese perfume que tanto adoraba...
Él tenía razón en lo que decía. Y yo no era una tonta, era consciente de eso como todo el mundo. Pero no soportaba que el no pudiera parar de recordármelo.
Yo lo amaba, de eso estaba segura; y hasta donde yo podía sentir en ese momento, me creía capaz de soportar un tiempo lejos suyo sin perder todo ese amor.
(...)
Estaba medio acostada en el sillón, apoyada en el pecho de Diego, mientras hablábamos, cuando la puerta de entrada se abrió y por ahí entró mi papá.
Pude sentir a la perfección la forma en que todo el cuerpo de Diego se tenzó al verlo, y además, cómo sus manos dejaron de tocarme de un segundo a otro.
Estaba nervioso, lo comprendo. No creo que fuera de mucha ayuda que estuviera abrazándome tan cariñosamente en ese momento, primero debíamos romper el hielo.
Me levanté despacio, mientras escuchaba el sonido de los tacos de mamá acercándose a donde estábamos nosotros, y mientras también veía como en los ojos de mi papá se formaban todas las preguntas que puedan imaginarse.
Roberta: Hola, papá.
Martin: Hija, volviste por fin...
Me abrazó con fuerza. Y luego se apartó de mi, pero todavía manteniendo sus manos sobre mis hombros.
Martin: Al fin llegó el momento que tanto esperabas.
Roberta: En mi opinión, llego demasiado rápido.
Martin: Quizás.. pero te va a traer cosas buenas, te lo aseguro.
Alma: Martin, tenemos que hablar..
Martin: (miró a Diego) Hola y, ya podés irte.
Diego: Hola, señor Pardo.
Alma: De eso justamente tenemos que hablar.
Roberta: Papá, Diego se queda a comer con nosotros hoy.
Martin: ¿Disculpen? Nosotros ya hablamos sobre...
Alma: Martin, al ser el último día en que ellos se van a ver me parece que sería una buena idea que se quede..
Diego: De todos modos, si le molesta puedo irme..
Martin: Claro que me molesta. Pero si a mi hija la hace feliz que te quedes, solo por hoy...
Roberta: Gracias, papá.
Estábamos cerca, muy cerca de que él comenzara a aceptarlo. Yo juro que pensé que armaría un escándalo, terminaríamos peleando y yo me iría para estar con Diego el resto del día a algún otro lado.
Pero no fue así, claramente. Y eso me dejaba sentir aunque sea por medio segundo que él de verdad podía aceptar a Diego en algún momento.
Lástima que tenía que irme demasiado rápido, ¿no creen? Quizás en algún momento del viaje, mi papá dejaría que yo vuelva a tomar contacto con él, no lo sé, soñar es gratis.
(...)
El día no fue tan malo como cualquiera hubiera pensado. Aunque mi papá casi ni le habló a Diego, pudimos comer en paz y como personas normales. Me gustaba la forma en que mi mamá comenzaba a mirarlo... como con cariño, como si hubiera aceptado que yo lo había elegido a él de una vez por todas pero no se animara a decirlo delante de papá.
Cuando Diego se fue, sentí como si de repente me cayera la ficha de lo que estaba a punto de pasar. Saludé a mis padres a las apuradas y subí a mi cuarto, a enredarme entre mis sábanas para olvidarme de mi realidad.
Las valijas estaban listas, igual que los pasajes, y mis sueños que tanto deseaba cumplir...
El problema era yo. Porque yo no estaba lista y sabía que mientras Diego estuviera dentro de mi cabeza y de mi vida, jamás lo estaría.
Al Otro Día:
Sentí el peso de alguien caer sobre mi, y luego la inconfundible risa de Mia. Abrí los ojos con demasiada dificultad, debido al sueño, y me encontré con la hermosa cara de mi mejor amiga. Ella sonrió de oreja a oreja y me revolvió mis ya revueltos pelos con ambas manos.
Mia: Arriba señorita, llego la hora de despedirse...
Roberta: Argh.. (me quejé) Ni me lo digas..
Mia: ¿Qué pasa? Llegó el momento de brillar!
Roberta: Si, pero sin Diego...
Ella salió de encima mio, y se sentó a mi lado, al mismo tiempo que yo me sentaba también e intentaba arreglar el desorden que tenía en el pelo y de paso, también en los pensamientos.
Mia: Ya sé que las cosas no se dieron de la forma en que las soñaste muchas veces, pero tenés que disfrutarlo, Roberta..
Roberta: Eso ya lo sé. Y lo voy a hacer..
Mia: No te mientas. Tenés la cabeza en él y en nada más que en él y así no vas a poder disfrutar de nada.
Roberta: Tengo miedo, Mia, qué querés que haga?
Mia: Que confies en el amor que sentís, nena, eso es lo realmente importante.
Roberta: Yo confio... pero igual, no sé.
Mia: No del todo, chiquita.
Roberta: ¿Y si él se olvida de mi? Digo, es más grande y super lindo y..
Mia: Basta! Ustedes se aman, los dos y eso está más que claro. Lo que pase de ahora en más, no sabemos qué va a ser...
Roberta: Estoy paranoíca, verdad?
Mia: Demasiado. Arriba, desayunemos juntas antes de que vayas para el aeropuerto.
Y así lo hicimos, con mis padres también, claro. Como si fuera la última vez que nos veríamos. Aunque con ella tenía la suerte de poder seguir hablando a la distancia, por supuesto.
Una vez en el auto, de camino al aeropuerto, las manos me temblaban mientras intentaba entrelazar mis dedos para dejarlas quietas de una buena vez.
Mia estaba ahí, cantando como una loca, con mis padres y el nuevo chofer al volante. Todos ellos sabían que yo no hablaba porque si lo hacía lloraría...
Me sentía frustrada. Toda mi vida había soñado con ese momento, y tener que sentirme de ese modo justo cuando se me cumplía, no era nada justo, para nada, en absoluto...
Quería volver el tiempo atrás. Evitar decirle a mis padres sobre el trato. Mantener lo mio con Diego bien en secreto y que él siguiera siendo mi chofer... ¿Por qué las cosas tenían que ser tan malditamente complicadas?
Bajamos todo cuando llegamos al aeropuerto. Y mi cara seguía siendo la misma. Creo que hasta un pan tenía más expresión que yo en ese momento...
Alma: Quiero verte sonreir.
Roberta: Lo intento.
Alma: Mirá que nos espera un largo viaje eh..
Martin: Mia, tus padres vienen a buscarte?
Mia: Por ahí está mi chofer, tranquilos..
Martin: De acuerdo.. Bueno, despidanse y eso porque ya es casi la hora de que salga nuestro avión..
Roberta: ¿Tan rápido?
Martin: Si, Roberta. ¿Y las ansias donde te las olvidaste, hija?
Roberta: (rodé los ojos) No estoy para chistes...
Mia: En realidad, nunca lo estás, señorita mal humor.. (rió y me apretó las mejillas)
Roberta: (reí) Sé que me amás igual..
Mia: Por supuesto..
Alma: Hija.. mirá eso...
Miré hacia donde ella estaba señalando y entonces mi cara se iluminó como nunca antes.
Diego se acercaba a nosotros. Traía un ramo de flores, un globo rojo con forma de corazón con mi nombre escrito y un oso de peluche.
Mis ojos se llenaron de lágrimas, y cuando llegué a él y lo besé, estas corrían por mis mejillas.
Diego: ¿Pensaste que no te iba a venir a despedir?
Roberta: Yo.. estoy... no sé que decir..
Diego: No digas nada preciosa, te amo.
Roberta: Te amo mucho más..
Diego: Que tengas un buen viaje.. y que el mundo descubra el enorme talento de esta hermosa mujer...
Continuará...