Capítulo 46: Indiferencia

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La frialdad de Dulce era como un muro infranqueable que Christopher intentaba derribar con palabras, gestos y afecto, pero cada intento se estrellaba contra una barrera invisible. Cada noche se convertía en un campo de batalla silencioso, donde las excusas de Dulce para evitar cualquier tipo de intimidad resonaban en la mente de Christopher como un eco constante de rechazo.

Mientras tanto, Dulce había trazado su propio camino en medio de esa tormenta emocional. Sofía se había convertido en su confidente más leal, en la única persona que conocía cada uno de sus pensamientos y sentimientos. Juntas habían tejido una red de información, asegurándose de que Dulce estuviera al tanto de cada movimiento de Christopher en la oficina, cada paso que daba, en su intento por redimirse. Aprovechando una licencia médica por maternidad, había encontrado un equilibrio entre el control de sus negocios y el cuidado de su salud emocional. Las horas en la cabaña se habían convertido en un ritual para su alma, un refugio donde podía conectar con la naturaleza y dar rienda suelta a su creatividad a través del arte. Las noches, por otro lado, se volvieron un campo de juego para escapar de la realidad, con salidas esporádicas con amigas, donde podía perderse en risas y conversaciones superficiales, eran su escape de la carga emocional que llevaba consigo. No sentía la necesidad de dar explicaciones a Christopher, su indiferencia era su escudo, su forma de protegerse del dolor que él había causado. Así, en medio de esa dinámica de distancia y desconexión, Dulce y Christopher continuaban su danza de desencuentros, cada uno luchando con sus propios demonios mientras intentaban encontrar una salida a su laberinto emocional.

Christopher se sumergió en su propio mundo, centrado en cumplir cada una de las promesas que alguna vez había hecho a Dulce. Con una determinación inquebrantable, tomó las riendas de la empresa, demostrando una entereza que eclipsaba la ausencia de ella. Se adentró de lleno en los asuntos financieros, generando un capital que le permitía expandir los negocios más allá de lo que Dulce había imaginado. Por las noches, en medio de las ausencias inexplicables de Dulce, se refugiaba en los libros de finanzas, buscando desarrollar aún más sus capacidades intelectuales. Sin embargo, el miedo de no saber dónde se encontraba a veces lo aturdía, sembrando la incertidumbre en su mente. En el plano sexual, la situación era desoladora. A pesar de sus intentos por generar algún tipo de encuentro, cada rechazo sutil de Dulce lo hacía retroceder, obligándolo a respetar su espacio y mantener la calma, aunque eso significara soportar una monotonía abrumadora. Cansado de la situación, decidió que esa noche sería diferente.

Con la ausencia de Luna, quien había decidido pasar la noche en casa de una amiga, Christopher vio una oportunidad. La falta de tensiones en el ambiente le daba una ventaja, y decidió que esperaría a Dulce para intentar cambiar el curso de las cosas. Pensó que ignorarla podría ser su mejor carta bajo la manga, su última opción para romper la rutina. Con esa idea en mente, abrió una botella de vino y se acomodó en el sofá, dispuesto a relajarse mientras esperaba que ella regresara en cualquier momento.

En un bar animado de la ciudad, Dulce y Sofía se dejaban llevar por la música y el ambiente, sumergiéndose en la diversión de la noche. Habían elegido cuidadosamente el lugar, buscando un sitio donde la música vibrante y el bullicio les permitieran olvidarse de sus preocupaciones por un rato. Para Dulce, esa salida se convirtió en mucho más que una simple distracción. La energía del lugar, combinada con su propia belleza radiante y su embarazo evidente, despertó una fuerza interior que no había sentido en mucho tiempo. No pasó desapercibida para nadie en el bar; los hombres se acercaban a ella con coqueteos descarados, ignorando por completo su estado y atrapados por su encanto. Cada avance era rechazado con una sonrisa segura y un gesto elegante, como si disfrutara del poder que emanaba al rechazarlos. Dulce se sentía más empoderada que nunca, saboreando la atención y la admiración que recibía a pesar de su embarazo. Para ella, era una experiencia liberadora, una forma de reclamar su propia feminidad y sensualidad en medio de las dificultades, un escape completamente realista que no solo hacía que se olvide de los insultos e inseguridades que Laura se había encargado de sembrar en ella, sino que también reafirmaba con fortaleza que era capaz de conseguir el amor a la vuelta de la esquina, aunque su corazón aún estuviera cerrado para eso.

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