La mañana siguiente había comenzado con la rutina habitual, los buenos días que antes eran carnales, se habían convertido en un beso fugaz en silencio al abrir los ojos, con un compromiso por parte de Dulce innegable, un esfuerzo exagerado por sostener lo insostenible. Sin embargo, Christopher esta vez, le restaba la importancia que antes le había dado como si se hubiera acostumbrado a no exigir más. El respeto absoluto reinaba en su interior mientras abandonaba su cuerpo para entrar a la ducha.
La luz del amanecer se filtraba a través de las cortinas entreabiertas, tiñendo el ambiente con tonos dorados y cálidos que parecían contradecir la tensión palpable en la habitación. Para Dulce, cada rayo de sol que se colaba por la ventana era un recordatorio de las batallas internas que libraba día tras día, luchando por sanar sus propias heridas mientras mantenía una fachada de fortaleza por el bien de su hija.
Mientras tanto, Christopher se sumergía en la ducha, dejando que el agua caliente golpeara su piel con una intensidad que buscaba calmar las tormentas que bullían en su interior. El sonido del agua era un eco constante en su mente, recordándole los momentos compartidos bajo la ducha, las caricias fugaces y los susurros de amor que habían llenado esos espacios íntimos. Pero ahora, cada gota que caía parecía llevar consigo el peso de la distancia entre ellos, una distancia que se había vuelto más evidente con cada día que pasaba.
Dulce, sentada en la cama, observaba el paisaje matutino con una mezcla de melancolía y determinación. El temor de perder a Christopher se entrelazaba con la necesidad de encontrar la fuerza para seguir adelante, especialmente por el bienestar de su hija. Se esforzaba por mantenerse firme, por ocultar las grietas que amenazaban con fracturar su entereza, mientras luchaba por encontrar una forma de cerrar las heridas que habían dejado su corazón en pedazos.
En ese silencio tenso, ambos se encontraban atrapados en sus propios pensamientos, cada uno luchando con sus propias batallas internas mientras buscaban desesperadamente una forma de reconciliar el pasado con el presente y encontrar una manera de seguir adelante juntos, o tal vez, por separado.
Frente a Luna, la pequeña adolescente que llenaba la habitación con su inocencia y vitalidad, todo parecía estar en calma. Los tres compartieron el desayuno como si nada pudiera perturbar su pequeño mundo, centrando la conversación en anécdotas y risas que desviaban cualquier indicio de tensión entre ellos. Dulce y Christopher se esforzaban por mantener una apariencia de normalidad, guardando sus preocupaciones y conflictos en un rincón apartado de sus mentes, al menos por el momento. Al terminar de desayunar, Christopher tomó a Dulce por la cintura con determinación, un gesto que comunicaba más que cualquier palabra. Sus labios se encontraron en un beso intenso, cargado de emociones contenidas y anhelos no expresados. Era un momento breve de intimidad, un destello de conexión en medio de la incertidumbre que los rodeaba, un rayo de esperanza que iluminaba su camino hacia la reconciliación.
Dulce respondió al beso con una necesidad palpable, su corazón latiendo con fuerza bajo el eco de sus emociones. Sus manos acariciaron el cuello de Christopher con ternura, transmitiendo un mensaje implícito de amor y deseo. Él aprovechó cada roce, cada contacto, como si fuera la primera y última vez, acariciando su cintura con suavidad mientras sus labios se detenían con determinación para pronunciar esas dos palabras que contenían el peso de su amor
- Te amo - murmuró entre besos cortos de despedida.
Dulce, abrumada por la intensidad del momento, no pudo encontrar las palabras adecuadas para responder. En cambio, acarició las mejillas de Christopher con delicadeza antes de separarse de él por completo, dejando que sus acciones hablasen por sí mismas.
- Que tengas un bonito día - susurró mientras acomodaba el cuello de su camisa, un gesto de afecto que buscaba transmitir su amor y preocupación por él.
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Nuestro encuentro Imaginario
FanficDulce María se ha convertido en la sombra más triste de los lamentos de Christopher, quien conoce los límites del cielo solo y únicamente cuando se encuentra abrazado a ella, sintiendo su respirar, el aroma de su perfume que solo logra desesperarlo...