Capítulo 41: Propuesta

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Una semana completa había transcurrido desde que la rutina diaria había sumido a Dulce en un agotamiento profundo. Retomar sus actividades habituales se volvía cada vez más pesado, y el cansancio que le producía el embarazo parecía incontrolable. Los fines de semana se convertían en un refugio donde podía dormir hasta tarde, apenas encontrando la energía para levantarse de la cama. Además, la preocupación por no haber podido hablar con Christopher sobre sus asuntos financieros añadía una carga adicional a su mente ya agobiada.

El momento para abordar el tema parecía no llegar nunca, o tal vez Dulce se esforzaba por evitarlo. No sabía cómo plantearlo; la idea le parecía absurda y el temor al qué dirán la atenazaba. La sola idea de lo que la gente pudiera pensar acerca de la conversación sobre sus bienes la llenaba de terror, alimentando su inseguridad.

Por otro lado, había logrado avances significativos en sus reuniones con Miranda. Dulce consideraba a Miranda una de las mejores abogadas de Estados Unidos, y sus viajes frecuentes al país se volvían cada vez más comunes bajo el pretexto de compromisos laborales. Escapaba en vuelos matutinos y regresaba por la noche, evitando siempre que Christopher la acompañara. A pesar de la insistencia de su esposo, Dulce se negaba constantemente, lo que desembocaba en discusiones. Christopher se disgustaba al sentir que no podía cuidar adecuadamente de su esposa, mientras que Dulce se sentía abrumada por una insistencia que consideraba absurda, lo que la hacía experimentar una sensación de inutilidad.

Entre el agotamiento físico y emocional, y la tensión en su relación con Christopher, Dulce se encontraba en un inicio de quiebre. La dualidad de su vida, entre el deber y el deseo, la dejaba atrapada en un laberinto de emociones confusas y decisiones difíciles.

Mientras aprovechaba el silencio reconfortante de su habitación, Dulce desarmaba su maleta con paciencia. Había regresado recientemente después de dos días en Estados Unidos, pero las tensiones con Christopher todavía pesaban sobre ella. Él estaba notablemente molesto, especialmente por su repentino deseo de pasar dos días fuera, un plan que había revelado a último momento, lo que sembraba dudas y convertía esos viajes en un misterio que Dulce no estaba dispuesta a desvelar aún.

Luna se acercó con cautela a la cama donde su madre, Dulce, se encontraba organizando su ropa. Observó el meticuloso movimiento de las manos de Dulce mientras desempacaba, notando la tensión en sus hombros y la expresión preocupada en su rostro. La habitación estaba inundada por un silencio cargado, solo roto por el suave crujir de la tela y el ligero susurro de la cremallera de la maleta. Al notar la presencia de su hija, Dulce levantó la mirada, encontrándose con los ojos inquisitivos de Luna. La joven irradiaba una mezcla de curiosidad y preocupación, como si pudiera sentir el peso del conflicto que afectaba a su madre.

- ¿Qué pasa, princesa? - preguntó Dulce, tratando de ocultar el cansancio en su voz.

Luna, consciente de la tensión en el ambiente, decidió abordar el tema con cuidado. Sabía que algo no andaba bien entre su madre y Christopher, y quería entender mejor la situación antes de sacar conclusiones precipitadas.

- Mamá, he notado que algo te preocupa. ¿Tiene que ver con Christopher? - preguntó, buscando una respuesta sincera en los ojos de su madre. Dulce suspiró, sintiendo el peso de la preocupación y la frustración acumulada en su pecho.

- Sí, mi amor. Christopher está molesto por mi viaje repentino y el resto solo son cosas de adultos - admitió Dulce, desviando la mirada hacia la ventana como si buscara respuestas en el paisaje exterior.

Luna asintió comprensivamente, reconociendo la complejidad de la situación. Sabía que había dos versiones de la historia, y estaba decidida a escuchar ambas antes de sacar conclusiones.

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