Capítulo 48: Un poco más de mi

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El atardecer de la ciudad se teñía de naranja filtrando los últimos rayos de sol a través del vidrio del auto, el perfume que tanto le gustaba había inundado sus sentidos por completo cuando ella se adentró acomodándose en el asiento de copiloto, las palabras sobraban mientras un pequeño brillo en sus ojos color miel la atraían a sus brazos en silencio, como si algo de lo poco que había hecho hasta el momento hubiera sido el primer paso para despertar a su corazón dormido, Dulce en este momento se había inclinado hacia sus labios mientras sentía su respiración le había susurrado suavemente "Hola..." mientras con una mano con total suavidad tomaba su mejilla para posar sus labios en los de él. El beso que le estaba regalando, hablaba del significado que había tenido para ella leer aquella carta, hablaba sin palabras de las sensaciones que le habían producido aquel pequeño acto de amor y Christopher con cada contacto con cada movimiento de sus labios comenzaba a comprender la fragilidad que envolvía a Dulce y lo mucho que se había aprovechado de ella sin siquiera haberse dado cuenta. Suspiro escapó de sus labios entre medio de aquel beso suave que parecía eterno, él no era merecedor de ese premio y eso lo llenaba de angustia, una angustia que no se permitiría ocultar, tan evidente que ni siquiera le permitía continuar. Con suavidad, como si tuviera miedo de romperla por completo se separó de sus labios y con amargura respondió.

- Hola hermosa – Su tono parecía contrarrestar el adjetivo que utilizaba. Dulce buscó sus ojos, confundida por la falta de entusiasmo en su saludo, pero decidió no decir nada, dejando que el silencio entre ellos hablara por sí mismo.

En silencio, Christopher bajó la mirada hacia la llave del auto, como si dudara en encenderlo, sus dedos temblando ligeramente sobre el metal frío. Pensó varias veces si sería capaz de confesarle lo que había estado haciendo, lo que lo hacía retroceder, las palabras se enredaban en su mente como marañas de alambre de púas, amenazando con cortar cualquier intento de comunicación. Se atormentó solo con la idea del silencio que lo rodeaba, un silencio que lo había aturdido desde la infancia, una presencia constante que parecía seguirlo a donde fuera.

Entonces, recordó nuevamente que el futuro estaba en sus manos, que el pasado no se podía cambiar, pero el presente aún podía moldearse, podía ser redimido.

Decidido, se incorporó en el asiento, enfrentándola con los ojos llenos de dolor y remordimiento. Al verla a los ojos, la barrera que había construido alrededor de sus emociones se derrumbó, y las lágrimas comenzaron a brotar, saladas y ardientes, expresando la carga de su conciencia. No sabía cómo decirlo, no sabía por dónde empezar, pero sentía que ya no podía ocultar más la verdad que pesaba sobre él como una losa.

Mientras la preocupación invadía a Dulce, con una bondad impresionante que irradiaba de cada gesto, se acercó a él, sus manos suaves secando sus lágrimas con ternura. A pesar de la angustia que la invadía, se esforzaba por mantenerse fuerte, por darle la fortaleza que él tanto necesitaba en ese momento de vulnerabilidad compartida.

- Necesito que me escuches y si después de lo que tengo para decirte necesitas tu espacio, lo entenderé – dijo con su voz entrecortada mientras intentaba encontrar fortaleza en su interior.

Dulce asintió en silencio, sus ojos reflejando una mezcla de preocupación y determinación mientras esperaba a escuchar lo que Christopher tenía que decir. Su gesto afirmativo hablaba más que cualquier palabra, mostrando su disposición a estar presente, a escuchar y a comprender, sin juzgar.

- Hoy antes de ir a la oficina – comenzó, recuperando el aliento poco a poco, como si cada palabra fuera un peso que se aligeraba de sus hombros– sentí la necesidad de comenzar terapia, estuve con Gabriel y la verdad, me ha hecho muy bien – murmuró con suavidad, dejando que las palabras fluyeran con sinceridad desde lo más profundo de su ser – Pero en medio de eso, me he dado cuenta de que he sido muy injusto contigo, he sido un completo egoísta y quiero empezar por pedirte perdón. - Las palabras salieron de sus labios con una mezcla de alivio y pesar, como si reconocer sus errores fuera el primer paso hacia una redención que ansiaba con todo su ser.

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