Dos semanas habían transcurrido desde que Dulce comenzó a sentir las señales de que su bebé estaba ansioso por conocer el mundo exterior. Los días, como hojas de un calendario arrancadas por el viento, habían sumergido a Dulce en un mar de preocupaciones y anticipación. Cada mañana despertaba con la certeza de que el momento del parto se acercaba inexorablemente, y las contracciones, fieles compañeras de su jornada, la recordaban con firmeza.
El dolor, cada vez más intenso, se había convertido en un eco constante en su vientre. A pesar de sus esfuerzos por disimularlo, cada retorcijón de su cuerpo era una melodía de sufrimiento que no podía ocultar por completo. Dulce ansiaba proteger a Christopher de la angustia que la embargaba, pero sus intentos de aparentar normalidad no lograban engañar al hombre que conocía cada matiz de su ser.
Christopher, consciente de la batalla interna de Dulce, tomó una decisión firme y amorosa: no la dejaría enfrentarse sola a las tormentas del embarazo. Con el compromiso de un compañero devoto, optó por trabajar desde casa, ofreciendo su presencia reconfortante y su ayuda incondicional en cualquier momento que ella lo necesitara. Juntos, formaban un equipo indisoluble, dispuesto a enfrentar cualquier adversidad que la vida les deparara.
Aquella mañana, ambos se encaminaron hacia la oficina con determinación y esperanza. Aunque el peso del embarazo se hacía sentir en cada paso de Dulce, un destello de optimismo iluminaba su rostro. Decidida a apoyar a Christopher en la adquisición las nuevas empresas, un paso crucial para la expansión de sus negocios, se preparó para enfrentar los desafíos que les esperaban en la sala de juntas.
Al llegar, el ambiente estaba impregnado de expectación y nerviosismo. Mientras Christopher y Dulce revisaban los contratos con minuciosidad, los empresarios presentaban sus argumentos con vehemencia, tratando de persuadir a la pareja sobre el valor de sus negocios. Cada palabra era una pieza en el intrincado rompecabezas de las negociaciones, donde cada decisión podía marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso. En medio del flujo constante de información, Dulce y Christopher mantenían un silencio reflexivo, intercambiando miradas cómplices que hablaban más que mil palabras. A pesar del dolor que la acosaba, Dulce se aferraba a la determinación de contribuir al futuro de su familia con cada fibra de su ser. Juntos, enfrentaban el desafío con valentía y determinación, como dos navegantes intrépidos surcando aguas desconocidas en busca de un puerto seguro.
La sensación del éxito aún flotaba en el aire cuando los empresarios abandonaron la sala de juntas, dejando a Christopher y Dulce a solas para saborear la victoria. El beso de Christopher, cargado de felicidad y triunfo, selló el acuerdo alcanzado, mientras ambos se regocijaban en la certeza de haber asegurado un futuro próspero para su familia.
Sin embargo, mientras Christopher celebraba el logro con entusiasmo, los pensamientos de Dulce se sumergían en las profundidades de la preocupación. La repentina exposición mediática que acompañaría a su ascenso en el mundo de los negocios despertaba en ella una inquietud latente. Durante años, había cultivado una reputación discreta, prefiriendo mantener un perfil bajo en lugar de buscar los reflectores de la fama. Ahora, el cambio repentino la obligaba a replantearse su enfoque hacia la vida pública. Sabía que el prestigio recién adquirido traería consigo una atención no deseada, y se preocupaba por el impacto que esto tendría en la vida de su hija Luna y en el futuro de su próxima hija, Alma. La idea de tener que sacrificar la privacidad y la tranquilidad que tanto valoraba la llenaba de aprensión.
Al separarse del beso de Christopher, Dulce contempló con una sonrisa forzada la expresión preocupada en el rostro de su él. La comprensión y el amor brillaban en sus ojos mientras intentaba descifrar las preocupaciones que atormentaban a Dulce. Con ternura, la llamó con una voz suave, rompiendo el silencio con una pregunta cargada de afecto.
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Nuestro encuentro Imaginario
FanfictionDulce María se ha convertido en la sombra más triste de los lamentos de Christopher, quien conoce los límites del cielo solo y únicamente cuando se encuentra abrazado a ella, sintiendo su respirar, el aroma de su perfume que solo logra desesperarlo...