La madrugada envolvía la ciudad en un manto de quietud apenas roto por el murmullo distante de los últimos trasnochadores. Christopher y Dulce, envueltos en esa atmósfera tempranera, se encaminaban hacia la fiesta donde se encontraba Luna. La noche había tomado un giro inesperado al descubrir que la adolescente se había excedido con las copas, sumergiéndose en un mar de lágrimas en el asiento trasero del auto. Para Dulce, esa escena fue como un golpe directo al corazón, socavando la confianza que había depositado en Luna. Cada advertencia previa parecía haber caído en oídos sordos, dejándola con una sensación de impotencia y frustración.
El regreso al departamento fue un silencioso recorrido cargado de tensiones. Una vez allí, Dulce, con una mezcla de enojo y determinación, condujo a Luna hacia la ducha, dejando que el agua fría la invadiera como una sacudida para la conciencia. La ropa mojada era una consecuencia insignificante comparada con la tormenta emocional que azotaba a Dulce. Cuando decidió que era suficiente, le ofreció una toalla y la dejó para que pudiera secarse y cambiar de ropa.
Regresando a la sala después de un breve momento, Dulce se encontró con un comentario de Luna que fue como una chispa en un barril de pólvora
- Estás loca Dulce – Susurró luna por lo bajo mientras llegaba a la sala.
La acusación de Luna fue como un dardo directo al alma de Dulce, desatando una furia descomunal que la llevó a responder con una bofetada que resonó en toda la habitación. Luna, sorprendida y dolorida, no solo por el golpe físico sino también por la mirada de decepción que le dirigía su madre, se aferró a su mejilla sintiendo el dolor y la punzada de culpabilidad.
Mientras tanto, Christopher, ajeno a la confrontación en la sala, había escuchado el sonido del impacto desde la cocina. Con un suspiro resignado, dejó de lado sus propios pensamientos y se unió a la escena, depositando tres tazas de café en la mesa, preparándose mentalmente para lo que sabía que sería una confrontación intensa entre madre e hija. Sin siquiera mirar a ninguna de las dos, se mantuvo en silencio, esperando el momento adecuado para intervenir.
- ¿Además de abusar de mi confianza con total y absoluto descaro te atreves a faltarme el respeto? –
- Dulce, por favor... - comenzó Christopher, pero su voz fue sofocada por el torrente de emociones que emanaban de ella. La mirada fulminante de Dulce se clavó en él, silenciándolo de inmediato mientras elevaba el tono de su voz, decidida a hacer entender su punto de vista.
- No, Christopher. Evidentemente no entiende por buenas entonces tocará por las malas - declaró Dulce con determinación, haciendo eco de la frustración y la decepción que la embargaban. - Todos los esfuerzos que hemos hecho para que pueda salir, despejarse, pasar una bonita noche, y así nos retribuye- continuó, volviendo su mirada hacia Luna con un gesto de desilusión palpable. - Ni siquiera te importa saber que no puedo permitirme disgustos por el bien de tu hermanita, Luna - agregó entre sollozos, mientras la impotencia se apoderaba de ella y las lágrimas empezaban a resbalar por sus mejillas.
La rebeldía de Luna se manifestaba con una determinación inquebrantable mientras enfrentaba las acusaciones de Dulce. A pesar de su tono sereno, cada palabra de Luna resonaba con una fuerza que desafiaba las afirmaciones de su madre.
- ¿Qué esfuerzos hicieron? - cuestionó Luna, su voz quebrándose entre sollozos mientras buscaba refutar las afirmaciones de Dulce. - Te hiciste responsable de mí y Christopher no tiene nada que ver en eso, es lo que te corresponde - agregó con un tono de amargura evidente. - Pero evidentemente soy una carga para ti - concluyó, dejando entrever el dolor y la sensación de abandono que la embargaban.
La mirada de impotencia y rabia contenida que Luna dirigía a Dulce revelaba una lucha interna entre su deseo de expresarse y el respeto hacia su madre. Aunque se resistía a levantar la voz, no estaba dispuesta a quedarse callada y permitir que las acusaciones de su madre pasaran desapercibidas.
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Nuestro encuentro Imaginario
FanficDulce María se ha convertido en la sombra más triste de los lamentos de Christopher, quien conoce los límites del cielo solo y únicamente cuando se encuentra abrazado a ella, sintiendo su respirar, el aroma de su perfume que solo logra desesperarlo...