Parte 57

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Buenos Aires, lunes 15 de junio del 2009

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Buenos Aires, lunes 15 de junio del 2009

Patricio

Después del confrontamiento con Asia, decidí darle espacio, por lo que me quede en la sala y aproveche a ver un partido de futbol de mi equipo. Me quedé muy mal por ella, fue horrible todo lo que le dijeron sus padres, pero no me gusto que me ataque. No puede ser que siempre dude de mis sentimientos, sabe que la amo, y cree que le tengo lástima. 

Termino de hacer el almuerzo sumido en mis pensamientos; Asia acaba de volver del trabajo, para mi sorpresa la veo alegre o al menos estás triste.

—¿Qué preparas de rico? —pregunta abrazándome por detrás.

—Sopa de arroz —anuncio—. ¿Puede ser que estás feliz?

—Casi, pasa que tengo ganas de pasar un lindo y romántico día con vos.

Me resulta tan extraño que tenga ganas de eso, desde la vuelta al viaje no ha hecho otra cosa que dormir, por lo que me sorprende mucho que ahora tenga ganas de algo.

—¿Qué querés? —pregunto dulce volteando a verla. 

—Primero terminar tu cuadro. Después podemos merendar donde me gusta y en la noche hacemos alguna cena, un baño y para cerrar podemos probar algo nuevo. No sé si haya algo que quieras experimentar en la cama.

Miro aún más confundido al darme cuenta de que me está proponiendo hacer el amor, hace casi un mes que no lo hacemos. Ella nunca siente ganas por sus dolores.

—Me encanta la idea, sobre todo lo último —digo pícaro.

Ella se sentó a esperar que sirva la sopa para ambos. Durante el almuerzo, hablamos sobre que haríamos en la noche, le comente sobre las ideas que tenía para experimentar juntos. Una vez que comimos todo, juntamos la mesa y entre los dos ordenamos y lavamos todo.

Después del trabajo de limpieza salimos al patio, Asia fue en busca de su lienzo, atril y pinturas para poder terminar el retrato que antes había comenzado. Está casi terminado, ya que siempre que tiene tiempo libre le hace un detalle, sin embargo, le lleva mucho tiempo hacerlo. 

 Observo a Asia mientras se pierde en su arte, su silueta delineada contra la luz del sol que se filtra por las hojas del árbol del patio. Hay una serenidad en su forma de moverse que no había visto en semanas. Es como si la tristeza que la envolvía se hubiera disipado, al menos por el momento.

—Es hermoso —digo, refiriéndome tanto a su pintura como a la transformación que veo en ella.

Asia se gira hacia mí, una sonrisa juguetona en sus labios, pero sus ojos... hay algo allí que no logro descifrar.

—¿Te gusta? —pregunta, y aunque su voz es ligera, hay un matiz que me hace dudar.

—Me encanta, pero vos... vos me gustas aún más —respondo sinceramente, acercándome para envolverla en un abrazo.

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