Extra ⌘ Los Guardianes

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PRIMER TRIMESTRE

Alek subió de a dos escalones por tiempo al llegar a la puerta principal de la mansión Ivanov, aflojándose la corbata del cuello para descansar.

Iba tarde. Lo sabía.

No era enteramente su culpa. Por primera vez, culpaba a Kai de extender una junta en la que no tenía sentido que Alek se quedara para revisar el mal funcionamiento del área de soporte. Tuvo su oportunidad de vengarse, por lo que no se sintió tan mal cuando el director del área de sistemas estaba explicando la deficiencia que estaban enfrentando, y el nervio en la ceja de Kai comenzó a brincar por escuchar también el tamborileo de los dedos de Alek sobre la mesa de caoba.

«—¿Hay algo más importante en donde debas de estar, acaso?—bufó Kai cuando terminaron la reunión y Alek se levantó sin pensarlo dos veces.

—Con tu hermana —respondió Alek encogiéndose de hombros—. Tenemos cita con el ginecólogo para revisar a tu sobrino.»

Ver la expresión de culpabilidad en el rostro de Kai valió cada minuto de atraso.

Alek aún no se acostumbraba a ese lado... ¿cómo podría llamarlo? ¿Tierno? La expresión hizo que Alek tuviera un escalofrío.

Ver a Kai tener excesivo cuidado con Tailime era algo que nadie había previsto en algún punto. Si. Kai era otra persona con Tai en comparación con el resto en su día a día, sin la necesidad de estar embarazada.

Pero desde que Tai le había dado la noticia, su mellizo tuvo un despertar sobre protector.

Llegó a un punto donde incluso Dmitri le entregó su arma y su auricular de seguridad, argumentando que si creía que no estaba haciendo un buen trabajo, debería ser él quien siguiera a su hermana veinticuatro siete.

Fue divertido ver esa discusión, porque Alek incluso hizo palomitas de maíz y se sentó junto a Tai en un sillón de la sala mientras observaban a Kai y a Dmitri discutir de ida y vuelta.

«—Jamás imaginé que embarazarme iba a traer tantos problemas —mencionó Tai antes de meterse un puñado de palomitas en la boca.

—Conociendo tus antecedentes, creo que todos sabían que esto iba a pasar.

—¡Oye! —Tai lo empujó por el costado—. Te recuerdo que en la gran mayoría de mis escapadas, estabas a mi lado. Así que no todo es mi culpa.»

Por eso Kai casi lo echó a patadas de la oficina. Alek llegó con apenas tiempo para recoger a Tai y trasladarse hasta la clínica para su cita.

—¡Gracias a Dios llegaste! —el grito de Irina asustó a Alek, haciéndolo dar un paso hacia atrás cuando la vio aparecer de la nada en la recepción.

—¿Qué sucede?

—¡Tus bestias! —Irina levantó las manos al aire, indignada—. Desde el mediodía, no nos dejan acercarnos a Tailime.

Parpadeando un par de veces, Alek ladeó la cabeza, sin entender la implicación de la expresión.

—¿En dónde está? Tendría que estar lista desde hace media hora para irnos.

—En la habitación. Te digo —bufó Irina, poniendo las manos en la cadera y poniendo los ojos en blanco—, las bestias no la dejan dar un solo paso en falso sin gruñir a la persona que esté a menos de un metro a la redonda. Por eso prefirió encerrarse ahí antes de que alguno perdiera la cabeza y lastimaran a alguien.

Alek subió las escaleras, seguido de Irina en sus talones, y caminó por el pasillo hasta dar con su habitación.

—Ten cuidado —le advirtió la guardaespaldas antes de que abriera la puerta—. Casi le arrancan un brazo a Yoan cuando vino a decirle que bajara.

Ruleta Rusa [Libro #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora