bienvenido.

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El último período del embarazo, el mes nueve, fue un momento emocionante y nervioso para mí y para Enzo. Estábamos ansiosos por conocer a nuestro bebé y empezar esta nueva etapa de nuestra vida.

Mi cuerpo estaba experimentando cambios significativos, mi panza había crecido mucho y me sentía incómoda en algunas posiciones. Los dolores de espalda y los estreñimiento eran comunes, pero Enzo siempre estaba allí para ayudarme y apoyarme.

Enzo era increíblemente cariñoso y atento, me daba masajes en la espalda y en los pies, y me ayudaba a encontrar posiciones cómodas para dormir. Me sentía muy afortunada de tenerlo a mi lado.

El bebé estaba moviéndose mucho, y podía sentir sus movimientos cada vez más fuertes. Era como si estuviera ansioso por conocerlo también.

Nosotros estábamos preparándonos para la llegada del bebé, habíamos decorado el cuarto del bebé, habíamos comprado todo lo que necesitábamos.

La emoción y la anticipación eran cada vez más intensas, y sabíamos que pronto conoceríamos a nuestro hijo. Estábamos listos para empezar esta nueva etapa de nuestra vida y para abrazar a nuestro bebé con todo nuestro amor.

Enzo y yo estábamos muy unidos durante este período, nos apoyábamos mutuamente y nos sentíamos muy conectados. Sabíamos que pronto seríamos una familia más grande y eso nos hacía sentir muy felices.

Cada mañana, cuando Enzo tenía que ir a entrenar, se sentía incómodo por dejarme sola. Me miraba con preocupación y me preguntaba si estaría bien solo por un rato.

-¿Estás segura de que vas a estar bien por un rato?-, me preguntaba. -No quiero dejarte sola, ¿qué si necesitas algo?-

Me encantaba ver cómo Enzo se preocupaba por mí, y me sentía muy afortunada de tenerlo a mi lado. Intentaba calmar sus nervios y le decía que estaría bien, que solo necesitaba un poco de descanso y quietud.

-Pero ¿y si el bebé decide venir?-, me preguntaba. -¿Qué si necesitas ayuda?-

Me reía y le decía que todo estaría bien, que el bebé no iba a venir de la noche a la mañana, y que siempre podía llamarlo si necesitaba algo.

A pesar de mis palabras tranquilizadoras, Enzo seguía sintiéndose incómodo por dejarme sola. Así que empezó a buscar soluciones para que yo no estuviera sola durante el día.

Y un día llegó Julián a  visitarnos. Había pedido vacaciones para poder estar con nosotros durante este momento especial y ayudarme a mí y a Enzo en lo que necesitáramos.

Julián se instaló en nuestra casa y se puso a trabajar de inmediato. Me ayudaba con las tareas domésticas, me acompañaba a los chequeos médicos y me escuchaba cuando necesitaba hablar. Me sentía muy afortunada de tenerlo a mi lado.

Con Julián por aquí, Enzo se sentía más tranquilo cuando iba a entrenar. Sabía que yo estaba en buenas manos y que Julián me cuidaría bien. Me permitía sentirme más relajada y centrada en mi embarazo.

Me sentía muy afortunada de tener a Julián a mi lado durante este momento especial. Me hacía sentir segura y protegida, y sabía que Enzo se sentía igual..

Estaba bailando con Julián en la sala de mi casa, disfrutando de la música y de la compañía de mi amigo. De repente, sin previo aviso, sentí un fuerte estallido en mi barriga. Me detuve de inmediato y miré a Julián con una mezcla de sorpresa y preocupación.

-Julián, rompí fuente-, le dije, intentando mantener la calma.

Julián se dio cuenta de la situación de inmediato y se puso de pie, sin perder un segundo. -No te preocupes, Maia, voy a buscar el bolso-, me dijo, mientras corría hacia la habitación donde estaba el bolso.

Huellas de un amor || Enzo Fernández Donde viven las historias. Descúbrelo ahora