Capítulo 58 Entrenamiento Divino

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Themyscira

Atenea había viajado nuevamente a Themyscira para hablar con Hipólita. Estaban en un jardín, rodeadas de la serenidad y belleza de la isla. Atenea estaba explicando lo que había descubierto.

—Sabes Hipólita— decía Atenea mientras caminaban—. Mi padre sigue con ese afán de cobrar venganza por lo que Gokú hizo. Hablé con el, pero no quiere escuchar, incluso cuando le conté lo que había descubierto sobre Gokú, aun así no quiso escucharme. Lamentablemente, a esta paso, solo acabará destruyendo el Olimpo.

Hipólita la observa con seriedad, comprende lo que ocurre y sus consecuencias—. Solo espero que puedas hacerlo entrar en razón— diría esta—. Gokú es alguien tranquilo, no es de los que buscan pelea, el mejor que nadie comprende las consecuencias del poder que puede llegar a manifestar.

Atenea la miraría con seriedad—. Hipólita— diría la diosa—, Zatanna y Constantine, unos magos de la tierra, me mostraron lo que descubrieron sobre Gokú. Constantine utilizó una esfera que Gokú tenía en su casa para ver su vida. Lo hizo sin que él lo supiera. Gokú es mucho más poderoso de lo que imaginábamos. Ha salvado su universo múltiples veces y ha enfrentado a enemigos que desafían nuestra comprensión.

—Cuéntame más,— diría la reina— Atenea. ¿Qué viste exactamente?

—Vi sus batallas contra un sinnúmero de seres con un poder tremendo, muchos de ellos capaces de desaparecer planetas con un simple dedo—diría la diosa con seriedad y algo de preocupación en sus ojos.

También logré ver a sus amigos, su entorno y por lo que pasó para llegar hasta este nivel— diría la diosa—. Sin lugar a dudas el poder de Gokú es mas que suficiente para destruir todo lo que conocemos, es tal que a nosotros, dioses del Olimpo, nos hace ver como simples niños comparados con el.

Hipólita estaba sorprendida, no tanto por lo que es cuchaba, sino por quien era la persona que lo decía, una diosa.

El fue invitado por La Presencia, el dios del todo tanto de este, como de todos los universos conocidos, alguien muy por sobre lo que nosotros, los dioses del Olimpo podríamos siquiera imaginar. Ser invitado por alguien como el, significa que tiene un propósito aún mayor en este multiverso. Pero Zeus no quiere escuchar. Está cegado por su deseo de venganza.


Fuera de la isla

—Gracias otra vez, Muerte—serían las palabras de Gokú mientras aparecían nuevamente sobre la isla.

— No te preocupes— diría Muerte—. Me deberás invitar un café como parte de pago por traerte, La Presencia ya se acostumbró a pedirme que te traiga.

—Será por que somos amigos— diría el sayayín sonriendo y rascándose la nuca. Como sea, las puertas de mi hogar están abiertas para ti, puedes venir cuando desees.

Con eso dicho ambos se despedirían, dejando al sayayín flotando sobre la isla—. Creo que visitaré a Hipólita nuevamente— se decía el sayayín— es una buena amiga y mejor consejera.

—Y dime, Atenea— diría Hipólita—. ¿Qué otros dioses están como tu, dudosos?

—La verdad que no muchos— diría la diosa—. Hestia y Hefesto se que no lo atacarán, pero los demás no lo tengo muy claro, al parecer también se ganó una admiradora.

—¿Admiradora?— preguntaba Hipólita con evidente sorpresa.

Mientras Atenea visitaba a Hipólita en Themyscira, la conversación giró hacia un peculiar detalle.

El Destino del SayayínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora