Una noche de terror

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El rugido de la moto se apagó cuando Lisa y Jennie llegaron a la casa de Lisa. El viento de la noche había dejado sus mejillas ligeramente sonrosadas, y ambas bajaron de la moto con una sonrisa en sus rostros. Jennie llevaba el casco de Lisa en las manos, y cuando Lisa le quitó el suyo, sus miradas se cruzaron brevemente, ese tipo de conexión que habían estado construyendo en silencio durante las últimas semanas.

—¿Lista para una noche de terror? —preguntó Lisa, su tono juguetón, mientras abría la puerta de su casa.

Jennie le devolvió la sonrisa—. Sabes que puedo manejarlo mejor que tú, Manobal.

Lisa soltó una risa suave—. Ya veremos.

Ambas entraron a la pequeña pero acogedora casa. Lisa dejó las llaves de la moto en una mesa cercana y llevó a Jennie al sofá de la sala. La televisión ya estaba encendida, y una pila de películas de terror estaba esparcida sobre la mesa de centro.

—Tengo una selección bastante impresionante —dijo Lisa mientras se sentaba al lado de Jennie—. ¿Qué te parece empezar con algo clásico?

Jennie asintió—. Adelante. Pero solo espero que no termines saltando del sofá como la última vez.

Lisa puso los ojos en blanco, aunque una sonrisa traviesa se formó en sus labios. Eligió una película y la puso en marcha. Las luces de la sala se apagaron, y solo la luz azulada de la pantalla iluminaba sus rostros.

A medida que la película avanzaba, la tensión en la trama aumentaba. El sonido de la música, los silencios repentinos y los sustos que aparecían de la nada hacían que el ambiente en la sala se volviera cada vez más denso. Jennie observaba la película con calma, sus ojos fijos en la pantalla, pero notaba cómo Lisa se removía inquieta a su lado.

En una de las escenas más tensas, justo cuando un monstruo apareció de la nada, Lisa dio un salto tan grande que terminó deslizándose y cayendo del sofá. Jennie soltó una carcajada inmediata.

—¡No puedo creerlo! —se rió Jennie mientras miraba a Lisa en el suelo—. ¡Y decías que no te asustabas con estas cosas!

Lisa, un poco avergonzada pero riéndose también, se levantó del suelo—. Ok, lo admito, esa parte me tomó por sorpresa.

Jennie, aún riendo, le tendió la mano para ayudarla a volver al sofá. Lisa la aceptó, pero en lugar de sentarse de inmediato, se quedó de pie, mirando a Jennie fijamente. Sus risas fueron apagándose poco a poco, hasta que lo único que quedó fue el sonido suave de la película de fondo.

—Jennie... —murmuró Lisa, sus ojos oscuros llenos de algo que había estado intentando ocultar durante mucho tiempo.

Jennie lo notó, y aunque su corazón se aceleró, no apartó la mirada—. ¿Qué pasa?

Lisa se sentó de nuevo, esta vez más cerca de Jennie. Sus manos se encontraron de nuevo, pero esta vez no era un simple gesto. Era más una conexión profunda, una necesidad de sentir que lo que estaba ocurriendo entre ellas era real.

—Nada... —respondió Lisa en voz baja—. Solo... gracias por quedarte esta noche.

Jennie asintió suavemente—. No tienes que agradecerme por eso, Lisa. Yo... quiero estar aquí contigo.

La película continuaba, pero ambas estaban más concentradas en la proximidad de la otra. El silencio entre ellas no era incómodo, sino lleno de promesas no dichas.

Lisa no pudo evitarlo más. Lentamente, se inclinó hacia Jennie, su rostro acercándose al de ella. Jennie no retrocedió. Cuando sus labios finalmente se encontraron, fue un beso suave, lleno de la tensión y el deseo acumulado durante tanto tiempo. Se besaron como si el mundo fuera a detenerse, como si nada más importara en ese momento.

Rivales del corazón. JENLISA G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora