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Si te odiara,
el mundo no se inmutaría:
nunca el mundo se enseña
con los que odian.
En cambio te amo
y todo es catástrofe alrededor;
las voces, las manos, los rostros
todos quieren apedrearnos.

Valeana Velaryon, la primogénita del matrimonio de Rhaenyra Targaryen y Leonor Velaryon, había sido adorada por todos desde su nacimiento. Comenzaron muy tempranamente a llamarla, "La Flor de la Corona", por su belleza absolutamente hipnotizante; la princesa había heredado el cabello plateado de su madre y no el que tenían sus hermanos, mucho más similar al de su verdadero padre Sir Harwin Strong. Sus ojos también eran los típicos lila de los Targaryen, aunque, muchos decían que cuando la furia brotaba de la princesa, sus ojos se oscurecían hasta el punto de parecer negros. Aún a su corta edad, robaba los suspiros y las miradas de todos los habitantes del reino. Cuando la princesa comenzaba a hablar, despertaba la administración de cualquiera que estuviera cerca; la agudeza de su pensar y su capacidad para desarrollar estrategias eran dignas de cualquier príncipe o caballero.

—¿Quieres conocer a tu hermanito? —le preguntó Leaonor con una sonrisa, era el único hombre al cual se le permitía llamar padre y lo amaba con toda su alma, aunque ella, con su agudeza mental, había comprendido cuando era muy pequeña, que Leonor sólo ostentaba un título; podía amarla y ella a él, pero no era su padre biológico.

Ante la respuesta positiva de la niña, el hombre le extendió la mano, ella la tomó con una gran sonrisa. Caminaron juntos hasta los aposentos de su madre y al llegar vieron como sus hermanos salían por la puerta riendo y conversando.

—¿Por qué ellos lo conocieron primero? —preguntó con un poco de decepción.

—Los envié a buscarte pero me dijeron que no te habían encontrado. Solo yo sé dónde se esconde mi niña cuando quiere soledad. —comentó el hombre con una sonrisa amable. —De todas formas no importa como tus hermanos se fueron ahora tendrás a tu madre y a Joffrey pars ti sola.

—¿Cómo es?

—Es precioso, ya lo verás...

—No no mi hermano. Me refiero a cómo es saber que no somos tus hijos. ¿Cómo es que aún así nos quieres?

Leonor miró hacia todos lados, estaba pálido, se agachó para estar a la altura de la niña.

—No quiero que vuelvas a decir eso en voz alta nunca más. ¿Has entendido?. —era la primera vez que él le hablaba de esa forma. Siempre era muy dulce cuando le explicaba las cosas, pero ahora estaba viendo una faceta que desconocía.

—Todos lo dicen. Lo susurran a nuestras espaldas. Nos llaman bastardos. Yo sé que eso es verdad. No soy tonta.

—Val... son mis hijos, los cuatro lo son. ¿De acuerdo? Los amo y quiero lo mejor para ustedes. —respondió sonriéndole y acariciando su cabello. —Ya dejémonos de hablar de estas cosas. Vamos a ver a tu hermanito.

La niña asintió con una sonrisa y lo siguió hasta la habitación; en ella estaba su madre, acostada con el bebé en brazos.

—Hija. Ven. —le dijo con una sonrisa. Se notaba lo agotada que se encontraba Rhaenyra luego de dar a luz.

La niña se acercó y se recostó al lado de su madre, acarició al pequeño y luego besó a su madre.

Leaonor se disculpó y algunos minutos después Sir Harwin Strong entró a la habitación. La mirada de ternura que él y su madre compartieron la hizo sentir un poco triste, ellos se amaban, no había forma de negarlo, pero ese amor siempre sería imposible.

Su madre hizo un gesto y él tomó en brazos a Joffrey.

—¿No cree que mi hermano es perfecto? —preguntó Val.

La Sangre del Dragon ~ Valaena Velaryon ~ Aemond Targaryen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora