19.

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Los primeros rayos de la mañana se filtraron por la ventana de la habitación de Valaena, iluminando su rostro. Despertó lentamente y extendió una mano hacia el lado de la cama donde Aemond había estado, pero al no encontrarlo, abrió los ojos completamente. El lugar estaba vacío. Se sentó, buscándolo por la habitación, pero estaba completamente sola.

Se vistió rápidamente y bajó al comedor para el desayuno, esperando encontrarlo allí. Sin embargo, cuando llegó, Aemond tampoco estaba presente, al final lo buscó en el campo de entrenamiento.

—Lo siento mi señora pero el príncipe no se ha presentado a entrenar hoy. —le dijo Cole haciendo una reverencia.

—Mi lady necesitamos que nos acompañe a resolver algunas cosas de su boda. —le comentó una doncella con premura.

Con el correr de las horas, Valaena se sumergió de nuevo en los preparativos de la boda. El castillo estaba lleno de vida y movimiento, sirvientes corriendo por los pasillos, telas y adornos siendo llevados de un lado a otro. Pero, a pesar del bullicio, no podía sacudirse la sensación de preocupación que la envolvía. ¿Por qué Aemond no había aparecido?

Finalmente, cerca del mediodía, mientras estaba en la gran sala discutiendo detalles del banquete con los cocineros, cosa que la estaba aburriendo demasiado, Aemond apareció en la puerta. Tenía las manos detrás de la espalda y una sonrisa divertida.

Ella lo vio y sintió una oleada de alivio. Se acercó rápidamente, dejando a los cocineros hablando entre ellos.

—¿Dónde has estado? —preguntó, tratando de mantener su voz baja para que nadie más escuchara su preocupación. —Esto es un hastío.

Aemond sonrió suavemente, como si hubiera hecho una travesura, cosa que a Val le generó un poco de ternura. Sin responder directamente, tomó su mano y la arrastró fuera de la habitación, donde estaban solos. Para sorpresa de la joven, deslizó un anillo en su dedo. El anillo era exquisito, con dos zafiros, uno color gris plata y otro verde que se mezclaban, capturando la luz de una manera que parecía casi mágica.

—¿Qué…? —comenzó ella, mirándolo con sorpresa.

—Un presente para mi futura esposa —respondió con una sonrisa más amplia—. Quería que tuvieras algo especial. El plateado representa a Silverwing y el verde…

—A Vhagar.

Él asintió.

Val miró el anillo y luego a Aemond, no tenía palabras ni para agradecer ni para expresar lo mucho que le gustaba aquel regalo. Solo logró sonreír con los ojos llenos de lágrimas de la emoción, se acercó a él y se apoyó contra su pecho, en respuesta el rubio la abrazó.

—¿Eso significa que te gustó?

—Me encantó. —respondió.

—Mi príncipe. —dijo alguien a sus espaldas. Ambos giraron de mala gana. —Su madre lo busca.

Aemond asintió y luego le dió un beso en la frente a Val antes de alejarse.

—Espera. —dijo la joven y él se giró. —Me gustaría que volaramos juntos algún día. Nunca tuvimos la oportunidad de hacerlo ¿Qué te parece?

Él sonrió de costado antes de responder.

—Me parece una excelente idea. Jentys, ñuha jorrāelagon. (Al atardecer, mi amor)

No esperó respuesta para alejarse, no la necesitaba.

Val caminó como si flotara a su habitación, al llegar se acostó en la cama, no podía dejar de mirar el anillo.

La Sangre del Dragon ~ Valaena Velaryon ~ Aemond Targaryen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora