12.

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Ya habían pasado cuatro días desde su llegada a Desembarco del Rey, el tiempo se agotaba y parecía como si nada fuera a resolverse pronto, sino todo lo contrario.

Val intentaba mostrarse tranquila para evitar que su hermano se pusiera nervioso, pero la realidad era que no podía dejar de pensar.

Joffrey la había guiado hacia una zona cercana a la arena de entrenamiento, últimamente él pasaba mucho tiempo allí, mirando a los que entrenaban. Su hermano siempre había disfrutado de las espadas, pero su madre decía que aún era un pequeño para aprender. Ambos estaban sentados debajo de la sombra de un árbol, observando. Val moría de ganas de tomar la espada y entrenar con ellos, en eso estaba igual de ansiosa que su hermano pequeño, pero, sabía que no se tomaría bien que ella hiciera eso en ese lugar.

—Joff ¿Dónde vas? —sin aviso su hermano había comenzado a correr hacia el centro del campo.

La mayoría de los guardias ya se estaban alejando, todo había terminado, por eso pudo ver y escuchar con claridad al niño que, sin vacilar, se acercó a Aemond, el cual aún continuaba con su entrenamiento. Se paró a su lado.

—Tío. —Aemond se detuvo y lo miró. —¿Puedes enseñarme?

El rubio se detuvo, bajando su espada y miró hacia todos lados, tal vez buscando a alguien que le estuviera jugando una broma, pero solo se encontró con los ojos de Val, que le sonrió ampliamente. Una sonrisa apenas perceptible se dibujó en sus labios del rubio.

—¿Quieres aprender a usar la espada? —preguntó, alzando la ceja.

Joffrey asintió vigorosamente. —Sí, quiero ser tan bueno como tú.

Valeana se acercó con los brazos cruzados detrás de la espalda.

—Al parecer tú hermano me quiere de tutor. ¿Estás dispuesta a que le enseñe algo? —su sonrisa de costado y algo burlona hacía que sintiera sus piernas flaquear.

—Según dicen eres el mejor de los Siete Reinos. No podría negarme a que Joffrey tenga un buen maestro.

—Cole me enseñó a mí.

—Pero Joffrey no quiere a Cole, te quiere a ti. ¿Tan difícil te es creer que alguien puede preferirte por sobre los demás?

Estaba hablando de su hermano, pero sobre todo de ella.

—Val es buena pero no quiere enseñarme —comentó el niño, ajeno a las miradas que ambos jóvenes se dedicaban. —, dice que es mejor que aprenda de alguien al que si le han dado una enseñanza formal.

—¿Tu? ¿Sabes usar la espada? —la intensa mirada que Aemond tenía sobre ella hacía que sintiera que toda su confianza desaparecía.

Se aclaró la garganta antes de hablar.

—Sir Harwin me enseñó hasta su muerte y luego algunos guardias.

—¿Rhaenyra permitió eso?

—Me costó, pero la convencí. Daemon ayudó bastante en su decisión. —las mejillas de Val se pusieron completamente rojas.

—Ahora entiendo lo de La Flor Salvaje de la Corona. —murmuró sonriendo de costado.

Aemond giro las espadas que tenía en la mano y le ofreció una.

—Muy bien. Muéstrame tus habilidades Velaryon. —miró a Joffrey y se agachó un poco para estar a la altura del niño, ese gesto, aunque minúsculo hizo que el corazón de Val se volviera loco. —Si tú hermana logra no hacer el ridículo, te enseñaré.

Valaena y Aemond se posicionaron uno frente al otro, espadas en mano. La princesa sabía que él no sería amable, iba a hacer todo lo posible por dejarla como una tonta, pero Joffrey quería que él le enseñe, así que haría lo que fuera necesario.
Comenzaron sin siquiera mediar palabra, los dos a la vez, como si pudieran leerse la mente. Cada ataque, cada defensa, eran precisos, y sus pies se movían con agilidad y gracia sobre el terreno de entrenamiento.

La Sangre del Dragon ~ Valaena Velaryon ~ Aemond Targaryen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora