20.

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El día de la boda llegó con un amanecer cálido y agradable. Valaena se levantó temprano, apenas habiendo dormido, tenía una enorme mezcla de sensaciones. Sabía que eso era lo que deseaba, lo que había querido hacía mucho tiempo, pero la realidad era que al mismo tiempo se encontraba nerviosa. Antes de que pudiera levantarse, un grupo de doncellas entró a su habitación para comenzar con los preparativos.

—¿Podrían dejarnos solas? —Val escuchó la voz de Alicent y se tensó por completo, aquella mujer nunca traía buenas noticias.

Las doncellas se retiraron en silencio y con la cabeza gacha.

—¿Necesita algo? —preguntó la joven intentando ser correcta.

Alicent se cruzó de brazos y se acercó a ella y la miró de arriba abajo con desdén.

—No eres suficiente para mi hijo. ¿Lo tienes claro no es así? Jamás estarás a su altura. —escupió con odio.

Valaena sintió una punzada de dolor, pero se esforzó por mantener la compostura. No podía permitir que las palabras de Alicent la afectaran demasiado en un día tan importante.

—El rey mismo no cree eso —respondió, desafiando con firmeza—. Y Aemond ha demostrado en múltiples ocasiones que me valora.

Alicent frunció el ceño, claramente molesta por la respuesta. Su mirada se suavizó, pero sólo un poco, mientras tomaba una bocanada de aire, como si intentara contener su enojo.

—Mi querido hijo puede ser apasionado y terco, pero lo que está en juego aquí es mucho más que sentimientos personales —dijo Alicent, su voz en un tono más bajo pero aún cargado de resentimiento—. La reputación, el honor, y el futuro de la familia no pueden ser arriesgados por caprichos infantiles. Cuando el momento llegue él elegirá a su familia.

—A partir de hoy yo soy su familia. —respondió en tono tajante. —Le agradecería que se retirara, debo seguir alistándome.

Con un último vistazo despectivo, Alicent se dio la vuelta y salió de la habitación.

Las doncellas regresaron poco después, y Valaena se sumergió en los preparativos. Cada detalle se manejó con precisión, desde el delicado peinado hasta el vestido de novia, que era un sueño de encajes y seda, el cual estaba hecho de seda plateada, con detalles en verde esmeralda que simbolizaban la unión de ambos.

Horas después, Val estaba completamente lista, las doncellas la habían dejado sola; sentía el estómago rugir de los nervios, las manos le sudaban y se sentía un poco mareada, en ese momento recordó que aún no había comido nada. Por un instante se le cruzó por la mente que, ante todos aquellos síntomas, terminaba desmayándose en plena ceremonia. Afortunadamente, no tuvo demasiado tiempo para pensar en ello, ya que sus hermanos golpearon la puerta y entraron. Jace y Luke se detuvieron un instante en la puerta, para luego entrar.

—Te ves hermosa. —le dijo Luke, con una sonrisa que no podía ocultar el orgullo en su voz.

Valaena sonrió ligeramente, pero su nerviosismo no se desvaneció.

—Gracias, Luke —murmuró, mientras intentaba calmar su respiración acelerada—. Solo espero no desmayarme antes de llegar.

—No lo harás —dijo Jace, con una firmeza que la sorprendió—. Eres más fuerte de lo que piensas, Val. Y además, estaré allí para sostenerte si es necesario.

Luke se acercó y tomó una de sus manos, notando la humedad en sus palmas. —Estamos aquí contigo —dijo con suavidad—. No tienes que enfrentarlo sola.

Valaena sintió un nudo en la garganta, pero no de miedo, sino de gratitud. Siempre había sabido que sus hermanos la apoyaban, pero en ese momento, con el peso del día sobre sus hombros, su presencia era más valiosa que nunca. —Gracias, de verdad. No sé qué haría sin ustedes —susurró, apretando la mano de Luke antes de soltarla.

La Sangre del Dragon ~ Valaena Velaryon ~ Aemond Targaryen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora