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Hacía seis años que Valaena y Aemond se habían separado.

La joven contaba ya con 18 años. La Flor de la Corona, como solían llamarla, tenía una belleza hipnotizante, robaba los suspiros y las miradas de todos los habitantes del reino.

Cuando la princesa comenzaba a hablar, despertaba la administración de cualquiera que estuviera cerca; la agudeza de su pensar y su capacidad para desarrollar estrategias eran dignas de cualquier príncipe o caballero.

Desde el día que había pisado Rocadragón, había conseguido convencer tanto a su madre como a guerreros, para que la entrenaran en el arte de la espada, al igual que lo hacían con sus hermanos. El hecho de que Sir Harwin Strong la hubiera comenzado a entrenar la ayudó a que los guerreros creyeran que ella tenía una habilidad innata.

Una futura reina debe saber defenderse, no puede ser una doncella en peligro.” Había comentado una vez.

También decían que Valaena contaba con una cuota de imprudencia o locura, según quién lo comentara, que hacía que fuera una temible adversaria para aquel que se atreviera a contrariarla y un peligro para quien considerara su enemigo.

Cuando la princesa cumplió la edad propicia para casarse, cientos de pretendientes comenzaron a desfilar frente a ella y su madre. Hombre de alta y de baja cuna, todos querían tomar su oportunidad y proponerle matrimonio a la joven, pero ella los rechazaba a todos. Decía que aún no estaba lista; que no deseaba unir su destino al de un hombre por ahora; que no le parecía el momento adecuado.

Algunos rechazados bajaban la cabeza y juraban que volverían a intentarlo, que no se darían por vencidos, que cubrirán a la joven de joyas o que esperarían a que deseara casarse; otros, se sentían agraviados y se iban del castillo gritando, diciendo que la princesa no era más que una niña mimada que disfrutaba humillando a los hombres.

Ninguno estaba en lo cierto, ninguno imaginaba lo que pasaba por la mente de la princesa. No es que no quisiera casarse; el tema era que solo quería hacerlo con una persona. Se lo había dicho a su madre con tan solo trece años, pero ella se negó.

No voy a hacer caso a un capricho infantil”;había respondido Rahenyra.

Aunque ocho años después, Valaena seguía pensando exactamente lo mismo.

—Si no escoges un marido pronto, lo haré yo por ti. —le dijo su madre en medio de una cena. Val no respondió pero rodó los ojos. La mujer había aprovechado que ninguno de sus otros hijos estaba presente para tener aquella conversación. —¿Qué piensas de Cregan Stark?

—No voy a casarme con un viudo y menos con uno que hará que apoye mi culo en un bloque de hielo día y noche. No me congelaré por el bien del reino —Daemon rió por lo bajo ante el comentario de la rubia. —. Si lo que te interesa es la alianza política y las espadas del Norte, puedes casar a Jace con la hermana de Cregan. Se dice que es hermosa. Estoy segura de que Jace estaría más que satisfecho.

—Es una bastarda. —respondió su madre con aire ausente.

—También Jace.

—¡Valaena! —le advirtió Rahenyra con la mandíbula apretada.

—Yo también y Luke y Joff. Estamos solos —murmuró con una media sonrisa. —. Ningún sirviente va a escuchar. ¿Cuál es el objetivo de mentir?

La joven comenzó a comer un pedazo de pan, con aire de superioridad, mientras su madre empalidecía. Daemon ya no reía, pero se veía en su rostro y mirada que se estaba divirtiendo a lo grande.

—Además… —agregó la joven. —me niego a que mis hijos se apelliden Stark.

—¿Y cómo pretendes que se llamen? —preguntó el rubio con una sonrisa burlona.

La Sangre del Dragon ~ Valaena Velaryon ~ Aemond Targaryen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora