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Cuando Val era pequeña, su madre había colocado un huevo de dragón debajo de su cuna, pero nunca eclocionó, aunque si lo hizo cuando la misma niña lo dejó debajo de la cuna de su hermano, Jace. Ella estaba convencida de que si ese huevo no era para ella, y tenía razón. Sentía en lo más profundo de su ser que estaba destinada a otro dragon... cosa de la que también estaba en lo cierto.

Su destino se topó con ella una tarde en la que haciendo caso omiso de las advertencias, se adentró en la Fosa, sola. Su intención era ver de cerca a Vermithor; sentía mucha curiosidad, no era su intención hacer nada, solo quería verlo. Pero, según logró explicarle a su madre luego, cuando dejó de gritar y regañarla por haberse puesto en peligro; los dioses tenían otro plan y la pusieron frente a Silverwing. Valaena quedó pasmada al verla. Todas las historias que le habían contado sobre ella y su aspecto, le parecieron poco, en comparación a la belleza que veía delante de sus ojos.

Val ni siquiera se dió cuenta cuando comenzó a acercarse. Dragona y niña se miraban fijo, nada más importaba. Extendió la mano con un poco de temor al saber que estaba cerca. Silverwing podría rechazar el contacto o sentirse atacada y... Val no creía salir viva si eso sucedía, pero no le importó.

La dragona se quedó quieta, esperando, había escuchado que Silverwing era bastante amigable, pero, una cosa es que un extraño se acerque para admirar y otra muy distinta es que una niña quiera convertirse en tu jinete, porque si, mientras más cerca, más segura estaba de que eso era lo que quería.

Se subió, trepando, ya que llevaba tantos años sin jinete que no tenía montura, luego se aferró con todas sus fuerzas y gritó para que Silverwing volara, cosa que hizo inmediatamente.

El viento en su rostro la hacía sentirse ahogada, pero era algo maravilloso. La velocidad, la adrenalina, todo era increíble. Silverwing dió dos vueltas y volvió a la Fosa. Bajó de su flamante dragona con una sonrisa inmensa, apoyó su frente contra Silverwing y luego caminó hacia el castillo sintiéndose más fuerte que nunca.

Aunque la alegría no duró mucho ya que su madre la estaba esperando, con los brazos cruzados y una mirada que daba miedo.

-¿Acaso te has vuelto loca Valaena? Podrías haber muerto. No volverás a montar hasta que eses dragon no tenga montura y lo harás siempre con supervisión. -Val asintió mirando hacia abajo; luego su madre la rodeó con sus brazos. -Estoy orgullosa de ti. Enojada, pero muy orgullosa. -miró a su madre con una sonrisa tímida.

Desde ese día, Val iba sin falta todos los días a ver a su dragona, sin falta, ni siquiera bajo las peores circunstancias.

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La Fosa era casi el único lugar en el que los hijos y nietos de Viserys se encontraban y no peleaban. Todos estaban tan concentrados en sus dragones, en aprender a controlarlos, que las rivalidades pasaban a segundo plano.

-Ven. Tenemos una sorpresa. -escuchó a Aegon detrás suyo y se giró para ver qué sucedía. Junto a él venían Aemond y sus hermanos. -Encontramos un dragón para ti.

La niña observó la situación con cautela, pero extrañada. No había escuchado nada acerca de ese nuevo dragón.

Al pasar cerca de ella Aemond la miró de reojo y sonrió. Sabía lo mal que se sentía por no tener un dragón propio, por ser el único en la familia que no tenía uno. Ella imitó el gesto de forma tímida.

-¿Un dragón? ¿Cómo? -preguntó emocionado Aemond.

En vez de acercarse, Val se despidió de Silverwing y se acercó algunos pasos. Desconfiaba mucho de esa situación y no quería ser parte.

-Aquí tienes a terror rosado. -escuchó que decía Aegon y al instante resonó en toda la fosa en sonido de un chancho.

Todos comenzaron a reírse, incluyendo a sus hermanos. Val sintió el coraje subiendo desde su estómago, no podía dejar las cosas así.

La Sangre del Dragon ~ Valaena Velaryon ~ Aemond Targaryen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora