49.

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Val se encontraba en el balcón de sus aposentos, mirando la ciudad iluminada bajo el manto de la noche. El aire fresco le acariciaba el rostro, pero no lograba disipar la pesadez que sentía en el pecho. Aemond la encontró allí, con la mirada perdida en el horizonte. Se acercó a ella, dudando si romper el silencio que la envolvía.

—Mi amor, necesitamos hablar —dijo finalmente, su voz grave rompiendo la quietud.

Ella suspiró, sin girarse para mirarlo.
—Déjame adivinar —respondió—, otro asunto del reino.

Aemond se acercó y colocó una mano en su hombro.

—Quiero que vayas a Harrenhal —dijo, midiendo sus palabras.

Val giró rápidamente, con sorpresa y rechazo en su mirada. Sabía lo que Aemond pretendía; su propuesta implicaba regresar al lugar donde Harwin Strong, había encontrado su trágico final.

—Sabes lo que ese lugar significa para mí, Aemond —su voz temblaba levemente—. ¿Por qué tendría que pisar nuevamente esas tierras? Allí... allí lo perdí todo.

Aemond bajó la mirada un momento, estaba consciente del dolor que le estaba pidiendo que enfrentara. Dio un paso más cerca.

—Val, te lo pido porque necesito que lo hagamos juntos —levantó su mano y la posó sobre la de ella—. Harrenhal es fundamental y sabes que yo no puedo ir.

Ella apartó su mano de la de Aemond y se dio la vuelta, intentando no ceder. El eco de sus pasos en el balcón resonó mientras trataba de ordenar sus pensamientos. Los recuerdos de Harwin se agolpaban en su mente, las imágenes de aquel hombre al que adoraba tanto y que la quería de igual forma, su mente se cargó de momentos felices y tristes. La idea de regresar le resultaba inconcebible.

—¿No puedes entenderlo? —dijo, su voz se quebró apenas, pero recobró la firmeza rápidamente—. Ir allí es... abrir una herida que apenas logro cerrar. No sé si podré soportarlo.
Aemond la miró con una intensidad inquebrantable.

—Lo entiendo más de lo que crees —respondió —. Sé lo que Harrenhal significa para ti, pero es una pieza del futuro que debemos construir.
la princesa se quedó en silencio, procesando sus palabras.

—Dices que lo entiendes —dijo Val—, pero ¿entiendes lo que fue perderlo? Verlo desaparecer de la noche a la mañana, y saber que no había nada que yo pudiera hacer. ¿No poder siquiera llorarlo?

—Sí, lo entiendo. —Aemond se acercó aún más, hasta que sus ojos se encontraron—. Pero si vuelves, no será solo para revivir el pasado —acarició suavemente su mejilla, trazando un camino que la hizo temblar ligeramente—. Sabes que haría cualquier cosa por ti, pero si Daemon está allí y está juntando fuerzas, ni siquiera me dejaría hablar antes de asesinarme.

Val bajó la mirada, reflexionando sobre sus palabras. Sabía que sus palabras eran ciertas, que no podía confiar en que Daemon recibiera a Aemond de la misma forma que lo haría con ella.

—¿Y si no puedo? —susurró, como si las palabras le pesaran en el alma—. ¿Y si regresar allí solo me destruye?

Aemond la sostuvo con ambas manos.

—No te destruirá —aseguró—. Porque no te dejaré caer.

Val finalmente asintió, aunque con el corazón todavía dividido. Sabía que él tenía razón, que los fantasmas del pasado solo podían ser exorcizados al enfrentarlos de frente. Y con Aemond a su lado, tal vez tenía una oportunidad de cerrar aquella herida de una vez por todas.

—Muy bien —dijo, con un leve temblor en la voz—. Iré a Harrenhal. Pero te advierto, no será fácil.

Aemond sonrió, un destello de alivio y determinación en su mirada.

La Sangre del Dragon ~ Valaena Velaryon ~ Aemond Targaryen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora