Val había estado en medio de la batalla, tratando de mantenerse alejada del caos mientras observaba cómo se desarrollaba el combate entre los dragones en el cielo; intentaba pensar cuál sería el mejor movimiento a realizar. El campo de batalla era un mar de gritos y espadas, un torbellino de destrucción y desesperación. De pronto, sintió que unas manos la sujetaban con fuerza. Antes de poder resistirse, un grupo de soldados verdes la rodeó, sus ojos brillaban con malicia al reconocerla como una pieza clave de los negros.
La arrastraron a través de los escombros, y cada paso era un recordatorio del peligro inminente. Su mente trabajaba rápidamente, recordando las palabras de Aemond, quien había planeado rendirse para evitar un derramamiento de sangre innecesario. Sin embargo, al ver cómo los soldados la llevaban cautiva, Val comprendió que el control se les había escapado de las manos, y que cualquier esperanza de paz se desvanecía ante sus ojos.
Cuando los soldados finalmente se detuvieron, Val se encontraba exhausta, apenas podía mantenerse en pie. Las ataduras en sus muñecas le cortaban la circulación, y los soldados verdes se burlaban de ella, seguros de su victoria. Intentó mantener la compostura, pero el miedo comenzaba a apoderarse de ella. Sabía que ahora su vida dependía de la voluntad de sus enemigos, y que sus posibilidades de escapar eran escasas.
Entonces, entre el clamor de la batalla, una figura familiar apareció en la distancia. Aemond avanzaba hacia ellos, su expresión helada y su espada desenvainada. Al verlo, Val sintió un rayo de esperanza en su corazón, pero también el peso de la responsabilidad. Sabía que, si él intentaba salvarla, se arriesgaba a perderlo todo. Sin embargo, él no vaciló; su mirada estaba fija en ella, y su determinación era inquebrantable.
Con un rugido de furia, se lanzó hacia los soldados. Cada golpe era preciso, cada movimiento implacable. Val observó cómo él se abría paso a través de sus captores, como si nada más importara en ese momento que sacarla de allí. Los soldados intentaron detenerlo, pero su furia era incontrolable, y uno a uno fueron cayendo a sus pies.
Cuando finalmente llegó a ella, Aemond cortó las ataduras que la mantenían prisionera y la sostuvo entre sus brazos. Val sintió que las fuerzas volvían a su cuerpo. Él la miró con una mezcla de alivio y preocupación, como si temiera perderla más que a nada en el mundo.
—Te dije que te ocultaras, que te fueras.
—No te abandonaré —murmuró ella, con su voz quebrada y la respiración entrecortada—. Ni siquiera hoy, ni en medio de esta locura.
Se aferró a él, dejando que el momento los envolviera, sabiendo que la seguridad que sentía en sus brazos era fugaz, pero real. Mientras él la sostenía, el ruido de la batalla parecía alejarse, y por un instante, ambos se refugiaron en la certeza de que, pase lo que pase, lucharían juntos.
El calor de las llamas y el grito de los soldados llenaban el aire mientras Val y Aemond se abrían paso entre el caos. Cada paso era incierto, un recordatorio de que la muerte acechaba en cada esquina. Los restos de los estandartes, antes imponentes, ahora yacían por el suelo, y el polvo y el humo se mezclaban con el olor de la sangre y la ceniza. Val, con su corazón latiendo con fuerza, se aferraba a Aemond, quien no la soltaba ni un segundo. Sintió la mano de él tomar la suya con firmeza mientras sorteaban los escombros y el barro. Aemond avanzaba con determinación. De repente, un grupo de soldados emergió de las sombras, pero, antes de que ella pudiera reaccionar, Aemond ya había desenfundado su espada y bloqueado el primer ataque. En ese momento, la princesa se dio cuenta de que no había tiempo para dudar.
Rápidamente, agarró la daga que llevaba y se lanzó a la pelea a su lado. El primer soldado que se le acercó la subestimó, pero Val, moviéndose con agilidad, esquivó su embestida y le propinó un golpe en el costado, clavándole la daga profundamente. La adrenalina inundó su cuerpo, impulsándola a seguir luchando.
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La Sangre del Dragon ~ Valaena Velaryon ~ Aemond Targaryen
FanficValaena Velaryon, la primogénita de Rhaenyra Targaryen y Laenor Velaryon, segunda en su nombre. Apodada "La Flor de la Corona", podría tener lo que desee, pero lo único que la hará feliz es lo único que parecería ser lo que no le conviene... Aemond...