33.

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Val estaba sola en su habitación, el silencio a su alrededor era casi abrumador. Aemond había salido unos minutos antes para atender algunos asuntos urgentes, dejando a Val con un extraño vacío que hacía eco en las paredes, hacía semanas que casi no se separaban. Los bebés dormían en sus cunas cercanas, su respiración suave era lo único que rompía la quietud.

Caminó lentamente hacia la ventana, mirando hacia los jardines, su mente vagando entre recuerdos recientes y futuros inciertos. De repente, el sonido de una puerta que se abría la hizo girar bruscamente. Su estómago se contrajo al ver a Aegon entrando en la habitación sin previo aviso, su rostro estaba oscurecido por una sonrisa que no prometía nada bueno.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Val, su tono frío mientras retrocedía instintivamente.

Aegon no respondió de inmediato, sus ojos recorrieron la habitación con una lentitud que la hizo sentir incómoda. Finalmente, dio un paso más hacia ella, sin dejar de observarla con esa misma expresión burlona.

—Quería conocer a mis sobrinos. No me han llamado para hacerlo. El rey debería ser el primero en verlos. ¿No lo crees?

—Mi madre no los vio ¿Por qué tú podrías?

La joven se aferró al borde de una de las cunas con temor.

—¿Estas sola? —preguntó con una sonrisa maliciosa. —Te lo dije, Valaena. —comenzó —. No siempre va a haber alguien para salvarte.

Un escalofrío recorrió la espalda de Val mientras sus palabras caían como veneno en el aire. Ella sabía a qué se refería. En más de una ocasión, Aegon había dejado claro que disfrutaba de su poder, de la manera en que podía hacer sentir a los demás vulnerables.

—Sal de aquí —ordenó, tratando de mantener su voz firme, aunque su corazón comenzó a latir con fuerza en su pecho.

Aegon rió entre dientes y avanzó con una rapidez que la tomó por sorpresa. Antes de que pudiera reaccionar, él la empujó contra la pared, sujetándola con fuerza por las muñecas.

—¿Qué vas a hacer? —susurró en su oído, el alcohol en su aliento era penetrante—. ¿Vas a gritar? ¿Crees que alguien vendrá corriendo esta vez?

Val luchó contra él, pero Aegon era más fuerte, además ella no había recuperado aún el total de sus fuerzas. Su mente corría, intentando buscar una salida, alguna manera de liberarse. Trató de empujarlo, de golpearlo, pero él apenas se inmutó. Mientras la sujetaba con una mano, con la otra comenzó a levantar el vestido de la princesa.

La desesperación comenzaba a instalarse cuando, de repente, la puerta se abrió de golpe.

—¡Aegon! —gritó Aemond, su voz resonó con una furia que llenó la habitación.

Aegon levantó la vista, pero no tuvo tiempo de reaccionar antes de que Aemond lo apartara de Val con un empujón brutal. Los dos hermanos cayeron al suelo, Aemond sobre Aegon, lanzándole un puñetazo directo al rostro. La fuerza del impacto fue tan fuerte que Aegon escupió sangre mientras trataba de defenderse.

—¡Cómo te atreves! —rugió Aemond, su voz era una mezcla de rabia y desesperación—. ¡Cómo te atreves a tocarla!

Aegon trató de reír, aunque su rostro ya comenzaba a hincharse por los golpes. Logró empujar a Aemond lejos de él, tambaleándose mientras se levantaba. La mirada de Aemond era feroz, y antes de que Aegon pudiera decir algo más, Aemond lo volvió a golpear, esta vez con tanta fuerza que lo lanzó contra la mesa, rompiendo uno de los jarrones.

—¡Aemond, por favor! —gritó Val, su voz quebrada, tratando de detener la pelea antes de que empeorara.

Aemond se detuvo solo un momento, su respiración era pesada, sus ojos llenos de odio hacia su hermano mayor. Aegon, por su parte, se levantó lentamente, con una sonrisa torcida en su rostro, aunque sus ojos estaban llenos de miedo.

La Sangre del Dragon ~ Valaena Velaryon ~ Aemond Targaryen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora