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El silencio tenso entre Val y Aemond fue interrumpido por el sonido de unos golpes en la puerta. Val se escondió detrás de la misma mientras el príncipe abría la puerta solo unos centímetros.

—Mi principe.

—¿Qué quieres? —le preguntó irritado.

—Mi príncipe —dijo el mensajero con urgencia—, he venido con noticias. Su madre lo está buscando, me ha enviado a decirle que El rey  —tragó saliva— está camino a Reposo del Grajo, que necesita que usted en el Castillo.

Val sintió que su corazón se detenía por un segundo. Reposo del Grajo era clave, un movimiento inesperado que podría cambiar el curso de todo. Miró a Aemond, esperando alguna reacción que le confirmara lo que temía.

—¿Reposo del Grajo? —Aemond murmuró, con los ojos entrecerrados, como si intentara procesar la información—. No estaba planeado que él fuera... —Su mirada se endureció.

—Solo sé eso señor.

—Ya diste tu mensaje. Vete. —soltó de mal humor y cerró la puerta.

El estómago de Val se revolvió.

—Debo avisar a mi madre —dijo rápidamente, volteando hacia la salida. Su mente giraba rápidamente, su única preocupación ahora era evitar que la tragedia se desatara. Pero algo en su interior ya sabía que era demasiado tarde. El cambio en la estrategia de los Verdes era peligroso, y su abuela estaba caminando hacia una batalla que nunca debería librarse.

Aemond la atrapó del brazo antes de que pudiera dar un paso más.

—¿A dónde crees que vas? —preguntó con severidad, su mirada era como acero.

—Tengo que advertirle a mi madre, Aemond —replicó Val, forcejeando para liberarse—. Si mi abuela está en camino a Reposo del Grajo, va a morir. Aegon la matará.

—Ni siquiera saber si llegarás a tiempo.

Val lo miró, furiosa, sacudiéndose de su agarre.

—¡Déjame ir! —gritó, su desesperación crecía con cada segundo—. No voy a quedarme aquí mientras pueda hacer algo.

Aemond la soltó, pero su rostro mostraba resignación.

—Haz lo que debas —dijo al final, su voz más suave—, pero sé cuidadosa. Aegon no mostrará piedad, ni siquiera contigo.

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—¡Abran las puertas! —gritó a los guardias mientras se acercaba a la entrada principal, casi sin aliento.
Los guardias reconocieron a la princesa inmediatamente y no hicieron preguntas, abriendo las puertas con rapidez.

—¡Madre! —gritó.

Sabía que no tenía mucho tiempo, tenía que encontrarla cuanto antes y advertirle del plan de Aegon. Todo dependía de ello.

Finalmente, llegó al gran salón, donde había una actividad inusual. Varias personas corrían de un lado a otro, preparando algo apresuradamente. Val frunció el ceño, sintiendo que algo no andaba bien. Un nudo de ansiedad comenzó a formarse en su estómago.

—¿Dónde está mi madre? ¿Dónde está mi hermano? —preguntó, deteniendo a una criada que pasaba corriendo.

—La reina... está en sus aposentos, mi señora, —la criada tartamudeó— el príncipe Jace ya ha partido.

El corazón de Val dio un vuelco.

—¿Partido? —susurró, con los ojos abiertos de par en par.

—Hace solo unos minutos, mi señora —continuó la criada.

La Sangre del Dragon ~ Valaena Velaryon ~ Aemond Targaryen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora