El otro ferrara

230 17 0
                                    

Anabela

Después de la visita inesperada de Dante, no sé si decirle a la señora Martha.

—No le diré, tengo una idea —me digo a mí misma.

Escucho que la puerta se abre y veo que entra la señora Martha con una bandeja de comida. Llega hasta a mí y pone una mesita en mis piernas. Veo que es una pasta, un jugo de naranja.

—Gracias, señora Martha —le agradezco amablemente.

—No me digas, señora, solo dime, Martha —me dice la mujer.

—No lo sé —le contesto dudosa.

—Bueno, está bien, pero come, si no se te va a enfriar —me dice la señora Martha.

Después de desayunar, la señora Martha me ayudó a vestirme con ropa de su hija Laura. Me puso una pijama short, color rosa.

Después de cambiarme estoy acostada en la cama y en eso la puerta se abre y veo que es Laura.

—Se puede pasar —menciona Laura.

—Claro, pasa —le contestó amablemente.

Laura entra a la habitación y se sienta a un lado de mí en la cama.

—Hija, quédate aquí con Anabela, tengo unas cosas que hacer; no dejes que tu hermano Dante entre —añade la señora Martha.

—Claro que sí, madre, yo me quedo con Anabela —contesta Laura felizmente. Vemos cómo la señora Martha sale de la habitación.

—Sabes, me da mucho gusto tener a otra chica de mi edad aquí en casa —agregó Laura.

—¿Qué edad tienes, Lucia? —Le pregunto.

—Yo tengo dieciocho años —me contesta.

—Soy dos años mayor que tú —le digo amablemente.

—¿Tienes hermanos? —Me pregunta Laura.

—Sí, tengo un hermano mayor —le contestó.

Nos la pasamos todo el día hablando de diferentes cosas. Puedo notar que Laura no tiene la forma de ser de Dante; es más amable y amorosa.

Llega la noche y agradezco muchísimo que Dante no se haya apreciado por aquí. Lucía está conmigo acostada en la misma cama, y también la señora Martha.

—Gracias por todo, señora Martha y Laura —las miro a las dos y les sonrío.

—De nada, con esto el cabrón de mi hijo aprenderá a comportarse con una mujer —dice la señora Martha.

—Si mi hermano es un tonto, te trato muy mal; ahora debe de pagar y, aunque no seas novia de mi hermano, te quiero como una hermana —declara Laura.

Después de un momento apagamos las luces y las tres quedamos dormidas.

Ha pasado ya la semana que me dijo la doctora que debía de permanecer en cama.

Ya me puedo levantar y caminar; todavía me duele, pero no igual, y las marcas que Dante me había hecho ya no tengo casi ninguna, sólo en mis caderas. Después de tanto día encerrada necesito algo de sol.

Laura me ayuda a ponerme uno de sus vestidos, uno floral corto. Salgo afuera al jardín y me siento en una de las sillas que están debajo de un paraguas o no sé qué sea, pero se ve bonito. Miro la enorme casa; es hermosa.

—Hola —escucho una voz conocida. Me entra el pánico y doy vuelta rápidamente a mi cabeza.

Veo a un chico de ojos azules, cabello café amarillo, piel blanca. Su cara está un poco alargada; tiene un parecido con Dante en la frente y sus cejas, nada más que Dante tiene barba y este joven no. Pero debo de aceptar que está guapo el joven.

Eres mi venganza y mi perdición Donde viven las historias. Descúbrelo ahora