Adios compromiso

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Laura

Estoy tirada en el piso de mi habitación llorando por lo que mi madre me hizo. Pensé que mi madre era buena por ver cómo había tratado a Anabela, pero ahora entiendo que mi madre es una moneda de doble cara que se comporta bien para obtener lo que quiere

Pero en parte estoy feliz porque mi madre piensa que tuve intimidad con Francisco. Porque yo no quiero casarme y menos con un hombre que no conozco.

Pero ahora que lo pienso, Francisco no sabe nada de lo que está pasando. Debo de decirle.

Me levanto del piso y busco mi teléfono en mi bolso. Lo tomo y marco su número. Escucho como la llamada entra.

—Diga, —escucho la voz de Francisco.

—Hola, necesito decirte algo muy importante —le digo algo rápido.

—¿Qué pasa, Laura? —me preguntó y me encanta escuchar cuando me dice por mi nombre.

—Verás, mi madre se enteró de que nos miramos en Oporto y que fuimos al hotel; ella piensa que tú y yo tuvimos intimidad. Me lo preguntó y le dije que sí. —Escucho un terrible silencio, pasan los minutos y no escucho nada. Veo el teléfono, pero la llamada sigue. —¿Estás ahí?

—Sí, sigo aquí. Laura, no pensaste en las consecuencias. Tu familia es capaz de matarme o, algo peor, matar a mi familia. —Me responde y noto que está molesto.

—Si lo sé, pero tú más que nadie sabes que no me quiero casar con ese hombre; esa fue la única oportunidad que vi para no tener que casarme. Pero te pido una disculpa; le contaré todo a mi madre y le diré que es mentira. —Agrego algo decepcionada.

—No, así está bien, si piensan que eso pasó, así fue. Pero mantenme informada de todo lo que pase y si tu familia quiere que me haga responsable, lo haré —dijo y eso me da una enorme felicidad.

—Gracias y si te mantendré informada —le digo y se hace un silencio. Nos pasamos un rato escuchando nuestras respiraciones por el teléfono.

Decido terminar con la llamada y veo el número de Francisco y eso me hace dar un enorme suspiro.

Me acerco a la ventana y veo un auto negro en la entrada de la casa. No reconozco ese auto, así que debe de ser el auto de mi ex prometido.

Decido salir de mi habitación bajo las escaleras y escucho la voz de mi madre y la voz de un hombre, pero no lo conozco. Las voces salen del despacho de mi padre.

Me acerco con cuidado y abro un poco la puerta, y veo a mi madre sentada en la silla de mi padre y a un hombre pelirrojo; tiene una enorme espalda, pero no sé qué edad tenga. Será mi ex prometido o quién es él.

Escucho muy detenidamente lo que están hablando.

—Sabemos lo que hizo su hija y vine a decirle que el compromiso se rompe, pero usted sabe cómo es mi familia; si alguien rompe con su trato, queremos la vida de un integrante o a menos que estén dispuestos a darnos algo que nos interese —le dice ese hombre a mi madre. En mí crece la felicidad de saber que ya no me casaré.

—Lo sé y le ofrezco una enorme disculpa por mi hija tan tonta que tengo y le pido tiempo; tengo algo que le va a interesar, pero no soy yo la que tiene el control de eso. —Oigo que me dice mi madre, pero no sé a qué se refiere.

—Mmm, ya veo ¿cuánto tiempo necesita? —preguntó ese hombre.

—Deme una semana y le tendré lo que le interesa —le respondió mi madre.

—Está bien, tiene una semana; si en esa semana no tiene algo para mí, la cabeza de usted y de la golfa de su hija serán las que paguen —expresa el hombre y se levanta de la silla.

Eres mi venganza y mi perdición Donde viven las historias. Descúbrelo ahora