Nacimiento

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Anabela

Despierto repentinamente, siento un leve dolor en mi vientre, siento algo húmedo en mis piernas.

Bajo mi mano hasta mi entrepierna, siento como agua. Comienzo a sentir como ese dolor pasa hacia mi espalda baja.

Intento levantarme de la cama, pongo mis pies en el piso y me levanto. Volteo hacia la cama, veo La Mancha de humedad en la cama.

Eso me comienza a preocupar, tomo mi teléfono y marco a Vladímir, pero no me contesta, vuelvo a marcar y no me contesta.

No sé cuantas veces le marqué, pero no me contestó. Marco el número de mi hermano; él me contesta.

—Hermano, ¿dónde está Vladímir? —le preguntó algo irritada.

—No sé, ahorita lo busco. ¿Pasa algo?

—Acabó de despertar con un líquido entre mis piernas y con dolor —le cuento.

—Está bien, lo buscaré de inmediato —me dijo y terminó la llamada. Salgo de la habitación despacio, llego a la habitación de la señora Irisha y toco a la puerta.

Escucho pasos del otro lado de la puerta. La puerta se abre y es la madre de Vladímir; veo que estaba dormida.

—Perdón por despertarla, señora Irisha, pero acabo de despertar con un líquido raro entre mis piernas, con dolor en mi vientre y la espalda —veo como sus ojos se abren de repente.

—No puede ser, acabas de romper la fuente; la bebé ya va a nacer —dice la señora Irisha. Regresa a su habitación y toma su bata. Me toma del brazo—. Vamos a tu habitación.

Vamos caminando y comienzo a sentir ese dolor un poco más fuerte. Me detengo y la señora Irisha se detiene conmigo.

—Respira, eso te ayudará —comenzó a hacer lo que la señora Irisha me dice. El dolor pasa.

—Vamos antes de que regrese de nuevo —seguimos caminando y llegamos a mi habitación. Me subo a la cama y me siento; pero flexiono mis piernas.

—¿Ya le llamaste a la doctora? —me preguntó.

—No, el número está arriba de la mesa, de ahí —le señaló donde está y ella se va a buscar el número y marca con mi teléfono. —Doctora, venga de inmediato, mi nuera acaba de romper la fuente y la bebe ya va a nacer. OK, aquí la esperamos.

Deja el teléfono en la mesa y se acerca a mí. En eso vuelve a llegar ese dolor, que es como un cólico, pero el doble de fuerte y me recorre la parte baja de la espalda.

—Aaaa —respiró varias veces, recordando lo que me dijo la señora Irisha.

—Tranquila, no entres en pánico, únicamente respira —menciona.

Varios minutos después, los dolores llegan cada 15 minutos o menos. En eso la puerta se abre de repente. Entra Vladímir. Noto que viene agitado. Llega hasta mí y se sienta a un lado de mí. Toma mi mano.

—¿Cómo estás, amor? —me interroga; veo que está preocupado.

—Por el momento creo que bien —en eso me llega otro dolor. —¡Ah! —Aprieto la mano de Vladímir y me levanto un poco. Siento su otra mano en mi espalda.

—No se ve que estás bien. ¿Ya llamaron a la doctora? —Escucho la voz de Vladímir muy desesperado.

—Tranquilízate, hijo, y ya le llamamos a la doctora; no tarda en llegar —oigo que le dice la señora Irisha.

Siguen pasando los minutos. No sé cuánto tiempo llevo aquí. Veo el reloj y son las 3:00 de la mañana. Calculo que llevo dos horas y los dolores se hacen cada vez más fuertes y me llegan cada vez más seguido.

Eres mi venganza y mi perdición Donde viven las historias. Descúbrelo ahora