Eres mi venganza y mi perdición

Un sentimiento nuevo

Anabela

Comienzo a despierta, la luz que entra por la ventana me despierta.

Siento un enorme brazo alrededor de mi cintura; comienzo a tocar su mano.

Me muevo lentamente para ver a Dante, me doy la vuelta y comienzo a sentir que su agarre es más fuerte. Como si tuviera miedo de que me escapara.

Pongo mis manos en su enorme pecho y comienzo a acariciar; noto que tiene un poco de vello.

"No me había dado cuenta de eso".

Veo la pequeña marca que le hice, sonrió como un idiota.

—¿Te ríes de mí? —me dice con los ojos cerrados.

—Pense que estabas dormido —le digo.

Abre sus ojos y los veo; son tan hermosos sus ojos grises; pongo mi mano en su mejilla y siento su barba.

—Desperté desde que te empezaste a mover.

—¿Entonces porque me abrazaste? —le pregunté.

—Yo no hice eso —intenta negarlo.

Lo veo atentamente; sé que miente, pero no me atrevo a desmentirlo; sé que para él solo soy un juego.

Me suelta y se levanta de la cama. Está parado completamente desnudo.

No apartó la mirada de él. Debo de admitir que sí es un hombre muy guapo.

—Espero que estés preparada, nos iremos hoy a mi casa —expreso y veo que se acerca al baño.

—¿Nos iremos? —Le pregunto.

—Claro, ya estás bien y no pienso tenerte en la misma casa que mi hermano —me aclara y me levanto de la cama.

Pongo los pies en el piso, comienzo a caminar y siento que me duele un poco la parte baja de la espalda.

Veo cómo se me queda viendo atentamente a cada parte de mi cuerpo.

Se me comienza a acercar y está parado enfrente de mí; yo levanto mi vista hacia arriba para verlo.

Se inclina hacia adelante y me da un beso en los labios.

Me abraza con ambas manos. Una de ellas baja hasta mi trasero, lo masajea y lo aprieta.

Comienzo a sentir a su miembro como se calaba en mi estómago.

Yo pongo mis manos en su cuello y me levanto de puntas.

Siento sus manos en mi trasero; sin aviso me carga y yo lo abrazo con las piernas.

Me recarga junto a la pared y siento como me besa el cuello.

—Mmm... Aaaa... — Es el único sonido que hago.

Después de un momento de besos me voltea a ver a la casa y comienza a entrar en mí.

Yo abro mi boca, lo veo; el pegajo se me acerca al oído.

—Estás muy ajustada, eso me encanta —me susurra al oído.

Voltea de nuevo a verme y siento mi cara muy caliente. De seguro la tengo como un jitomate.

—¿Y eso es bueno? —digo entre jadeos.

—Claro que es bueno, me encanta —es lo único que me dice—. Lo haré rápido, porque tenemos que irnos.

Después de eso comienza a moverse cada vez más, entra y sale de mí.

Me dejo llevar; me encantan las caricias de Dante; ahora que conozco, esto es como una droga.