Matrimonio Forzado | Jihan

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Todo sucedió tan rápido. El beso que nos dimos en la calle, aquel beso apasionado, hizo que nos apresuráramos a llegar a su casa. Estando allí, la situación se intensificó aún más. Lo besé desesperadamente en la puerta; perdió la compostura y, con trabajo, pudo abrirla. De repente, estábamos en su habitación. Él no me detenía y yo no hacía más que dejarme llevar. Una cosa llevó a la otra y ahora estábamos en su cama, mirándonos el uno al otro sin decir nada, solo contemplándonos.

—Tú eres la cosa más prohibida que he tenido y más deseo —habló después de un largo silencio.

—Eres el tesoro más grande que he tenido y no supe valorarlo —respondí—. La única persona que puede sacar este lado cursi de mí eres tú; eres demasiado especial.

—¿Te digo que te vuelve demasiado sexy? —dijo con una voz muy seductora.

—Dime —respondí de la misma forma.

—Tu tatuaje —dijo y comenzó a reír.

—Tu risa es preciosa.

—Deja de mentir —respondió.

Él tomó su teléfono y miró la hora.

—¡Jeonghan! —gritó—. Mira la hora, debes irte; pensarán lo peor.

—Te he dicho que no me importa lo que piensen.

Después de que me suplicara demasiado, finalmente me fui. Decidí ir al hotel directamente a descansar, pero en cuanto entré al cuarto supe que eso no sería posible, no después de ver la expresión en el rostro de Alex.

—¿Dónde estabas? —preguntó.

—¿No recuerdas que acompañé a Joshua a su casa? —le pregunté con ironía.

—Sabía que a su casa, no a la cama —exclamó.

—¿Cómo lo supiste? —¡Imbécil!

—Tú me lo acabas de confirmar. Tenme tantito respeto, Jeonghan. Solo te pedí tres cosas: respeto, amor y cuidado para nuestro hijo. Pero lo único que sabes hacer y disfrutas es hacerme enojar y pasar muy malos ratos —habló—. Ya no sé qué quieres que haga. ¿Acaso quieres que aborte y te dé el divorcio? ¿Quieres que lo haga para que te vayas corriendo a sus brazos?

—No digas tonterías —me acerqué para tomarlo por los hombros, pero él se apartó.

—He pensado y mandé pedir una cama extra; digo, para que puedas dormir porque yo y mi hijo no pensamos compartir cama contigo.

—También es mi hijo —hablé.

—Pues parece que no te importa; es más, parece que deseas más al bastardo que carga Joshua que a tu propio hijo —gritó e impulsivamente levanté mi mano, dispuesto a darle una cachetada, pero me detuve. No, yo no era un monstruo.

—¡Golpéame! —gritó—. ¡Hazlo! Sé que tienes ganas de hacerlo.

Bajé la mano.

Las lágrimas de Alexander no tardaron en salir y me sentí mal por haberlo asustado y casi haberlo golpeado.

—Lo siento mucho —intenté acercarme de nuevo.

—No; ya me enseñaste qué clase de monstruo puedes llegar a ser —respondió.

Se dio media vuelta y se acostó en la cama. Apagué las luces de la recámara y me acosté en mi cama; podía escuchar los sollozos de Alexander desde su cama. No puedo negar que me sentía culpable por todo; trataría de ser mejor esposo para él. Tampoco se merecía tanto dolor; creo que estoy destinado a hacer sentir mal a los chicos.

El sacrificio que estaba a punto de hacer era inmenso y sabía que no solo me afectaría a mí, sino también al amor de mi vida.