Cap. 24

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— ¿Un juego de tiro al blanco con dardos?— Hikari se veía sorprendido, mientras se detenia de su ocupada tarea con la calculadora y se volvia a una resplandeciente yo, que colocaba los nuevos precios.
— aja.— Dije sin darle importancia.
— ¿Por qué?
— ¿estas cuestionando los motivos de mis gustos? ¡Tu eres peluquero!— Le dije lanzándole un trapo a la cara, no pude darle, parecía tener reflejos de halcon.
Se movio, sin mirarme, siguiendo con el tecleo en la pobre calculadora.
— No, no los cuestiono, solo… es… interesante.
— anda, dilo, también es raro.
— Solo me gustaría saber como llegaste a tan peculiar afición.
— Bueno…— Me quede mirando el frasco de aceitunas, perdiéndome en recuerdos, de nuevo.
Se lo habia comprado a Sergio en nuestro aniversario. La verdad, nunca lo habia intentado, pero parecía divertido, y claro, Madeleine me dijo que seria el mejor accesorio para el cuarto de juegos de cualquier hombre.
Pense en ello, es decir, en que mi marido tenia un cuarto de juego… ¿Por qué solo el? Yo queria también uno. Uno con una biblioteca inmensa de dramas romanticos como “La reina de los reveses”, “Prosecutor Princess” o “Marry me, or not?” y series del tipo House, la Ley y el Orden... Un plasma y una maquina de popcorn. Quizas una coctelera y una bodega para preparar tragos tropicales y licuados. Uno, donde tuviera un pequeño gimnasio o quizás, tan solo un sitio, donde pudiera tomarme cinco minutos al dia de ser SU ESPOSA.
Pero, al parecer, eso, solo era cosa de hombres. De hecho, me gustaban muchos artefactos de la habitación de juego.
La Wii, adoraba la Wi para jugar al tenis, o los parlantes que podían dejar sordo a cualquiera, y lo ultimo, amaba el juego de dardos que le regale.
Al parecer, Sergio jugaba compitiendo con sus amigos, y los pude ver cuando les llevaba algun vocadillo, solo unos segundos, para regocijarme al notar que yo, era mejor en ese juego.
Mientras Sergio trabajaba, algunas veces entraba a escondidas y jugaba con los dardos. Me hice muy buena en ello, y me liberaba de la tensión.
No mentire, me imagine muchas veces su rostro, tal vez por ello, no podia esperar a llegar a casa y comenzar a darle con todo a su foto pegada en el medio del blanco.
— ¿Nerea?— Examino Hikari.— Creo que ese frasco esta limpio.
Me señalo el reluciente frasco de aceituna, que habia estado frotando sin parar.
— Oh.— sonrei.
— ¿tiene que ver con El Innombrable?— Ancle una sonrisa.
— Si… jugaba a escondidas en su cuarto de juego.
— ¿a escondidas?
— El no queria que ingresara allí mas que para limpiar después de sus fiestas de “hombres”.— Bufe haciendo comillas con ambas manos.
— Ya veo… bueno…— dijo colocando el frasco en el sitio vacio.— Si eso te quita tu sentimientos de rencor…

Estaba un poco oxidada, pero luego de un par de intentos, logre captar como debía posicionarme.
En realidad, si queria tirar enfada, por lo general, revolveaba el dardo para cualquier lado, pero si lo hacia calma y con frialdad, excenta de sentimientos, me acercaba al circulo rojo… ¡hasta que le di!
Di un saltito en mi lugar, cuando el timbre sono.
— ¿Si?— Pregunte, aun feliz por mi cometido.
— ¿Qué planeas hacer esta noche?— Mire de nuevo al teléfono. Era la voz de Azul.
¿Desde cuando Azul me invitaba a salir?
— ¿Azul?— Pregunte incrédula.
— Si, soy soy yo… abre que quiero hablarte.
Apreté el botón y espere. Unos minutos después, Azul aparecia con varias bolsas que al parecer tenia ropa, zapatos y pinturas.
— ¿y eso?— coloco todo en mi sillon.
— Ropa, tontita, ropa. ¿Qué mas puede ser?
— Lo se, lo que quiero saber es que haces trayendo ropa a mi departamento…— Comenzo a sacar unos vestidos algo estrafalarios.
— Creo que este te hara ver adorable… siempre que usas el rosa pareces un angel… ¿no lo crees?
Mire al vestido de varias capas de gasa sobre mi.
— Con eso, pareceré una vieja arrepentida de sus años.
— Bueno, quiero que te veas de veintesiete, al menos.— Puso unos aros sobre mi oreja, negó con la cabeza, colocando un collar.
— Pero tengo treinta y…
— ¡Sh! ¡No! ¡Hoy no! ¡Y ni una sola palabra sobre que estas pasando una separación! ¡¿me oyes?! ¡No le diras a nadie de eso! ¡Solo causaras lastima!
Asenti. Supongo, que a estas alturas, ya no tenia voluntad.

Muy VIEJA para tanto DRAMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora