Capítulo 12

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Aquélla no era la primera vez que veía a Christopher Uckermann.

Dulce lo recordaba como si hubiera ocurrido el día anterior, aunque hacía ya diez años.

Se dejó guiar por él entre la gente con la cabeza alta y la espalda recta como si fuera a su coronación en vez de al dormitorio de un hombre al que acababa de ofrecerle su cuerpo. A cambio de dinero.

Sin embargo, en su mente volvía a tener diecisiete años y estaba en un abarrotado salón de baile en la señorial casa de su padre en Salzburgo.

Aquél había sido su primer baile, y Christopher Uckermann había estado entre los invitados.

Le había fascinado aunque sólo había sido de lejos y no había hablado con él, al verlo avanzar, tan viril y misterioso, por el salón de baile como si le perteneciera.

Entonces no había comprendido por qué se le había cortado el aliento, ni por qué el corazón había empezado a latirle a toda prisa, como si la hubiera invadido un pánico inexplicable, pero no había sido capaz de apartar los ojos de él.

De eso hacía ya diez años, y aún no lo comprendía.

Sólo sabía que en ese momento iba siguiéndolo como un dócil corderito por su propia voluntad. Al fin y al cabo era ella la que lo había sugerido, ¿no? Había sido elección suya.

Uckermann la condujo lejos de la muchedumbre, y se adentraron en las profundidades del lujoso yate.

Atravesaron pasillos con revestimiento de madera y salones decorados con opulencia, pero Dul estaba tan nerviosa y tan pendiente del atractivo hombre cuyo brazo aún le rodeaba la cintura, que apenas se fijó. Tenía que recobrar el control sobre sí, se dijo desesperada.

No podía dejar que un beso de aquel hombre, o el más leve contacto la desbarataran de esa manera.

Estaba utilizándolo, se recordó; era el medio para conseguir un fin.

Por Amor & VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora