Capítulo 76

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Dulce sintió que su amor por él la desbordaba.

Era algo tan real, tan tangible, como la sangre que corría por sus venas, el aire que llenaba sus pulmones.

Christopher: Dulce... –murmuró, casi como una súplica–. He intentado olvidarte, dejarte marchar, pero no puedo.

Dul tomó sus manos, y sintió que estaba haciendo lo correcto. ¿Qué podía pasar? Lo había perdido todo y había sobrevivido, y no podía negar que, apesar de lo que Chris había hecho, seguía amándolo. Tal vez no tuviera sentido, tal vez estuviera cometiendo un error, pero aquella verdad era como un fuego que la había marcado, para siempre.

Dulce: Entonces no me dejes marchar –le dijo, sintiendo que tenía un nudo en la garganta. Hacía ya tiempo que había decidido que en momentos difíciles, como aquél, sería valiente, que se arriesgaría–. Si te atreves.

••••••••••

Christopher: ¿Qué voy a hacer contigo? –le preguntó horas más tarde, sentado junto a Dul en uno de los lujosos asientos de cuero de su avión privado.

Debajo de ellos se extendía Norteamérica, como una colcha de patchwork, y sobre ellos no había nada más que el cielo azul y un sol resplandeciente.

Alargó una mano y tomó un mechón de su cabello rojizo, enredándolo en torno a sudedo.

Dulce: Pues casarte conmigo, naturalmente –respondió inclinándose hacia él–. Para eso has recorrido medio mundo para venir a buscarme, ¿no?

Christopher: ¿Pero es lo que quieres? –le preguntó poniéndose muy serio y frunciendo ligeramente el ceño–. Me temo que tengo muchos defectos. Dudo que la opinión que tienes de mí mejore cuando me conozcas mejor.

Dulce: Es lo que quiero –respondió en un tono suave pero firme–. Eres Christopher Uckermann. No creo que haya otro hombre sobre la faz de la tierra tan fascinante como tú.

Christopher: No bromeo, Dulce –insistió.

Ella comprendió de pronto que estaba aterrado, que aquel hombre fuerte y brusco tenía miedo.

Puso su mano sobre la de él.

«No puedes elegir a quién amar», le había dicho su madre encogiéndose de hombros cuando le había explicado lo que había ocurrido, y que pensaba casarse con Christopher después de todo, a pesar de todo.

«Los cobardes son los únicos que no obedecen los dictados de su corazón, Dulce. No lo olvides nunca».

Christopher: No pertenezco a tu mundo por mucho que lo pretenda –murmuró–.La gente se siente atraída por mi dinero, por mi poder, pero ninguno de ellos olvidará jamás de donde provengo.

Dulce: Ni deberían –replicó. Chris la miró contrariado–. Lo has dicho como si fuera algo de lo que tuvieras que avergonzarte –se explicó–. Yo creo que no deberías avergonzarte de tu pasado, cariño. Superaste unos obstáculos inconmensurables, y lo hiciste sin la ayuda de nadie, ni siquiera de tu padre –sacudió la cabeza–. Deberías estar orgulloso.

Christopher: Tú no lo comprendes... –comenzó.

Dulce: ¿Puedo preguntarte quiénes son esas personas que no son capaces de ver más allá de tus orígenes? –lo interrumpió–. ¿Gente como mi hermano? ¿Personas mimadas y malcriadas que han heredado de otros la fortuna que tienen? ¿Por qué debería importarte lo que piensen?   

Por Amor & VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora