Capítulo 56

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Christopher no comprendía por qué el corazón le latía tan fuerte, y mucho menos por qué de repente sintió que estaba excitándose.

Dulce: Te pido disculpas –le dijo, irguiendo los hombros y lanzándole dagas con la mirada–. No tenía ni idea de que era tan deficiente como amante.

Christopher: Pues ahora ya lo sabes –le espetó mirándola de arriba abajo–. ¿Cómo llamarías a ese atuendo que llevas?

Dul se puso tensa y cerró la mano libre en un puño antes de metérsela en el bolsillo. 

Dulce: Creo que las palabras que utilizaría para describirlo sería «ropa cómoda».

Christopher: El adjetivo «cómodo» no entra en el vocabulario de una amante –puntualizó sacudiendo la cabeza–. A menos que sea por que te preocupes por mi confort. Esperaba entrar en la casa y encontrarte engalanada para mí, un festín para mis ojos.

Dulce: ¿Estás seguro de que estás hablando de una amante? –le preguntó en el mismo tono calmado, pero a la vez que irritante–. Porque a mí me suena más bien a un florero, o a un perro fiel.

Christopher: Eres respondona, rebelde... –fue enumerando, contando con los dedos–contradictoria... y la mayoría de las veces te pasas de lista. Y no, no te tomes eso último como un cumplido. 

Una sombra que Chris no supo interpretar cruzó por el rostro de Dul.

¿Le había hecho daño con sus palabras? No, eso no tenía sentido.

Dulce: Tendrás que disculpar mi ignorancia –le dijo. En sus ojos se estaba formando una tormenta, pero su voz permaneció calmada–. Creía que tus objeciones iniciales a mi concepto de «amante» se centraban únicamente en si estaría a la altura en la cama. Creo poder decir que sí, así que no veo cómo puede importarte nada más.

Christopher: Discutes conmigo ante la más leve provocación –continuó, como si ella no hubiera hablado. Se cruzó de brazos y le dijo–: ¿Acaso te parece que este comportamiento es el adecuado en una amante? No estás capacitada para desempeñar ese papel. Debería haber sabido que nunca funcionaría.

Dulce: ¿Y eso por qué? –inquirió, con las mejillas ligeramente sonrosadas.

Christopher: Porque ninguna mujer se había ofrecido antes a convertirse en mi amante –respondió–. ¿Por qué habrían de hacerlo? O lo son, o no lo son. Soy yo quien se lo pido.

Dulce: Creo que ya lo he captado –respondió con sequedad–. No hace falta que me fustigues. ¿Qué será lo siguiente? Un análisis pormenorizado de cada vez que hemos...

Christopher: Me parece que no me estás entendiendo –la interrumpió–. Sólo estoy enunciando un hecho que no debería sorprenderte en modo alguno. ¿Acaso crees que no sé perfectamente que no tenías ningún interés en convertirte en mi amante? 

Dul pareció quedarse paralizada al oír eso.

Dulce: No sé a qué te refieres –dijo al cabo de un rato.

Christopher: Sí que lo sabes –replicó enarcando una ceja–. Pero no tienes que preocuparte, Dulce. Sé lo que querías.

Ella tragó saliva.

Dulce: ¿No me digas? –alzó la barbilla–. Pues tendrás que ponerme al corriente, porque yo creo que fui muy clara con respecto a lo que quería, y estoy satisfecha con los resultados.   

Por Amor & VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora