Capítulo 61

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Habló y habló, sintiendo que en su estómago se formaba una bola de miedo cada vez más grande y más pesada.

Mientras hablaba, Chris apenas se movió.

Tomaba un sorbo de su copa de vez en cuando, pero aparte de eso simplemente la escuchaba con una expresión inescrutable.

Dulce fue consciente en ese momento de que no tenía la menor idea de cómo iba a reaccionar. Chris era un hombre rudo, peligroso, y estaba segura de que no era benevolente con aquéllos que lo traicionaban.

¿Qué le haría a ella? Cuando hubo terminado de hablar, bajó la vista a sus manos de nuevo, haciendo un esfuerzo por no ponerse a temblar, por no echarse a llorar. Por no suplicarle. Y por no decirle que lo amaba, algo que no debía hacer de ningún modo.

Christopher: ¿Y ése es el motivo por el que dices que no puedes casarte conmigo?

Dul alzó la vista aturdida y escrutó su rostro, pero no vio nada en él salvo el mismo fuego en su mirada.

Como no se atrevía a decir nada más, se limitó a asentir.
Ucker se inclinó hacia delante, dejó su copa sobre la mesita frente al sofá, y Dul lo observó con una mezcla de pánico y esperanza.

Entonces se puso de pie y, acortando la distancia entre ellos, le dijo:

Christopher: No me importa –cuando llegó frente a ella le puso una mano en la mejilla y con una mirada intensa, le dijo–: Nada de eso importa.

Dulce: ¿Qué? –musitó en un hilo de voz. Apenas podía articular palabra. Estaba temblando, y sentía que iba a derrumbarse delante de él, a pesar de que se había prometido que eso no ocurriría–. ¿Cómo puedes decir algo así? ¡Por supuesto que debe importarte! ¡Debería enfurecerte!

Christopher: Lo que verdaderamente me enfurece es que ese cerdo de hermano tuyo te haya obligado a hacer esto –gruñó–. Lo que me preocupa es que, si hubiera rechazado tu proposición aquella noche, se la habrías hecho a algún otro. Lo que me preocupa es que estás aquí, delante de mí, esforzándote a toda costa por no llorar.

Dulce: ¡No es verdad! –protestó, pero era demasiado tarde.

Todo el miedo, la ira, el dolor y aquel amor imposible y desesperado se fusionaron en las lágrimas que le quemaban los ojos, y sin poder contenerlas ya, empezaron a rodar por sus mejillas.

Se estaba humillando delante de él, pero no parecía poder dejar de llorar.

Chris murmuró algo en griego, algo tierno, y sólo logró hacerla llorar aún más.
Irritada consigo misma, Dulce se secó los ojos con el dorso de la mano.

¿Qué le faltaba por hacer? ¿Agarrarse al dobladillo de sus pantalones cuando fuera a salir por la puerta? ¿Iba a acabar pareciéndose a su madre en todos los sentidos?

Aquél era un pensamiento aterrador, una auténtica pesadilla, pero cuando Chris tomó su rostro entre ambas manos, ya no pudo pensar en nada más que en él.

Christopher: Escúchame –le dijo, con ese tono arrogante que exigía obediencia inmediata–. Te casarás conmigo. Yo me ocuparé de tu hermano, y te garantizo que protegeré a tu madre. No tendrás que volver a preocuparte por nada de eso. ¿Lo entiendes?

Dulce: No puedes ordenarme que me case contigo –protestó irritada.

Chris esbozó una sonrisa lobuna.

Christopher: Acabo de hacerlo –respondió–. Y obedecerás  

Por Amor & VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora